El Señor Dasein y el Babalao
El Señor Dasein está sentado en
el único sillón, descascarado, de la sala de espera, húmeda, mohosa, desde la
que aguarda, como una alimaña agazapada, a que la señorita abra la puerta y
diga «Señor Dasein, el Babalao dice que puede pasar». Repasa, una y otra vez,
el bulto con su mano izquierda y callosa. «Está más duro», piensa. Contempla
las fotografías del Babalao, negro, vestido de blanco, que adornan la sala.
Husmea los diplomas, el polvo, el abandono. Sus huellas dactilares recorren, se
deslizan, por el bulto, el epicentro del temor, el resquicio por el que se
despeña su futuro. Se abre la puerta. La señorita va a pronunciar su nombre. Al
otro lado espera, negro, vestido de blanco, su última esperanza.
2 comentarios:
Va bien, Esto va bien.
¡Gracias, Nano! :-)
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