domingo, 10 de marzo de 2024

# PARANOICA FIERITA XI #

 


PARANOICA FIERITA, POR MIGUEL ÁNGEL MAYA

Por David Pérez Vega


Editorial Carpenoctem. 106 páginas. Primera edición de 2022

Me había fijado por primera vez en el nombre de Miguel Ángel Maya (Madrid, 1978) en 2008, cuando ganó el Premio Caja Madrid de Narrativa con su novela Últimas 2 horas y 58 minutos, editado por Lengua de Trapo. No llegué a leer este libro, pero lo hojeé varias veces. Más tarde, he intercambiado algunos mensajes por las redes sociales con Miguel Ángel, sobre todo tras mi interés por el escritor argentino Salvador Benesdra, del que él estuvo investigando con la idea de escribir una novela. En 2022 me escribió para preguntarme si me interesaría leer su nueva novela, titulada Paranoica fierita. La acepté por esa amistad en la distancia que nos unía y porque la publicaba la editorial Carpe Noctem, donde yo he publicado mi novela Caminaré entre las ratas.
La edición de Carpe Noctem presenta algunas peculiaridades: de entrada, en las primeras páginas del libro está dibujada –con fondo negro– la cerradura de una puerta y dentro de ella está el texto inicial de la novela. En estas páginas, un narrador, aún desconocido, observa los movimientos privados de una mujer en un cuarto de baño y la mira, efectivamente, a través de la cerradura de una puerta, una puerta antigua habría que puntualizar. El texto, prescindiendo del uso de puntos, y donde las frases van de corrido, unidas con la conjunción «y» es desasosegante. En él se insinúa la violencia y la locura que va a guiar el relato de esta intensa y corta novela.
Después de estas seis páginas iniciales, contadas a través de la cerradura de la puerta, pasamos a un paginado más convencional. Además, se cambia de narrador: ahora pasará ser una mujer que se despierta magullada en una habitación, con un cadáver ensangrentado a su lado, y con claros signos de haber sido asesinado de forma violenta, pero ella no sabe qué ha ocurrido. La narradora, de la que nunca sabremos el nombre, empezará a contarle a la policía su historia. «Me lanzan preguntas. Son cuchillos, las preguntas, que buscan clavarse en mi carne y en mi cuerpo, pero no me encuentran porque de mi boca ni una sola respuesta sale, ni un solo recuerdo se escapa.» (pág. 17)
En el siguiente capítulo, la narradora se traslada hasta sus cinco o seis años, cuando vivía con sus padres y su hermana en una casa «al norte de Saint Simons, cerca de donde empieza el desierto». Más tarde se citará el nombre de otros pueblos del desierto: San Elizario, Ruidosa, Candelaria, Las Cruces… Busco estos pueblos en Google y encuentro que San Elizario es una ciudad de Texas, ubicada en el condado de El Paso. No se explicita el país en el que se sitúa la acción, pero el imaginario mostrado sí que hace pensar en la frontera entre Estados Unidos y México. De hecho, estas primeras páginas en las que se rememora la infancia de la protagonista, me hacen pensar en la violencia de los escenarios fronterizos que desarrolló Roberto Bolaño en 2666. La construcción lingüística también parece tener a Bolaño como modelo: de forma continua, Maya traza en la página un misterio y una sensación de amenaza constante, en muchos casos concreta, pero también indeterminada. «Una noche, la gente del circo se va. Lo dejan intacto, como si hubieran sido avisados de una inminente epidemia o sido testigos de algo terrible.» (pág. 19), esta última construcción («testigos de algo terrible») me parece completamente bolañesca.
En el resumen de la contraportada, la escritora Sara Mesa apunta que esta obra ahonda en algunas de las obsesiones de Miguel Ángel Maya: «el mundo del circo, los rituales que sostienen la vida, la locura, la magia, la perversidad y el mal, el piano como animal mitológico, el cuerpo como topografía del dolor.» No he leído las anteriores obras de Maya, para poder corroborar las palabras de Sara Mesa; pero sí que me parece que apunta en la dirección correcta cuando dice que la atmósfera puede recordar a las de las películas de David Lynch y la trama salvaje a lo Quentin Tarantino. Toda la extrañeza de Lynch y toda la violencia de Tarantino se pueden encontrar en estas breves, pero intensas páginas de Maya, escritas –como ya he apuntado– siguiendo la estela de Bolaño.
Todo lo más terrible que se puede imaginar el ser humano lo ha dibujado Maya sobre sus páginas: pederastia, agresiones, violaciones, asesinatos, abusos y violencias de todo tipo, incluso no faltará la antropofagia… El padre de la narradora la llevará a ella y a su hermana hasta los terribles manglares, donde las entregará a las fiestas de siniestros personajes con las cabezas cubiertas por cabezas de animales. Toda la historia está recorrida por un aire de distanciamiento onírico.
La madre iniciará con la narradora una búsqueda, a través de los pueblos de la región, de algunos de los personajes del libro (no quiero destripar la trama), que, de nuevo, me ha recordado a las búsquedas de detectives salvajes de los libros de Bolaño.
La narradora se encontrará sola a los trece años, viviendo en una caravana a las puertas de un circo abandonado. La presencia del mundo del circo, como misterio y como amenaza, es muy intensa en esta historia, que, sin contar nada extraordinario o mágico, elude el realismo. A la adolescente de trece años le saldrá un protector inesperado, con el que iniciará nuevas búsquedas de detectives salvajes, con una atmósfera opresiva en todo momento.
Además del juego de la cerradura, ya comentado, habrá otras páginas en las que aparezcan partituras de música, que yo no sé leer y, por tanto, no sé si tienen significación real en la historia o son, más bien, decorativas. O incluso una mancha roja, imitando la sangre sobre la página.
En el tramo final, viviremos un nuevo cambio de narrador, que acercará al lector a las primeras páginas leídas, y esta historia misteriosa, en la que yo tenía, en más de una ocasión, la sensación de estar adentrándose en los resortes internos de una pesadilla, en la que la lógica narrativa había quedado abolida, cobrará, en gran medida, unidad y significado. Sin quedar, por ello, unidos todos los cabos expuestos.
Quizás el punto débil que le podría sacar a Paranoica fierita es que todo lo terrible que se muestra en esta obra es tan exagerado que a veces parece bordear la parodia o la búsqueda de lo epatante por encima de la limpieza narrativa. Las apenas cien páginas de Paranoica fierita son realmente intensas. Es esta una narración que da más importancia a la creación de atmósferas que a la de una trama clara (aunque ya he apuntando que sí que acabará existiendo una trama que se mostrará al final de la novela). El lenguaje es poético, misterio y oscuro. Lo contado es terrible, violento y opresivo. Paranoica fierita es una novela extraña y pesadillesca para amantes de los cócteles fuertes.

Publicado en Revista Kokep

jueves, 3 de noviembre de 2022

# PARANOICA FIERITA X #

 


PARANOICA FIERITA (MIGUEL ÁNGEL MAYA)

Por José Luis Pascual

Sin aliento. Así es como te dejan las primeras líneas de Paranoica fierita. Líneas que se despliegan durante seis páginas, líneas contenidas en un marco de cerradura —esto es literal— y que pese a ello arañan tus pupilas con una saña poco habitual. Menudo prólogo para la novela. Ya se establece el narrador como espejo de un autor, Miguel Ángel Maya, que suelta su prosa a base de aldabonazos propinados con una bola de demolición. No muestra rastro de piedad hacia sus personajes, menos aún hacia el lector. Es un efecto curioso el que produce su lectura, una suerte de hechizo que va disponiendo de ti a su antojo para atizarte en el momento menos esperado.

Poco que contar de la trama, mejor que descubra el lector todos sus vericuetos. Decir, en todo caso, que la columna vertebral de la novela la ocupan una niña y un viejo pianista, pareja que asiste a un apocalipsis interior como pocas veces hemos leído. Hay también una trama criminal, pero permanece oculta tras una capa de niebla durante toda la obra. 

Pese a su brevedad y a su cierta economía narrativa, dentro de Paranoica fierita hay varias novelas. Una es una historia íntima y terrible contada por la niña primero y el pianista después, víctimas y verdugos dentro una serie de eventos turbios que indefectiblemente imprimen una huella muy profunda en ambos. Otra es toda una odisea criminal, un «american gothic» —sustitúyase el «american» por un más adecuado «nowhere»— que traza un arco temporal bastante amplio dentro del cual respira un decorado desalentador y lleno de suciedad a varios niveles. La última —es probable que haya más pero me centraré en estas tres— es una novela de terror en la que se despliega todo un catálogo de perversiones y atrocidades muy pareja en intenciones a ese horror intuido que tan bien maneja Mónica Ojeda.

Tal tríptico de novelas se compacta en un libro que se me antoja especial. Especial por su lenguaje, que opera preciso a distintos niveles. Hay un nivel poético en la continua búsqueda de imágenes y sentimientos, pero también hay un nivel puramente instintivo, básico, que apunta a esas formas de violencia que no suelen asomar con facilidad. Y hay otro nivel, omitido, en el que estamos nosotros. Maya nos deja unos mínimos resquicios para que observemos el puzzle completo, pero en general decide que hemos de ser los lectores quienes deduzcamos algunos componentes, en general los más turbios. Este «contar fuera de plano» resulta un ejercicio sugerente y fascinante, y está tan medido que todo lo etéreo cobra un sentido oscuro, oscurísimo, en nuestra mente. Y ese apelar a nuestro subconsciente no está al alcance de cualquiera. Debemos trabajar durante esta lectura, y solo por eso ya merece la pena la obra.

Pero ojo, todo esto no significa que en las páginas no hallemos impresiones. Todo lo contrario. Uno asiste absorto a rincones tenebrosos que se van sucediendo uno tras otro, un catálogo de perversiones y comportamientos erróneos que nos pone en guardia. La relación entre el viejo pianista y la niña dista mucho de ser ejemplar, y por sí sola ya nos crea un problema incómodo, difícil de asir. Bendito problema, en mi opinión. 

Ni siquiera he hablado de Saint Simons, el decorado, que parece ser una constante en la carrera del autor. Dejaré, de nuevo, que sea el lector quien se tope con ese lugar. Tampoco he hablado del desenlace, un final circular, abierto, desconcertante, magistral. Recordé mucho La carretera de McCarthy leyendo esta novela.

Más allá de estos pensamientos sueltos, Paranoica fierita es todo lo anterior y mucho más, pero la definición perfecta la dio Paul Viejo durante la presentación de la novela en Madrid: Malicia preciosa. Y yo añado: hurgar en incendios interiores que no pueden apagarse.

Publicado en Dentro del monolito


 

viernes, 27 de mayo de 2022

# PARANOICA FIERITA IX #

 


«SUMERGIRSE EN UNA ALUCINACIÓN» 

por Santi Fernández Patón



La acaso injustamente poco conocida Carpenoctem publica la última y arriesgada novela de Miguel Ángel Maya, con la que demuestra que es dueño de un mundo propio y capaz de crear un lenguaje tan alucinado como la psique de sus personajes. Santi Fdez. Patón, uno de nuestros colaboradores habituales, se ha acercado a ella para servir como acicate de su lectura para nuestros asiduos parroquianos.

Pocas partituras del siglo XX resultan tan reconocibles como el Preludio para piano La catedral sumergida, esa pieza onírica, acuática, sí, con la que Debussy puso acordes a un viejo mito bretón. ¿Pero qué ocurre si trasladamos el eco de esa ensoñación al desierto, probablemente en el límite entre Estados Unidos y México? ¿Qué ocurre si ese mito, esa particular adaptación francesa del de la Atlántida, es ahora la melodía que se infiltra entre los jirones de carpas de circo castigadas por el sol despiadado del desierto, entre los costillares de las fieras muertas de inanición en sus jaulas, entre esqueletos de carromatos centelleantes en el vacío cruel de ese Saint Simons, un escenario que ya apareció en la primera novela Miguel Ángel Maya? Ocurre que la ensoñación se transforma en alucinación, y a partir de ahí todo es posible, sobre todo si una niña lacerada por la crueldad más intolerable aún expurga su calvario, veinticinco años después, en esas ruinas ardientes.

Paranoica fierita es una larga novela de tan solo cien páginas porque su fiebre impide que la podamos leer, como ingenuamente llegué a creer, de una sola tacada. La prosa arrebatada de Miguel Ángel Maya nos agarra sin desmayo, en una suerte de viaje fantasmagórico a lo largo de la raya ininteligible entre la locura y la sensatez. Por momentos, el fraseo se hace irrespirable y nos sitúa en un juego especular, al relato enfrentado del viejo y la niña, los dos personajes que narran, o sueñan, o deliran esta historia en la que el lector tendrá que dirimir, si puede, cuánto de verosímil hay en el monólogo de cada uno de ellos.

Esta es, a fin de cuentas, la plasmación de un desgarro, el de una niña desposeída de su infancia, entregada a la naturaleza más salvaje que puede anidar en un ser humano. El terror de esa naturaleza  queda aquí simbolizado en un manglar casi mítico, vaporoso en su consistencia, pero tangible en los efectos devastadores que dejará, para siempre, en la personalidad de la niña. Como todo desgarro, las versiones de sus responsables confrontarán entre ellas, entre sus verdades o sus espejismos, por los meandros de la culpa, de la justificación, de la mentira. Y el lector tendrá que dirimir cuánto de real hay en en cada una de esas versiones. También como en todo desgarro, esta novela encierra una huida por paisajes desolados que, finalmente, arruinan del mismo modo la psique de su protagonista, porque el paisaje es solo el reflejo de nosotros mismos.

Hay que saber mantener la tensión para que todo ello funcione, para que, en definitiva, se vuelva cierta la máxima de que la literatura es la forma, de que una historia no es la misma según cómo la cuentas. Aquí el lenguaje es tan primordial como todo lo demás porque se trata de que vivamos en el lugar fronterizo de la psique de sus personajes: un lugar a veces repleto de tósigo, sofocante, claustrofóbico, pero en otras lúcido y esperanzado, como las notas de un piano en mitad del horror de los manglares.

El espanto, la conciencia de que para salir de él solo vale, de manera paradójica, la inconsciencia, de que la mente es a la vez el veneno y el remedio, de que el cuerpo no siempre se disocia de la emoción, de que el amor y el roce quizás se inventen de mil formas no conocidas, y por tanto con códigos nuevos, en ocasiones terribles, de que el tiempo es solo una convención más que, en veinticinco años, quedará suspendido en el laberinto de una herida ya constitutiva…. Nada de eso se puede describir, pero sí reflejar, por eso el lenguaje resulta aquí fundamental. Por eso, en esta novela, más que en tantas otras, es la herramienta delicada con la que el escritor se lo jugará todo.

Miguel Ángel Maya, con la complicidad de una cuidada edición, sale airoso de su original empeño, y el lector le agradecerá haber traspasado con él algunos límites habituales en la narrativa actual. Su principal logro es ese, y a mí me parece que solo por ello merece la pena sumergirse en estos manglares de alucinación y fronteras.

Publicado en Revista Penúltima

domingo, 22 de mayo de 2022

# PARANOICA FIERITA VIII #

 


(Foto de Raquel G. Otero)

Tus libros se mueven siempre en un territorio geográfico muy propio, que recuerda al sur de los Estados Unidos, un territorio de frontera entre razas y pueblos. ¿Cómo surge la idea de Saint Simons y sus alrededores?

Me interesan mucho las fronteras, los límites y los márgenes en sentido amplio: en qué momento dejamos de llamar persona a un criminal o a una persona llena de defectos físicos y empezamos a llamarlo monstruo, por ejemplo. Dependiendo de dónde situemos el límite vamos a tener una descripción de la realidad u otra. Me fascinan esos mapas medievales en los que había un monstruo dibujado justo donde empezaba la tierra ignota, y esas realidades fronterizas me interesan en general porque es ahí donde se puede abordar una historia desde la ambigüedad, ahondando en lo oscuro, lo contradictorio, lo secreto. he cruzado muchas fronteras por tierra, y en todas ellas, sin excepción, me ha sucedido algo rocambolesco y he conocido a gente particular (gente con la que jamás me tomaría un café en una realidad «normal») con la que me he visto obligado a tratar solo por las circunstancias que impone la propia frontera. Me fascina como escenario ese punto de cierta suspensión moral, de peligro, de cinismo o de corrupción solapada que hay en las fronteras, el hecho de ser un territorio de paso desde el que mucha gente puede empezar de cero o incluso cambiar de identidad, me interesa como escenario. Saint Simons, que sí es un lugar desértico y que podría formar parte de esa frontera entre Estados Unidos y México, a mí me recuerda, en un sentido más profundo, a esa «anarquía del poder» que Pasolini desgrana en Salò e le 120 giornate di Sodoma. Es una topografía brutal y extrema, poblada por seres que tienen algo de animalescos y que son, en su inmensa mayoría, cómplices de esa brutalidad, al menos aparentemente. Una actitud colectiva muy humana, por otra parte.


Ese espacio geográfico, ¿ha cambiado mucho desde tu primera novela?

Saint Simons apareció por primera vez en Últimas 2 horas y 58 minutos, mi primera novela, y tiene que ver con el propósito principal que me planteé al escribirla: qué cabe dentro de un libro (de nuevo, los límites), hasta dónde me perdonará el lector o lectora que estire el delirio, qué no podré meter ahí dentro. En un momento determinado, el personaje pasa por Saint Simons, que apenas está apuntalado entonces, pero yo me quedé con ganas de volver y detenerme un poco más. Después, sin ser muy consciente de ello, empecé a escribir ciertas historias que en un principio escribía a tientas y que iba situando en un lugar que todavía no se llamaba Saint Simons, hasta que en una de ellas lo nombré. Después, revisando documentos, me di cuenta de que esas historias tenían un telón de fondo muy definido, repetía historias que creía no haber escrito, pero desde otras perspectivas o con variaciones. Me sorprendió que, en aquellas historias, relatos irregulares, muy dispares entre sí, pero con muchas conexiones casi subterráneas, estuviera tan definido el escenario donde acontecían. Por eso las recopilé en El hombre que decía haber salvado a Rebeca B., aunque no sea un libro del que me sienta particularmente satisfecho creo que el escenario está muy bien definido. El Saint Simons de Paranoica fierita es más extremo, despiadado y brutal, y por eso creo que ya no puede dar más de sí. En la última parte, el anciano dice cómo es Saint Simons ahora, veinticinco años después, y por su descripción queda claro que ahora es una ciudad turística, supongo que gentrificada, con RB&Bs y cadenas de comida rápida, donde lo que pasó (la historia que se cuenta) apenas es un lejano recuerdo. Creo que ha llegado el momento de irse para siempre de Saint Simons. Lo necesito. De hecho, hace ya tiempo que estoy, literariamente, en otros lugares. Eso sí, creo que se merecía este punto final.


En Paranoica fierita nos encontramos, por un lado, con el asombro herido de una niña cuyo mundo es corrompido y manejado por fuerzas que ella desconoce, que solo padece. Y un anciano que, por el contrario, sabe mucho pero teme hablar. ¿Cómo has manejado literariamente ese contraste de voces?

Esta es una pregunta complicada. Yo, por mi profesión (la considero una, aunque en sentido estricto sean dos), tengo una relación muy técnica con el lenguaje: me dedico a la enseñanza de Español como Lengua Extranjera y además trabajo como lingüista para una empresa (mi materia prima son las traducciones técnicas, el lenguaje de programación, la inteligencia artificial, etc.). El trabajo de las voces es para mí un trabajo técnico. El problema que tenía con esta novela es que el telón de fondo sobre el que transcurre es la locura: a la niña, los mismos que la hieren, son quienes la ingresan en el psiquiátrico. La voz de la niña (en realidad es la niña 25 años y una estancia en el psiquiátrico después) es, sin embargo, mucho más equilibrada que la voz del anciano, en la que es evidente que hay algo raro, atropellado, oscuro. De hecho, la parte de la historia de él es mucho más inverosímil y delirante que la de ella. Cuando la concebía tenía muy presente El gran vidrio, de Mario Bellatin, que es una historia que parece transcurrir detrás de las palabras, entorpecida por las palabras que la cuentan o como si las palabras más que iluminar la historia crearan sobre ella una interferencia molesta. Y algo parecido era lo que quería conseguir con las dos voces: que, a través del relato herido pero a la vez muy inconsciente de ella y del relato tergiversador y tramposo de él, se pudiera entrever la historia a la que ambos se refieren.


La novela tiene un ritmo alto, de tensión sostenida. Con pocas paradas y muy medidas como, por ejemplo, la escena en que el anciano le enseña a ella a tocar el piano en el desierto. ¿Fue difícil dar con el tono y la velocidad adecuadas para la obra? ¿Has trabajado mucho en ella?

Sí, esos momentos en los que el ritmo se hace más lento están relacionados con la música y es cuando el tiempo interno de la narración se traslada al de la partitura: la primera es con La cathédral engloutie, de Debussy, la segunda es con el Gnossienne nº1, de Satie y la tercera con el divertimento Promenade, de Prokoffiev, que es la primera pieza que la niña aprende a tocar en el piano. El tono lo tuve muy claro desde el primer momento. La estructura, y, en consecuencia, el ritmo, sí tuvo bastante trabajo, pero en esencia estaba ahí desde el principio. Soy músico y la concebí de forma similar al de una pieza musical. La novela nació de un cuento largo que no me satisfacía porque sentía que le faltaba desarrollo, que necesitaba más espacio, más densidad. Cuando la di por terminada tenía el doble de páginas que ahora, pero tampoco me satisfacía, precisamente porque lo esencial (lo que era el cuento) quedaba demasiado diluido. El caso es que intentaba corregirla, pero no daba con la tecla: me daba cuenta de que por más que la retocaba y cambiaba cosas no terminaba solucionando el problema de base. En esas estaba cuando a mi perro le detectaron un tumor muy agresivo e incurable y mi vida y la de mi pareja estuvieron girando durante unos meses en torno a él: se redujo a lo esencial, al ritmo que marcaba su tratamiento médico, a organizarnos funcionalmente para estar con él. Todo lo demás pasó a un segundo plano. A veces, por poner un ejemplo, no nos acordábamos de hacer de comer, por ejemplo. Y, por supuesto, también me olvidé de la novela. Bien, un mes y pico después de su muerte, volví a abrirla y, para mi sorpresa, me fue extremadamente fácil detectar el esqueleto y el ritmo de la historia, y no sentí ningún remordimiento en deshacerme de párrafos y páginas enteras. Fue una corrección muy severa y con mucha rabia y tristeza, pero al mismo tiempo muy lúcida. Fue una inspiración extraña, no para escribir sino para desescribir y borrar.


Un aspecto que me parece importante en esta novela es el del cine. También lo destaca Sara Mesa en la recomendación suya que acompaña la novela. No porque sea una novela de esas que, por trama, sean fáciles de llevar a la pantalla. Sino porque recoge o eso me parece muchas influencias cinematográficas: Tarantino, algo de Tim Burton. ¿Qué papel juega el cine en tu obra?

Sí, esto es algo que me han dicho mucho y yo solo soy consciente de ello porque me lo dicen. El caso es que yo, que también escribo historias con formato de guion (he dirigido dos cortos y estoy trabajando en un guion de largometraje), concibo la escritura cinematográfica y la narrativa de formas casi antagónicas, pero probablemente esté ahí de forma inconsciente. Fernando Marías, que era un cinéfilo empedernido, me dijo que lo que más le gustó con diferencia de Últimas 2 horas y 58 minutos era que al leerla le parecía estar viendo una película de los hermanos Coen. Sara Mesa ha encontrado las huellas de Tarantino y de Lynch, y, aunque yo ni siquiera lo había pensado, sí que reconozco algo de ellos en la novela, como también lo hay de Paris-Texas, de Wim Wenders; de Bagdad Café, de Percy Adlon, o de Leaving Las Vegas, de Mike Figgis. Tampoco habría pensado en Tim Burton, pero sí, me siento próximo a su estética. El cine es para mí una primera necesidad, como lo es la música, la literatura, el agua o respirar, así que pienso que es lógico que impregne también mi literatura, como impregna mi vida.


Otra clave de la obra es el riesgo formal, comienza casi como una novela gráfica, hay un cambio de voces, tenemos partituras, un final sorprendente y un poco abrupto que vuelve a dar importancia a lo gráfico… ¿Es importante para ti como escritor ese riesgo formal? ¿O son exigencias del tipo de historias que te interesan?

No sé si la calificaría de formalmente arriesgada. En cualquier caso, tengo un combate muy particular contra esas divisiones platónicas que por una parte nos hacen la vida más fácil pero por otra nos proporcionan coartadas infames. Hablo de la división forma versus contenido, cuerpo versus alma, razón versus corazón, etc. Son metáforas que han hecho que asumamos que la realidad es así. Y no lo es, porque son escisiones metafóricas. Yo no creo que una historia pueda existir en sí misma independientemente de cómo se cuente. El juego oulipiano de Queneau (contar, como un ejercicio de estilo, la misma escena de un autobús 99 veces) termina dando como resultado no una misma historia contada de 99 formas diferentes sino 99 historias diferentes. Una historia no está en un plano diferente al de su narración, sino que son un todo indivisible y la forma de contarla construye la historia y viceversa. La historia está concebida así y ese comienzo como de novela gráfica, las partituras o el final abrupto «son» la historia. Para mí escribir es libertad y es juego, y de ahí parte todo lo demás. Me gusta ampliar al máximo las formas de narrar y me encanta tener la libertad de poder servirme de cualquier herramienta (incluso de otras disciplinas) que me permita contar lo que necesito. Desde hace mucho tiempo estoy trabajando en un proyecto literario que, aunque el epicentro sea una novela, estará narrado en parte a través de pintura, música y cine, de una forma literal.


A nivel de contenido hay cierto gusto por la sordidez, por los antros, los espacios oscuros, ese circo abandonado y de fieras muertas… ¿De dónde nace ese interés y qué persigues con él? ¿Hay una voluntad de señalar que solo la comodidad y paz de las ciudades es mera apariencia o es otra cosa?

La sordidez, los espacios oscuros o lo abandonado en general permiten poner radicalmente el foco en nuestros propios desajustes como humanos. Desde pequeño me han atraído mucho, en las ciudades y en las personas, todo eso que no se ve, lo subterráneo, lo secreto, los silencios, lo que nadie cuenta, lo que nadie sabe, a lo que nadie hace referencia… pero que está ahí. Tengo un archivo criminológico en el que recopilo información sobre crímenes que me llaman la atención. Bien, en un noventa por ciento de estos, el criminal es una persona con una doble vida: la que todo el mundo conoce o cree conocer, y la que solo terminan conociendo sus víctimas. Tengo cientos de historias criminales protagonizadas por personas aparentemente encantadoras y normales. Durante mucho tiempo, porque estaba investigando ese tema, estuve suscrito a El blog del narco, que es una página a la que los diferentes cárteles mandan los vídeos de los interrogatorios a los intermediarios de otros cárteles. Allí he visto cosas que no pensaba que pudieran hacer los humanos (abrir en canal a un hombre vivo y arrancarle el corazón, por ejemplo). En una ocasión, Paco Robles, el editor de Candaya, me dijo que algo similar le había sucedido a Mónica Ojeda cuando estaba investigando la Deep Web creo que para escribir Mandíbula. A mí El blog del narco me permitió entender la lógica y la impunidad de los feminicidios en México, por ejemplo, o entender radicalmente la última entrevista que le concedió Pier Paolo Pasolini a Furio Colombo, apenas unas horas antes de ser asesinado. En ella decía (esta es mi traducción): «yo bajo al infierno y sé cosas que no interfieren la paz de los demás. Pero estad atentos. El infierno está subiendo hacia vosotros. Es verdad que viene con máscaras y con banderas diferentes. Es verdad que sueña su uniforme y su justificación (alguna vez). Pero es verdad que sus ganas, su necesidad de dar un golpe con una barra de hierro, de agredir, de matar, es fuerte y es general. No será por mucho tiempo la experiencia privada y arriesgada de quien ha, cómo decirlo, tocado “la vida violenta”.» Yo tengo muy presente estas palabras, sobre todo porque las dijo horas antes de que cinco personas le tendieran una trampa y lo masacraran dándole golpes con barras de hierro y pasándole un coche por encima. Creo, como Pasolini, que el infierno lo tenemos aquí, pero casi nunca lo vemos. No hablemos ya de mirarlo a los ojos.


Como escritor, ¿en qué lugar te ubicas ahora mismo? ¿Te sientes identificado con tendencias y obras de la narrativa actual o estás un poco al margen?

Yo creo que, aun estando al margen, es importante mantener un diálogo con todo lo que se está haciendo y lo que se ha hecho. La literatura es un diálogo y yo la concibo como una red o como un espectro de constelaciones. La lectura y la escritura no puede no ser un diálogo constante con otras lecturas y otras escrituras. No suelo identificarme con tendencias, las sigo con mayor o menor interés, o con mayor o menor simpatía, pero cuando pienso en la palabra tendencia me imagino una corriente de estorninos que varían el sentido del vuelo a la misma vez. En cualquier caso, sí, estoy al tanto de casi todo y tengo curiosidad por casi todo. En cualquier caso, a mí lo que siempre me han interesado han sido las raras avis, no solo en la literatura, sino en la música, en cualquier arte, en la vida. Me gustan las voces únicas, la gente que habla de forma diferente, que cuenta las cosas de forma diferente, que se fija en detalles en los que la mayoría no se fija. Me encanta abrir un libro y no tener la sensación de que ya me suena a leído. Me gustan los libros irregulares que tienen una punzada, que me dejan malherido o tiritando o feliz o angustiado, las historias imperfectas, aunque les sobren páginas o tengan incoherencias o no estén del todo bien escritas. Me interesan mucho los proyectos o los discursos literarios que buscan dar una vuelta de tuerca, que miran más allá, que buscan «otra cosa», que se salen de lo trillado, de lo esperable. Oí a César Aira decir una vez que lo ideal sería que todo el mundo escribiera algo bueno, pero que, al estar eso al alcance de muy pocos, defiende que, si no es bueno, que al menos sea nuevo. Y yo estoy totalmente de acuerdo con esa premisa. En la literatura y en la vida.

Entrevista en Todoliteratura 


sábado, 21 de mayo de 2022

# PARANOICA FIERITA VII #

 


Sevillanos, sevillanas, como alcalde vuestro que soy, me complace informaros de que el próximo martes, 24 de mayo si la cuenta de la vieja no me falla, tendré el placer de acompañar a Miguel Ángel Maya en la presentación de Paranoica fierita, su última novela que os recomiendo de todas todas. Un libro que se encuentra en el punto donde interseccionan Onetti, Horacio Quiroga y David Lynch, repleto de personajes marginales, al borde de la locura, más próximos a la animalidad que a lo que nos hace humanos, en el que la música, como elemento mágico, obra como puerta hacia la ternura.

La cita es a las 19:30 en la Librería Verbo. De verdad que merece la pena conocer a la paranoica fierita de Miguel Ángel Maya. ¡Muac!

Carlos Frontera


Miguel Ángel Maya

jueves, 19 de mayo de 2022

# PARANOICA FIERITA VI #

 



Conozco a Miguel Ángel Maya desde hace tiempo y reconozco su mundo, el circo, el piano, el terror, las desapariciones. Sin embargo, hasta ahora no había encontrado todo esto en una prosa tan febril y arrebatada, tan violenta y oscura. Leído de una sentada pero con varias paradas a respirar fuera del manglar y de las caravanas cerradas.

«Es en el ritual de la música donde hay pequeños seísmos, movimientos de tierras que se asientan en el desorden, en un frágil equilibrio sobre la locura, en un escalofrío, en una punzada que a veces se arrastra como una serpiente y a veces vuela como un pájaro». 

Y quien dice ritual de la música dice ritual de la escritura.

Fernando Jiménez

miércoles, 18 de mayo de 2022

FALSA ANTOLOGÍA COMPLETA DE LOS POETAS INCENDIARIOS / A PROPÓSITO DE DEBRAH WYCLIFFE

 


La poeta y provocadora artista mexicana Debrah Wycliffe (1983-2012) fue una de las principales figuras del llamado Nuevo Incendiarismo. Cuando se van a cumplir diez años de su brutal asesinato, Col.lectiu Camì Fondo la homenajea revisitando cuatro de sus poemas y arropándolos con música en el EP A propósito de Debrah Wycliffe, que se publica ahora, en una edición limitadísima de 100 ejemplares, conjuntamente a una reedición especial de Falsa antología completa de los poetas incendiarios (Editorial Alegoría).

Se puede conseguir aquí.

Miguel Ángel Maya

viernes, 29 de abril de 2022

# PARANOICA FIERITA IV #

 



«Devoras este libro, raro, incomprensible, ágil, desagradable, fangoso, fascinante, como todas aquellas cosas que no quieres mirar y no puedes dejar de mirar». 

Andrea Reyes 

(Texto y foto)


Me emociona mucho que alguien que no conozco diga algo así, y estoy convencido de que, si la literatura y los libros tienen un sentido más allá del misterio de su existencia, es precisamente entablar este tipo de diálogos entre personas completamente desconocidas que, de pronto, al compartir un texto, se sienten cómplices.

martes, 26 de abril de 2022

# PARANOICA FIERITA III #

 


La sinopsis de la novela dice así:

«Una niña es arrastrada primero por su madre y después por un extraño y viejo pianista en una huida sin destino aparente. ¿De qué huyen? ¿Quién los amenaza? ¿Qué ocurrirá cuando, veinticinco años después, vuelvan a encontrarse? La mirada deformada por la violencia de la protagonista nos lleva, como en una road movie alucinada, por los vericuetos de un desierto, junto a un circo abandonado, a las afueras de la inquietante Saint Simons y sus alrededores».
La historia no me ha gustado tanto como pensé que lo haría. Mi primera impresión es que no estoy ante una novela corta, sino ante un relato largo, un cuento con un exceso de páginas. Se me ha hecho eterno un libro de poco más de cien páginas, y eso nunca es bueno. No sé si definir Paranoica fierita como un soliloquio que a veces es interrumpido por un monólogo pretencioso, o un monólogo metaliterario con incrustaciones soliloquianas. La historia no me ha parecido ni mala ni buena, me ha dejado descolocado, a mi juzgar le ha faltado un poco de coherencia literaria, es decir, aunque la trama tiene su recorrido en la novela, hay un momento en el que todo pierde efectividad, a unas veinticinco páginas del final, el último giro es desbocado, descarrila, a mí me parece todo demasiado dramatizado, como cuando la sobreactuación de los actores quita realismo a lo que está pasando en una película. He tenido que releer algunos pasajes de la novela porque, sinceramente, no me enteraba de lo que estaba pasando, o de lo que tenía que pasar. Con el estilo literario, el ritmo narrativo, me ha ocurrido algo curioso, al principio me ha resultado interesante, incluso me ha gustado, pero a medida que iba avanzando en la lectura ese mismo estilo y ritmo me ha terminado cansando, unas oraciones muy largas, otras inconclusas, dos voces (¿o una?) con una tonalidad totalmente neutra.
Me engatusó la contraportada del libro, en el que decía que la atmósfera de Paranoica Fierita recordaba a David Lynch y que contenía una trama salvaje a lo Quentin Tarantino, entre otras cosas, y yo lo que me he encontrado ha sido un texto con mucha intención pero con un resultado bastante pobre.
Definitivamente no es un libro que recomendaría a todo el mundo.

Jesús Cuenca Torres en La jungla de las letras

Aunque no sea una crítica ni mucho menos favorable, creo que está bien argumentada y creo que no le falta razón en muchos aspectos. Voy a intentar aclarar sobre todo el tema de las voces. Hay un punto de partida importante: el telón de fondo de toda la novela es la locura. Eso pretendía con la cita de Leopoldo María Panero al principio: «de todos los favores que pude prometerte / te debo la locura». Los dos personajes hablan desde ahí, lo que pasa es que la voz de ella (que ha estado en el psiquiátrico) parece bastante más cuerda o centrada que la de él. Efectivamente, el anciano relata una historia inverosímil que apenas se entiende. Esto es cierto, pero es que eso es exactamente lo que yo estaba buscando con ese monólogo final de él. Alguien que dice lo que él dice y de la manera en la que lo dice no parece una persona muy centrada para tener la relación que ha tenido con la niña. Creo que, si él hubiera hablado de otra forma, su voz no habría tenido sentido y la historia se habría caído o habría sido otra.

Creo que esa parte es la clave de la novela, y es ahí es donde radica la principal diferencia entre la lectura de Jesús Cuenca Torres y mi escritura, ya que solo a través de cómo habla el anciano (de lo ininteligible de ese monólogo final, contando cosas completamente inverosímiles y, efectivamente, demasiado dramatizado o incluso demasiado grotesco) nos damos cuenta, creo, de quién es realmente. 

Me planteé la novela como una historia que se pudiera entrever a pesar de las palabras, que quedara sedimentada ahí, detrás de unas palabras que en todo momento están interfiriendo sobre ella, que la están deformando, sobre el telón de fondo de la locura. Solo eso. 

En cuanto a lo demás, puedo diferir más o menos, pero respeto profundamente la crítica y, como todo lo que está bien argumentado, me ha dado mucho que pensar y de todo he tomado nota. 

Miguel Ángel Maya

sábado, 16 de abril de 2022

# PARANOICA FIERITA II #

 

Lo primero, al llegar a una nueva ciudad, es buscar esos lugares que sabes que, con el tiempo, cuando algunos de sus rincones se vayan convirtiendo en tu hábitat, serán tu casa. En mi caso pongo particular atención y empeño a la búsqueda de bares y librerías. Pues bien, me emociona mucho entrar en la librería Numax (que ya es mi librería-casa aquí) y encontrarme una Paranoica fierita, dialogando cual comadre con otros libros, tan bien acompañada, tan inesperada, tan brillante, tan en casa como yo.

Miguel Ángel Maya

sábado, 9 de abril de 2022

# PARANOICA FIERITA I #

 

La puesta de largo

 

de todos los favores que pude prometerte

te debo la locura

Leopoldo María Panero


 Les presento Paranoica fierita

Miguel Ángel Maya