...Nunca sé qué hacer en estos casos: me da pudor y me siento orgulloso a partes iguales...
...En cinco años pasan cosas en la vida, y por tanto pasan cosas en la escritura, y en cinco años de fragilidad más todavía. Siempre he creído que lo más importante de la escritura es el magma y que los libros son anecdóticos, pequeños escapes de ese magma. Tenía ganas de que a un editor le interesara algo de ese magma y apostara por mí. No por un libro mío, sino por mí. A veces, en raptos de orgullo pienso que el discurso que provoca ese magma no está mal. La literatura es una cuestión de afinidades y también es algo muy frágil y condicionado por miles de circunstancias y variantes: por qué empezar una historia, o lo que es más problemático, por qué seguirla...
...Estos cinco años no han sido fáciles en general, y tampoco han sido "literariamente" fáciles en particular, por eso volver a empezar ha sido tan importante para mí...
...No quiero caer en esa autorreferencialidad estúpida de algunos escritores, en esa endogamia de elogios recíprocos y de nada cotidiana, de ahí el pudor, de ahí el miedo a que este orgullo mezclado con pudor se malinterprete...
...No recuerdo lo que dije el viernes en la presentación de El hombre que decía haber salvado a Rebeca B., pero Sara Mesa leyó lo que hay después del vídeo de Beirut, y para mí es un gustazo que los ojos verdes de Sara de los que estoy enamorado por cómo miran y por lo que ven y por lo que escriben, hayan leído esto entre las ciento sesenta y pico páginas del libro que ha salido de mis ojos, de mi saliva, de mis dedos, de mi cabeza...
...Y estoy orgulloso de lo que dijo, y me sigue emocionando cuando lo releo...
...Por eso creo que es honesto ponerlo aquí, aunque el pudor me de señales de alarma, y el pornógrafo en horas bajas que hay en mí siga durmiendo, y aunque este autobombo parezca más endogamia de la de siempre...
...Porque no lo es, porque mi emoción tiene más que ver con eso que decía Cortázar cuando hablaba de la luciérnaga: "y sin embargo basta suponerle una conciencia para comprender que
cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz debe sentir
como una cosquilla de privilegio"...
...Pues eso: Sara dit ça:
Comienzo a leer El hombre que decía haber salvado a Rebeca B. No es el primer libro que leo de Migue. Conozco a Migue desde hace un par de años. Me gusta cómo escribe. No me sorprende entonces el arranque: una prosa ágil, bien medida, intrigante: yo sé que es bueno. El ritmo consigue pautar los tiempos de lectura a la perfección. La historia seduce, engancha. Pronto me veo envuelta en una atmósfera singular: misterio, oscuridad, glamour, intensidad, terror. Cinematografía por todos lados. Espectros. Seres doloridos que esconden secretos. Una ciudad que también esconde secretos. Reconozco a Migue en cada párrafo: los temas de Migue, las obsesiones de Migue, el universo de Migue en estado puro: pequeños y amenazantes seres gulliverianos, enigmáticos personajes femeninos, canibalismo, la brutalidad que convive con el refinamiento, inventores de objetos peculiares, mitografías propias, el mundo del circo, la magia…
Qué mejor se puede decir de un escritor que se le reconoce en cada párrafo. Que tiene mundo propio. Si yo hubiese leído El hombre que decía haber salvado a Rebeca B. sin saber que está Migue detrás, hubiese pensado inmediatamente en Migue. Eso es un gran logro. Pocas veces puede decirse algo así cuando uno lee. El universo de Migue palpitando tras cada línea. Esto hace que en el contexto de la literatura contemporánea española Migue sea una especie singular. Sus libros son singulares. No encontraréis libros como este tan fácilmente. No se adscribe a modas, no está sujeto a ningún condicionante. El único sentido que guía los libros de Migue es el propio Migue, el mundo de Migue.
Los riesgos de una literatura tan personal podrían pasar a veces por la falta de conexión con el lector. Pensemos: ¿a quién le interesan nuestras obsesiones, nuestros temas recurrentes? ¿Cuál es el valor de la autenticidad? Pero Migue sortea bien este obstáculo. A mí me interesan sus temas. A muchos de vosotros, estoy convencida, os interesan sus temas. Porque sus temas son inquietantes, enigmáticos y cuentan con un poder simbólico innegable.
Dejadme que os sitúe en El hombre que decía haber salvado a Rebeca B. Una ciudad de la costa Este norteamericana: Saint-Simon. Pequeña, cerrada en sí misma, sitiada: por un lado el mar; por otro lado las dunas móviles. Por si eso fuera poco, unas galerías subterráneas que supuran un óxido que se come la ciudad. Curiosa, esa excrecencia: en esas galerías convive la mayor sofisticación (la música) con la más terrorífica barbarie. Por un lado, habitantes que no saben que existe un exterior; por otro, un exterior que desconoce –o calla- la existencia de las galerías. Coches lujosos que entran y salen de la ciudad, con sus elites melómanas y ávidas de crueldad. Pero hay más: un circo poblado de criaturas extrañas, marginales, y una reserva de indios: dos focos de posibles enemigos cuando el poder necesite justificar cualquier acción represora. Esa es la atmósfera de este libro. Basta abrirlo para entrar en ella. Migue consigue que lo veamos, que lo respiremos. Su técnica narrativa es uno de los puntos fuertes, y él la maneja con soltura y naturalidad. Estampas sueltas, breves relatos que se encadenan, que completan huecos y sentidos, personajes que aparecen y desaparecen, pero también distintas versiones de los mismos hechos, contradicciones, elecciones que deberemos tomar para montar nuestro propio puzle, piezas de muy distinta naturaleza: transcripciones de grabaciones, cartas, testimonios, fragmentos de libros. Y también algo muy sorprendente, muy inusual: todo se construye en torno a una gran elipsis: qué pasó con Rebeca B. en el Bed & Breakfast de la playa. Una mujer se asoma a mirar el mar, el mismo mar que arroja un náufrago con una amenaza para la ciudad. ¿O la amenaza estaba en otra parte? Sabemos que a Rebeca B. le sucedió algo terrible, sabemos que en torno a ese suceso se montó toda una historiografía quizá falsa, quizá verdadera, quizá en parte falsa y en parte verdadera… ¿pero qué pasó exactamente?
Migue sabe callar y sabe hablar. Migue maneja con maestría los hilos de la narración, el perspectivismo. Migue nos hace pensar en otros posibles Saint-Simons una vez que hemos cerrado este libro. Porque este libro cuenta una historia y apunta a otras muchas historias. Rebeca B. no es solo una trapecista enigmática: es una experiencia. Por eso hay que leer este libro. Y por eso hay que pedirle a Migue que siga escribiendo más libros. Más historias, más perspectivas. Al fin y al cabo el mundo de Migue no es cualquier cosa: es valioso, es inagotable.
Sara Mesa
Gracias infinitas y gigantescas.
Miguel Ángel Maya
20 de marzo de 2013
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