Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes,
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
si quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.
Oliverio Girondo, "Nocturno"
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes,
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
si quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.
Oliverio Girondo, "Nocturno"
...Casi no dormí esta noche. Soñé un poco, acaricié con ternura algo que dormía a orillas de la cama pero cuando quise darme cuenta me había desvelado la misma madrugada con la que estuve apunto de cruzarme al volver a casa. Es bonito soñarte sin que tú lo sepas, sin importancia, sin documentos. Es bonito que se dibuje esa sonrisa calamitosa al otro lado del espejo, ese entrechocar de azares imposibles que apenas sobreviven al sabor del gin-tonic...
...Anoche te tuve en la boca, en mi boca, en el cielo, en el paladar, como quien no quiere esperarte...
...Ahora suena una música lenta, y tengo un suave cansancio de gin-tonic, y la mirada cansada de cine, de humo, de regreso a casa, de dos o tres horas de sueño: sueño en los dos sentidos...
...Anoche te tuve en la boca, en mi boca, en el cielo, en el paladar, como quien no quiere esperarte...
...Ahora suena una música lenta, y tengo un suave cansancio de gin-tonic, y la mirada cansada de cine, de humo, de regreso a casa, de dos o tres horas de sueño: sueño en los dos sentidos...
...Con la ternura incomparable de abrazarse a algo que duerme pensaba en las últimas imágenes del naufragio, en eso que decía Belén Gopegui en no sé qué libro: "todo el mundo tiene su Moby Dick". Sí, es verdad, pienso, rumio. No todo el mundo tiene entre sus recuerdos de infancia haber visto a la trapecista que antes se había jugado la vida a muchos metros del suelo dándole de mamar a un niño, sentada a la puerta de una caravana, mientras su primo payaso se maquilla para hacer la función...
...Pero sí, todo el mundo tiene su Moby Dick. Mi biografía está llena de ballenas blancas: la terrible indiferente y lúdica y dolorosa escurridiza maravilla que siempre se escapaba, que no quería quererme, que le daba igual quererme, quien, sin más equipaje que las cuentas pendientes consigo misma, se dejaba abrazar por aquellos que sabían hacerlo...
...No yo, que aunque te tuviera enfrente durante tantos años seguía soñando contigo...
...Maldito corazón, cada vez hace unos ritmos más raros...
Miguel Ángel Maya
Madrid, 26 febrero 2010
...Pero sí, todo el mundo tiene su Moby Dick. Mi biografía está llena de ballenas blancas: la terrible indiferente y lúdica y dolorosa escurridiza maravilla que siempre se escapaba, que no quería quererme, que le daba igual quererme, quien, sin más equipaje que las cuentas pendientes consigo misma, se dejaba abrazar por aquellos que sabían hacerlo...
...No yo, que aunque te tuviera enfrente durante tantos años seguía soñando contigo...
...Maldito corazón, cada vez hace unos ritmos más raros...
Miguel Ángel Maya
Madrid, 26 febrero 2010