La tierra
«La tierra no puede tanto», dijo
el remendador de redes mientras intentaba anticiparse al movimiento futuro de
las nubes altas, a la dirección de los vientos y al devenir de las mareas. «La
tierra no juega a los dados con el universo», dijo el ocioso jugador de naipes
mientras seguía con su único ojo sano el arrastrarse pesaroso de una lombriz
brillante. «La tierra es traicionera», dijo la anciana, levantándose a duras
penas apoyándose en su bastón de recia y pesada madera negra que, por momentos,
a ciertas horas ambiguas de la tarde-noche, cualquier hipocondríaco o borracho
podría perfectamente confundir con una bizarra guadaña.
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