jueves, 28 de abril de 2011

LOS GATOS

Si alguien gusta...
...invitado o invitada queda.

lunes, 25 de abril de 2011



El pasado es esa tierra inmóvil a la que nos acercamos con un movimiento uniformemente acelerado, pero el trayecto -tiempo en el espacio -nos impide apartarnos para tener una visión que no esté afectada por la caída -espacio en el tiempo -voluntaria o involuntaria. El tiempo, aun detenido, da vértigo, que es una sensación que sólo puede dar el espacio.
El pasado sólo se hace visible a través de un presente ficticio -y sin embargo toda la ficción perecerá. No quedará entonces del pasado más que la memoria personal, intransferible.
No me interesa la impostura literaria sino una verdad que se dice con palabras que necesariamente van una detrás de la otra aunque expresen ideas simultáneas. Sé que una frase es siempre una cuestión moral. ¿Hay una memoria ética? ¿O es estética, es decir selectiva?
La memoria es otro laberinto en que se entra y a veces no se sale. Pero son fantásticos, innúmeros, los corredores de la memoria, fuera de la que hay un silo tiempo real y es aquel que se recuerda -es decir, yo mismo ahora en que la máquina de escribir es la verdadera máquina del tiempo.
Escribir, lo que hago ahora, no ews más que una de las formas que adopta la memoria. Lo que escribo es lo que recuerdo -lo que recuerdo es lo que escribo.
Entre ambas acciones están las omisiones -que son los intersticios, lo que se queda. Es decir, mi hueco: el espacio del tiempo recordado.
Es tan fácil recordar, tan difícil olvidar... ¿No es eso lo que dice la canción? ¿O dice...? No recuerdo, lo he olvidado. Recordar es grabar en un idioma u otro. Pero olvidar no tiene equivalencia.

G.C.I. La ninfa inconstante

jueves, 21 de abril de 2011


Il y a des gens quelque part qui n'en peuvent plus de silence

[Hay gente en alguna parte que ya no puede más con el silencio]*

Louis Aragon

*Lost (but free) in translation

domingo, 3 de abril de 2011

AVEC LE TEMPS




Would u run to me if somebody hurt you
Even if that somebody was me?
Prince



No sé quién hay ahí al otro lado. Quién entra aquí o quién se queda, si a alguien le importa, si alguien se lo creyó, o si alguien supo alguna vez lo que me traía entre manos cada vez que me apostaba el todo por el todo con una entrada o cada vez que colgaba una retahíla de palabras desganadas. Siempre sentí que esto era como un escenario, donde no se ven los rostros que sí te ven a ti. En un escenario uno puede ser un maravilloso trompetista invisible, pero es tremendamente vulnerable. Cómo explicar que uno se vuelve vulgar al bajarse de cada escenario.
Siempre vi este sitio como un lugar que fui construyendo a base de palabras y músicas y fotos. Quise oscilar entre el pudor del pornógrafo y los juegos de manos. Quise ser Bogart o Garble, quizás quedé en un prestidigitador de tres al cuarto. Quise ser Houdini, y aquí venía cuando quería escaparme. Quise perpetuar las lágrimas y las carcajadas después de haberlas rumiado, después de la música y de los arrebatos o de los disparos, escribir eso que sentía que perdía. Quise empezar de nuevo y dejarme llevar, y deseé con todas mis fuerzas que viniera la muerte y tuviera tus ojos, tal vez lo hice todo como una pataleta de niño chico cuya yema de los dedos no tocara suficiente maravilla, quise vivir lo que no era capaz ni de soñar y soñar lo que no había vivido, lo que me había pasado de largo.
Nunca me di cuenta de las cosas que me estaban pasando hasta que las escribía, pero cuando las escribía ya era demasiado tarde y ya no estaban, o no recordaba bien lo que había pasado. Siempre fue así, desde que empecé a escribir historias con seis años. Supongo que en realidad siempre habrá sido así desde que el primer mono decidió inventarse símbolos para fijar en alguna parte algo que se había inventado y que temía olvidar. Yo no sé por qué empecé a rellenar cuadernos, por qué lo necesitaba. Era algo sin sentido: lo hacía: cogía una pluma y escribía. Porque sí.
Sin miedo ni corsé, sin un plan premeditado y alevoso o una estructura que respaldara y legitimara todo, con defectos y virtudes eso era simplemente lo que quería hacer. No estoy seguro de haberlo conseguido, pero no lo hice para encontrar nada sino por el placer de buscarlo todo. Mostrar en qué andaban mis andanzas, literaturizar mis pasos, desengrasar los huesos, y olvidarme del martilleo de las sienes, de esa angustia que se nos adhiere a la garganta, de esas putas lágrimas apelotonándose en los ojos, del ansia de querer ser más de lo que se es, de las ganas de devorar o de llorarlo todo, de la felicidad de estar vivo o de buscar dónde estaba la frontera entre lo que podía dejar entrever de mí y lo que no.
Eso quise, sin implicar a nadie y tratando de no desvelar demasiado de mi intimidad, relatar mis trashumancias, mis caídas, mis delirios y mis secretas orgías para detener ya casi en el aire dos o tres gritos bestiales, desgarrados gruñidos de caverna con los que podría más eficazmente decir lo que en verdad siento y lo que soy, como decía Maqroll el Gaviero en la cita que hay justo debajo de Groucho, aquí a la derecha.


Bien, creo que el juego ha llegado demasiado lejos.
Supongo que eso no le importa a nadie, si es que hay alguien al otro lado, pero creo honesto decirlo.
Quizás en otro momento de mi vida habría seguido jugando con fuego. No ahora. Me siento vulnerable y demasiado desnudo. Mi autobiografía, la de carne y hueso, la que duele de verdad, necesita de todas mis fuerzas. No ha pasado nada que no haya pasado ya en miles de películas y de libros, pero ahora le ha pasado a mi vida, y la explosión que ha sonado no era la de una viñeta de cómic, ni puedo mezclar segundas personas del singular impunemente, como un festivo o triste encuentro de las aguas de dos ríos amazónicos turbios. No. Ahora hay nombres y apellidos y me importan demasiado. A quién le importan los problemas de tres pequeños seres en este loco mundo, se pregunta Rick en Casablanca. Y no le importan a nadie. Ni siquiera tendría que escribirlo aquí, ser tan obsceno, pero siento que debo hacerlo.

Necesito volver a mis cuadernos con las hojas en blanco, a la moleskine recién regalada: abrirla y disparar, emborronar las páginas, fluir, sin pensar si estoy haciendo pornografía o literatura, suicidarme cuantas veces quiera, desnudarme y perderme, pero solo, decírmelo a mí con faltas de ortografía, con crudeza, tartamudear también con la escritura, con la grafía imperfecta de los temblores de las manos, con el arrastrarse de la pluma parker sobre los folios, ser ñoño o estúpido o un hijo de puta sin temor a serlo, eructar y odiarme, escribir palabras de mierda sin afeitar y sin ducharse. Necesito saber lo que siento porque son demasiadas cosas entrechocando y mi cuerpo, como la tierra de Miguel Hernández, tampoco puede tanto.
Soy una esponja saturada, un filamento a punto de fundirse. Tengo un solo corazón y no estoy seguro de que me quepan todos los latidos. Tengo dos manos y diez dedos. Tengo una boca, una piel, dos pupilas, y todo está al límite. Tengo una cabeza que está dando demasiados saltos mortales. Me queman muchos fuegos desde demasiados frentes. Me siento ante precipicios y montañas quizás demasiado altas, y no soy precisamente Indiana Jones. Por más que uno trate de hacer lo que cree mejor, la vida no es ni esos fotogramas donde quiero vivir ni las novelas de las que quise haberme escapado. Necesito respirar, resucitar, llegar al mar, volver a mí. Necesito resguardarme en mis músicas, en mi piano. Necesito entender el porqué de todo esto. Necesito desromper los daños. Necesito el abrazo de personas muy concretas en las carnes y en los huesos y en los tiempos y en los espacios.


Siempre pensé que, si al otro lado había alguien, en cierto modo le debía el hecho de que estuviera ahí, por eso pienso que, cuando tienes invitados en casa y te vas a dormir de repente, lo menos que puedes hacer es tratar de explicar por qué.

La primera entrada de este blog era Famous blue raincoat. No se me ocurre nada mejor para cerrar el círculo que Avec le temps.
Esto no es un adiós, sino un indefinido y ambiguo hasta luego.
Gracias a quien esté o haya estado al otro lado.
(Y perdón por este innecesario epílogo porno)

Miguel Ángel Maya
Sevilla, 3 abril 2011

CONTINUARÁ
*

sábado, 2 de abril de 2011

TODO O NADA



...Sólo ahora, después de dos horas y cincuenta y ocho minutos de viaje simbólico por la A-92 estoy en la página 9, que empieza así: "En este volumen figuran casi todos los cuentos de Fogwill. Quedaron fuera los que considera descartables". Hasta ahora no había pasado del puño y letra de la dedicatoria de la página 5...

...Arrío las banderas. Doblo las sábanas del sofá. Tiro el papel de regalo de la mesa. Las palabras siempre con sus paradojas: regalo. Miro la bolsa con "miguelitos" de crema. Recaliento la pasta de anoche, apuro el último medio vaso de la botella de albariño junto a la cual estuvimos computando fantasmas. Sin querer huelo en mi camiseta la huella de un abrazo antes de subir al coche. Un intermitente a la izquierda y todo se desvanece. Me mira Fogwill desde la portada del libro...




...Quizás no ha pasado nada que no sea intangible, ninguna crónica épica, como en esas películas francesas donde todo parece pasar en otra parte. Nada crucial o urgente, ningún salto mortal o disparo a quemarropa. La deformación del tiempo y del espacio que nos provocan las personas memorables requieren su mitología: caminar por la ciudad con un esguince en el pie izquierdo, asistir al relato oral de una autobiografía con un acento, unos ojos, unos gestos, un gin-tonic, reír por primera vez sin que la risa sea ese estúpido "jajaja" del cibermundo...
...Ya sabíamos que eso de todo o nada era una ridícula manera de ver las cosas. Me basta con estremecerme con los mundos que entrechocan y brillan, y con el calor que desprenden...
...Por ahora, esas tenemos...

Miguel Ángel Maya
Sevilla, 2 abril, 2011

P.D. Las fotos son de Izis, y están tomadas de aquí.