(Viene de aquí)
...Y bien, prosigamos: aquí la segunda jornada del juego entre Pedro Larrañaga, colaborador de Granite & Rainbow, y Monsieur Moi...
Martes, 10 de diciembre de 2013
Pedro Larrañaga: De
nuestra conversación de ayer, me han quedado varias ideas revoloteando por la
cabeza. Sin embargo, hay una que ha terminado venciéndolas a todas, la de
«escritor del siglo XXI». Puedo hacerme una imagen de un escritor del siglo
XIX, incluso otra de un autor del XX, pero ¿cómo reconocería a un escritor del
siglo XXI?
Miguel Ángel Maya: La verdad es que es una pregunta
muy interesante y no estoy seguro de haber pensado detenidamente sobre ello. El
siglo XXI está caracterizado, al menos en nuestros países del primer mundo, por
lo digital, con todo lo que eso conlleva en cuanto a posibilidades de
información e inmediatez. Las historias se han desplazado en muchos casos hacia
el audiovisual: es por ejemplo en las grandes series de HBO donde hemos podido
disfrutar últimamente de las mejores historias largas (con largas, entiendo ese
tipo de historias que requieren de varios días o de muchas horas para ser
vistas por completo) escritas por extraordinarios guionistas. Cuando estuve
estudiando guión de cine, me sorprendía que la distinción entre escritor (novelista,
por ejemplo) y guionista no existe de una manera tan diferenciada en el mundo
anglosajón. En lo que a mí respecta, tengo la sensación de que lo que yo estoy
incubando ahora mismo, en lo que llevo trabajando desde hace tiempo, va un poco
por ahí: lo ideal es usar toda la artillería pesada de la que pueda echar mano
a la hora de escribir una historia y que esta no necesariamente tiene que
terminar en un libro: las historias en las que trabajo actualmente pasan por el
cine, por la música, por la ilustración, por la creación de un nuevo lenguaje,
por la combinación de todo aquello que me sirva para darle forma a un discurso
que puede terminar en un libro, sí, pero también puede trascenderlo. No sé si
eso es ser un escritor del siglo XXI, pero sí tengo el convencimiento de que la
literatura supeditada al libro es tan obsoleta como el petróleo o el arte del
toreo. Yo soy consumidor voraz de literatura y de libros y tengo un coche que
funciona con gasolina, de modo que no estoy diciendo que el libro esté muerto
ni nada por el estilo, pero sí creo que las historias tienen que ser capaces de
trascender el formato libro sólo usado como recipiente de palabras. El libro
puede ser algo más que eso, y el siglo XXI nos está obligando a
replanteárnoslo.
P.L.: Con
esta respuesta, y con las de ayer (en las que mencionaste la distancia entre la
escritura y la publicación, la diferencia entre «lo que quiero contar y lo que
quieren publicar»), me queda la sensación de un Miguel Ángel Maya muy volcado
en el polo escritor de ese eje «escritor-lector». Hemos leído y escuchado
muchas veces expresiones como «mis lectores», «el público» y otras semejantes
en las que parece ponerse el acento en el otro eje de ese polo. ¿Crees que
existe esa diferencia de enfoque a la hora de crear (de escribir)
MAM: Igual mis respuestas te han dado
esa sensación porque me he centrado en hablar acerca del proceso de escritura,
de la acción de escribir, pero como lector lo único que no soy capaz de
perdonarle a un libro es no ser tenido en cuenta por el autor. La escritura no
deja de ser una forma de comunicarse y no tiene por qué ser unidireccional: esa
era mi intención cuando en Últimas 2
horas y 58 minutos cometo la torpeza de facilitarle al lector la dirección
del email de Laura Mascherano para que el personaje, sin intermediarios,
prosiga con la historia si ella quiere seguir contándosela. Laura se enfadó
mucho conmigo, pero en el fondo le gustó que le diera esa libertad. Enseguida
detecto la escritura que prescinde del lector o la que lo trata como imbécil,
que es una forma de prescindir de él. Incluso tengo la sensación, a menudo,
sobre todo en las redes sociales, de encontrarme con entusiasmos literarios de
lectores que me recuerdan a esa gente que se aburre en las fiestas pero
sobreactúa fingiendo que se lo está pasando bien y gritan y se ríen de forma
estridente para hacer que se lo pasan bien. Buena parte del problema del arte
que se hace en España, sobre todo el que produce la gente joven, es
paradójicamente no tener en cuenta al receptor del mensaje artístico, o bien
tratar a ese receptor como retrasado mental. Es lo que yo llamo el Artista
Vasile (por el dueño de Tele5), o productor de Arte Vasile, que es aquel que
ambienta su cortometraje en un bar de Malasaña y cuyos personajes no sabemos
nunca de qué viven. Si uno escribe sin tener en cuenta a los lectores, mal
asunto. Para mí, al menos, es esencial, y como tengo pocos lectores casi les
pongo rostro y me imagino las circunstancias en que leen lo que escribo. Se
diría que les susurro al oído mis historias.
P.L.: «Casi
le pones rostro», me gusta esa idea. Lo comentaba hace no mucho con la
directora de G&R, recordando algo leído en algún lugar (el dónde no
importa), texto en el que se aseguraba que un escritor/a siempre escribe para
alguien en concreto (una persona física, con nombre, rostro, manías, gustos,
prejuicios…). ¿Para quién escribe Miguel Ángel Maya?
MAM: Es una pena que ahora no
encuentre los enlaces, [eso fue lo que respondí, pero los enlaces son este, este y este] pero le he dedicado algunas entradas en mi blog al
rostro del lector, y varias personas que han leído alguno de mis libros me han
dejado comentarios muy interesantes por lo que se identificaban desde el otro
lado con la intuición mía desde este lado. En este vídeo Bolaño contesta de una
manera muy interesante a esa pregunta.
No tengo la sensación de escribir
para alguien sino más bien de escribir teniendo en cuenta a ciertas personas:
temo defraudar a mi padre, que es mi mejor y más sincero lector; temo que mis
parejas o mis familiares cercanos me llamen farsante o que en lo que escribo
encuentren talones de Aquiles o demasiada biografía; me pregunto, cuando hago
trampas, qué pensaría Manuel Puig si me viera haciendo trampas; o si le
gustaría a Billy Wilder o a Roberto Bolaño lo que escribo. Con todo eso
escribo, pero no para alguien. Una vez, sin embargo, iba por la estación de
Atocha y vi a una chica de unos treinta años, pelirroja, con un abrigo largo,
negro, sentada a una de las mesas, con un bolso en la mesa y una taza de café,
leyendo un libro ensimismada. Creo que era Diablo
guardián, de Xavier Velasco. Recuerdo que me quedé un rato mirándola y
sentí cierta envidia de Xavier Velasco por cómo aquella chica estaba leyendo su
libro, por el ensimismamiento y el disfrute que veía en ella. Cuando escribo y
tengo la sensación de que eso que estoy escribiendo va a terminar
inexorablemente en un libro, siempre imagino a una lectora parecida a aquella
con ese libro en sus manos, resguardándose del frío en un café y en mi historia.
P.L.: Y esa
lectora, con su cabello pelirrojo, en una estación, con un libro en las manos y
resguardándose del frío en un café en una estación (un martes, por supuesto),
¿qué canción tendría como banda sonora?
MAM: La calidez de
Tom Waits le iría bien. Cold cold ground, por ejemplo.
...That's all, folks!
(Mañana, la tercera entrega del juego)
Miguel Ángel Maya
21 de enero de 2014
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