Babel
Bla entró en el despacho de su
jefe, ubicado en un loft de la última planta de todo el babélico edificio de
oficinas opacas. Cuando llamó a la puerta, el jefe jugaba con una bolita de
cristal y guillotinaba documentos inservibles, informes obsoletos, secretos
inconfesables. Bla se quedó allí, de pie, con la puerta a medio cerrar,
esperando que su jefe le diese la orden de sentarse frente a su impoluta y
gigantesca mesa de cristal. Sin embargo, lo único que salió de la boca del jefe
fue un extraño gorgoteo de palabras que vinieron a significar algo así como:
Bla, está usted metido en un problema.
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