Lumbre
Lumbre bajó atropellada las
escaleras llevando puesto el vestido de noche azul heredado y llevando consigo
todas las joyas que había encontrado en la caja del hueco de la pared —siempre
el hueco de la pared—. La cremallera del vestido que lo cerraba desde el coxis
a la nuca, estaba rota en mitad de la espalda. Lumbre ya se había enjugado los
ojos. Ahora solo quedaba encontrar de entre todas las llaves aquella que le
permitiera abrir, por fin, la puerta de la calle y ser libre. Ya tendría tiempo
de preocuparse de la guerra que había dejado arriba. Se había pasado diez años
coleccionando coartadas.
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