El fin de la fiesta
Los estadios vacíos también son
animales mitológicos. En ellos resuena el silencioso rastro sonoro que fue
dejando la trama de la gran final. Y cuando
todo el mundo se iba y nos quedábamos allí, esperando, sin aliento,
frotándonos la pupilas los dos, como
si estuviéramos entre vasos vacíos y
ceniceros sucios. La final ya ha agonizado. Los dos equipos y el árbitro
invisible se fueron diluyendo en el atardecer: la merienda, la ducha, la cena,
la cama. Ahora el estadio está ahí, como
tú estás ahí sola conmigo al borde de la noche. El fin de las fiestas solo
termina anidando en las pupilas y, si acaso, en la memoria. Gol, por la escuadra, en el último minuto. —o
no—.
* Las cursivas están tomadas del
poema Después de las fiestas, de
Julio Cortázar.
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