jueves, 27 de octubre de 2011

PERO NO SÉ QUÉ




Simoncelli se agarra a su moto. Siente que es lo que tiene que hacer. Ha resbalado y se agarra a su moto. Ese gesto involuntario vuelve a meterlo en la pista y otros dos pilotos se lo llevan por delante. Muere. Ahora es fácil decir ¿por qué te agarraste a la moto? ¿por qué no te saliste de la pista? Parece mentira, es como si fuera fácil volver a repetir la escena: venga, esta no ha valido, ahora me vuelvo a caer y me salgo de la pista y queda todo en unas cuantas contusiones. No vale que muero…




…El semáforo se pone en ámbar. No, no va a darme tiempo, me digo. Freno. Se pone en rojo. Freno más. Me detengo frente al semáforo. Podía haber pasado, me digo, en rojo, pero es mejor así. Oigo un frenazo en alguna parte, lejos, que se acerca. Miro por el retrovisor. Un coche se acerca a mucha velocidad. Está frenando pero sé que no va a darle tiempo. Todo es lento. Lo veo todo como si ya hubiera pasado pero cierro los ojos y espero un golpe, durante un lapso de tiempo espero un golpe seco desde un limbo lento, desde una agitación extraña. Espero. Suena el golpe seco. Mis ojos cerrados. Mi cuerpo impulsado por una inercia incontrolable. No entiendo por qué he cerrado los ojos. Mi coche avanza varios metros. Es una percepción extraña. Ya ha pasado todo. Me duele el cuello y la espalda, pero todo ha pasado ya. Siento ganas de llorar, las manos me tiemblan. El semáforo se pone en verde pero los coches observan. Si hubiera pasado con el semáforo en rojo aun por unas décimas de segundo, esto no habría sucedido. Esto lo sé ahora. Si esto fuera uno de esos libros de Elige tu propia aventura sabría qué habría sido de mí si me hubiera saltado el semáforo entre el ámbar y el Salgo del coche. Siento un ligero mareo. Veo un coche destrozado y una chica en estado de shock, llora, la boca abierta. Un chico me pregunta si estoy bien. No lo sé, digo. Miro mi coche. Miro el otro coche. Todavía no entiendo nada. La chica dentro del coche llora. La parte delantera de su coche está destrozada. El chico me pide que me quite las gafas para mirar mis pupilas, me pregunta si siento zumbido en los oídos, náuseas, cosquilleo en las manos. No lo sé. Todavía no sé qué ha pasado. El mundo sigue andando, nuestros coches detenidos, heridos, ahí. La chica llora. Yo tiemblo. No lloro. Aturdido relleno un papel, burocracia. Pienso en lo que podía haber hecho para evitarlo. Tranquilizo a la chica. El chico escribe por mí sobre mi coche. Me pregunta mis datos, yo respondo. Todo va volviendo a su cauce. Al irme la chica me da su tarjeta: es profesora de yoga. Me la guardo en el bolsillo trasero, junto a un billete de tren y un papelito naranja que me dio en París la bailarina rota. No sabía que todavía estaba en el bolsillo. El pantalón de invierno, de París y de romperse, me digo…
…Podía haber pasado el semáforo en rojo, me digo todavía cuando cierro los ojos y recuerdo el golpe, o haberme bajado, o haber acelerado. Podía haber no pasado, pero en las manos de quién de nosotros estaba que no sucediera. ¿Por qué, Simoncelli, te agarraste a tu moto? Estoy vivo, me digo, siento gratitud por algo, pero ¿por qué no hiciste cualquier otra cosa para evitar que el azar zarandeara tus vértebras?, me digo…
…Algo ha pasado, pero todavía no sé qué...

Miguel Ángel Maya
Sevilla, 27 octubre, 2011
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sábado, 22 de octubre de 2011

ALEXANDRA LEAVING



Say goodbye to Alexandra leaving
Then say goodbye to Alexandra lost

Leonard Cohen




...Pierdo las ideas como si fuera un pastor de papeles en medio de un huracán...
...Las apunto en papeles que después no encuentro: me digo "esto tienes que escribirlo" antes de escribirlo, después la realidad se encarga de ir sepultando palabras virtuales: palabras que se respiran en el ambiente como partículas ínfimas...

...Soy una polilla que se golpea una y otra vez con un cristal. Una polilla que escribe, una lagartija inquieta. Hace ahora un año, Elena Ramírez, editora de Seix Barral me escribía un email en el que, con un cariño, un tacto y un respeto que nunca olvidaré, me explicaba por qué Seix Barral no iba a publicar mi novela. Era un email de rechazo, pero Elena lo convirtió en un email de "tío, no sueltes la presa, que la tienes". Y eso me parece admirable y grato...

...Después de algo así sólo queda resucitar o regenerarse. No conozco a nadie que lo haya hecho con más elegancia que Leonard Cohen. Estar contra las cuerdas y levantarse como si nada. Volver del infierno sin un rasguño, volver de la decepción como si no se hubiera perdido ningún tren, y subirse ahí a cantar, y quitarse el sombrero, y decir que sí, que tiene canciones nuevas en los bolsillos...




..."Maquillaje" se dice en italiano "trucco". Eso, creo, es lo que son las palabras casi siempre: maquillaje o truco, la cara de una misma moneda...
...Es curioso: se hace mucho hincapié en estos días en los minuciosos análisis lingüísticos del comunicado de tres encapuchados con boina que anuncian el cese de la actividad armada de ETA. Contrasta esa repentina querencia por el lenguaje con la animalidad de esos vídeos en youtube en los que aparece Gadaffi ensangrentado, zarandeado y muerto. No hay análisis lingüísticos, que yo sepa, sino un curioso silbido generalizado, una vaga reconstrucción de las acciones, un "parece que lo han matado, sí, por el tiro en la sien, ay, qué chicos estos..."

...Estaba por la tarde en la oficina, y al llegar a casa me encontré con que el mundo, durante mi ausencia, había cambiado: Gadaffi había muerto y ETA cesaba su actividad armada. El comunicado de ETA era analizable lingüísticamente, quizás porque casi todos los conflictos políticos se reducen a un problema de ambigüedad y sintaxis, y a un cálculo de beneficios o contrapartidas...




...Siento alegría cuando veo cómo Leonard Cohen se quita el sombrero en señal de gratitud. Pienso en lo bonito y poético que habría sido que los tres encapuchados se desenmascararan y se quitaran la boina con la misma elegancia que Leonard Cohen, y que a cara descubierta hubieran dicho que todo había sido una farsa, una ficción lingüística que había tenido más de ochocientas víctimas colaterales. Quizás ese gesto poético habría eclipsado las piruetas lingüísticas del comunicado, y quizás ese truco de prestidigitador, ese maquillaje de la infamia, habría vencido definitivamente este escepticismo, este desengaño adherido a los poros, esta piel que no termina de mudar, de renacer, de maquillarse, que no termina de y que no y que no y que no a pesar de los etcéteras y los trucos...

Miguel Ángel Maya
Sevilla, 22 octubre, 2011
Enlace
P.D. ¡plas, plas, plas!
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miércoles, 12 de octubre de 2011

E AVRÀ I TUOI OCCHI





…Y tendrá tus ojos, te digo, y tengo que colgar, y arranco y sueño con irme lejos…
…Morir sepultado por un alud de palabras y darse cuenta de que esas palabras han perdido la brújula, o se parecen a la cambiante arena de las dunas, cuando deberían parecerse al suave vaivén del océano...







…Las palabras me salen ahora de la boca con el mismo cosquilleo de cuando se nos duerme un brazo. El mismo miedo, el mismo jazz, la misma calle solitaria. A veces pienso que últimamente sólo me salen palabras sushi, palabras sin botones, palabras pálidas, moribundas en las cunetas, palabras quesedeshacenenunsantiamén…







…Pienso en la muerte de Félix Romeo. Recuerdo a Romeo saliendo de la cárcel en cine mudo. Recuerdo a Romeo caminando y guiñándole el ojo a los Hermanos Lumière. Pienso en el año de cárcel de Félix Romeo, y se hace más macabro ese año ahora que sé que iba a vivir sólo 43 años. Pienso en el tiempo, en la libertad, y pienso en lo que decía Steve Jobs sobre lo que uno haría o no haría si fuera el último día de su vida…







Félix Romeo murió hace unos días. Su muro de facebook se convirtió en un campo minado de condolencias. Los que eran sus amigos en facebook lo etiquetaban en sus lamentos y pésames. Su muro se volvió un mosaico con su nombre en celeste. Era público. Cuando entré en él miré la pestañita de arriba y leí “Añadir a mis amigos”. Muchas veces me lo había sugerido el cacharro porque tenía casi ochenta amigos en común. Lo recorrí hasta donde pude…







…Había enlaces a sus artículos en Letras Libres que él mismo había colgado días atrás. Había fotos en las que aparecía él, vivo, haciendo el tonto. En las fotos parecía feliz, rodeado de amigos, feliz. Había un comentario en su muro de poco más de dos días antes, en el que una chica mexicana decía: “Gracias por aceptar mi solicitud de amistad”. Imaginaba a Félix Romeo vivo…







…Hace un año D. (Y la cama sin hacer) se preguntaba qué pasaba con los blogs y los perfiles y las cuentas de email cuando uno muere de repente. Qué pasa con los asuntos pendientes, con la ropa de la lavadora, con el libro a medio terminar, con la casa a medio barrer, con las cuentas del banco, con las contraseñas, con los demás…







…Qué pasa con los demás cuando de repente viene la muerte y tiene tus ojos, esa muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, como una vana palabra o un vicio absurdo. A los demás se les queda faltando siempre algo que no se regenera, como los brazos de las estrellas de mar. Alguien les arrebata parte del tiempo y del espacio, y ese tiempo y ese espacio se convierten en un agujero negro imposible de llenar…







…La muerte, antes, me daba pánico. El sábado pasado conducía hacia el este. Durante el viaje oí un concierto de Chavela Vargas que había grabado de la televisión. En el concierto contaba cómo retaba a la muerte en las cantinas, y cómo sabía que un día la muerte iba a subirse al escenario e iba a abrazarla fuerte para llevársela. Decía que la muerte era como una bailaora de flamenco muy morena…







…Antes, ahora no me da pánico. Ahora convivo con ella. Pienso mucho dónde puede agazaparse, qué puede hacer uno para no encontrársela, como en esos cuentos del norte de Europa para niños, en los que los protagonistas construyen su vida para esquivar la muerte y ser inmortales, y ésta siempre termina encontrándolos porque nunca calcularon del todo bien…




…No sé, yo creo que este tema se trata mucho en los cuentos del norte de Europa. Igual imagino la antesala de la muerte parecida a la aurora boreal y eso me lleva a pensar que los nordeuropeos tienen particular querencia por los golpes de timón tanáticos…







…Cuando era chico me encantaban los golpes de timón. El día después de la muerte de Félix Romeo conduje hasta el hospital de Vila Joyosa para asistir a un nacimiento. Pensaba en eso. Pensaba en nacer, en abrir los ojos por primera vez. Pensaba en los animales que lamen a sus crías. Trataba de recordar/imaginar cómo es abrir los ojos, ver la luz, respirar, oler, estar en seco, por primera vez…







…El parto se fue adentrando en la madrugada. Dormí dentro del coche, en el aparcamiento del hospital. Hacía frío. Al fondo se veía la silueta de Benidorm. Benidorm siempre me ha recordado, desde fuera, a Ciudad de Panamá. Ciudad de Panamá me gusta. Dormía dentro del coche pendiente del teléfono. El aparcamiento estaba solitario y silencioso. En el hospital sólo funcionaban las urgencias. Me llamaron, tuve que entrar por Urgencias. Las urgencias son extrañas: la gente espera como si el tiempo se hubiera detenido, viste de forma improvisada. De madrugada, todo el silencio del aparcamiento del hospital era breve luz y movimiento dentro de la zona de Urgencias. La vida no se detiene en horario comercial o de atención o de, sino que sigue con sus percances y sus historias y sus accidentes…







…Me crucé con un hombre que salía con una venda en la cabeza y la camisa ensangrentada, con las miradas de la sala de espera, los rostros preocupados, los ojos repentinamente enfermos, la mano accidentada domésticamente. Saqué un café de la maquinita del café y fui hacia la sala de parto a seguir esperando una nueva vida a la que escribiré nanas y cuentos y a la que ya quiero incondicionalmente. Es extraña esa animalidad, pienso mientras remuevo el café. Siento que ya quiero a ese pequeño ser. Estoy deseando conocer su rostro. Pienso en los antílopes lamiendo a sus crías apenas nacen, en las frágiles patitas de los antílopes temblando para ponerse de pie antes de que los leones o los guepardos. Bebo el café, espero a una niña de tres kilos ochocientos que revivirá el origen del mundo, con su cosmogonía y sus miserias…







…Sucedió la cosmogonía, y tuvo la forma de un llanto agudo y de cansancio, y de ojos que ya contemplan el mundo y quién sabe qué ven. Así nacen los mundos. El amanecer me pilló en el tren de regreso a Alicante. El Mediterráneo iluminado, los pueblos costeros desperezándose, las playas desiertas, los acantilados solos. El cansancio extraño de no haber dormido en dos días y de la cosmogonía milagrosa de dos horas atrás. Parece mentira que en un cuerpecito minúsculo y llorón quepa ya todo un universo…
...Qué pena que los aviones no entiendan de estas cosas...




Miguel Ángel Maya
Sevilla - Vila Joyosa, 8 y 11 de octubre, 2011

* Las fotos las tomé en distintos cementerios de París durante el mes de septiembre.

domingo, 2 de octubre de 2011

PIERRE MENARD, INVENTOR DE LA PÓLVORA




…Tiempo atrás me pasó algo…
…Tengo varios personajes de ficción. No siempre aparecen en lo que escribo, pero están ahí, viven en una especie de mundo paralelo en el que yo también vivo, los sigo, los miro desde lejos, sé más o menos qué hacen, por dónde andan, en qué están. A veces hacen un cameo o se convierten en protagonistas de algún relato o capítulo de novela. Uno de los que más quiero se llama Ibrahím Bastiano: es un hombre fracasado, profesor de historia de la U.N.A.M., que ha dedicado su vida a investigar a un tipo del siglo XVII llamado Pedro Aljíar de Benfica, un náufrago que se quedó solo en una isla desierta y se inventó un idioma propio. Bastiano es un tipo misántropo y huraño, lleno de enemigos dentro de los departamentos universitarios, al que un azar cambió la vida: volvía de ver a su madre en Oaxaca (todavía no sé por qué su madre, centenaria, vive en Oaxaca), y, una vez aterrizado en Ciudad de México, en vez de coger su maleta de la cinta transportadora cogió la maleta de una chica muy joven. Cuando la abrió encontró las pertenencias de la chica (no puedo decir el nombre) y también encontró un diario íntimo: en él leyó cosas: la chica era una de las sirvientas de una señora de clase muy alta, y en el diario íntimo la chica describe con todo lujo de detalles cómo la fue envenenando hasta matarla. Bastiano buscó a la chica (teóricamente para devolverle la maleta) y se enamoró perdidamente de ella cuando se encontraron. Ella, obviamente, no quiso saber nada de un viejo misántropo y verde, entonces él le confesó que conocía su secreto y le hizo chantaje. Desde entonces son amantes, amantes tristes y grotescos…





…Bien, Ibrahím Bastiano tiene numerosas publicaciones, en su mayor parte de historia. Cuando vivía en Nápoles escribí un cuento titulado El final de esta historia, que presenté a varios concursos (nunca ganó nada). En una de mis visitas a España lo inscribí en el Registro de la Propiedad Intelectual de Sevilla. En el cuento hay párrafos enteros de libros de Ibrahím Bastiano (estoy al tanto de sus excéntricas novedades literarias en el mundo paralelo) sobre la Guerra Civil Española, tema que investigó con pasión durante unos años, siguiéndole el rastro a un boxeador que se convirtió en un asesino en serie durante el asedio de Madrid. Pasados unos meses recibí una kafkiana carta del Registro (membrete de la Junta de Andalucía) en la que se me advertía que en el cuento aparecían párrafos enteros cuya autoría pertenecía a Ibrahím Bastiano, y que la utilización de dichos de dichos párrafos necesitaban de la autorización firmada por parte del autor, no pudiendo hacer efectivo el registro de mi obra de ficción a menos que no adjuntara dicha autorización o bien dijera expresamente en una declaración firmada que yo, como autor del relato El final de esta historia, no tenía intención de registrar como de mi autoría los párrafos pertenecientes a los libros Horas muertas en un reloj de arena, La Oquedad Ediciones, México D.F., 1991; y Los últimos días de Madrid (crónica pugilística del fin de un asedio), Servicio de Publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 1999, cuyo autor era el historiador mexicano Ibrahím Bastiano y que yo citaba debidamente al final de cada párrafo. Hasta que no resolviera la diligencia con número tal y tal, el registro paralizaría la inscripción de El final de esta historia en las oficinas del Registro de la Propiedad Intelectual de Sevilla…




…Leer esa delirante carta me supuso uno de los momentos más divertidos que recuerdo haber vivido en toda mi vida. Obviamente, escribí una borgiana carta de respuesta en la que explicaba, más o menos, que Ibrahím Bastiano era un personaje de ficción, y que los títulos de los libros y los párrafos escritos en cursiva eran ficción, y que mi relato de ficción tenía la forma de un artículo académico de un importante enemigo de Bastiano, era, en su ficción, un falso artículo académico. Terminaba mi carta diciendo, en resumen, que Ibrahím Bastiano, personaje de ficción, no podía autorizarme la utilización por mi parte de sus textos y menos firmarme una carta, a menos que no fuera una carta de ficción. Veladamente, les proponía jugar a ese juego, claro. Ya me relamía sólo de pensarlo: Burocracia Vs Ficción. Pero mi carta no recibió respuesta. Llegó el verano, y fui al Registro, con la copia de la kafkiana carta del Registro, la copia de mi borgiana carta de respuesta y mi número de incidencia o de diligencia. Un señor leyó ambas atentamente. Pensé que había entrado en razón, que sonreiría, y que se aclararía el malentendido… Pero para mi sorpresa no fue así… El señor me dijo secamente: “Aquí está bien claro lo que se le pide”, pero con aquí se refería a la carta kafkiana, “y usted no trae ni una cosa ni otra, por lo tanto no podemos registrar el relato”. Mis ojos se abrieron como platos y mi cara empezó a parecerse cada vez más al Grito de Munch. “¿Me está hablando en serio?”, pregunté. El tipo me miró con aire autosuficiente y no se molestó ni en contestar. “Esos párrafos que se citan, y esos libros, están escritos por un personaje que me he inventado yo, forman parte del relato”. No me podía creer que me viera obligado a explicar algo así…
…La respuesta del burócrata fue demoledora y genial: “¿Y yo cómo sé que lo que me está diciendo es cierto si no trae ni la autorización del autor ni la renuncia expresa a registrar esos párrafos?”
…Obviamente, desistí para siempre de registrar, no los párrafos escritos por Bastiano, sino todo El final de esta historia. Esa misma noche le mandé un email a Ibrahím Bastiano para contarle la anécdota, y, claro, imagino que se descojonaría en su mundo paralelo de ficción. Los personajes son así…





Bastiano suele aparecer en lo que escribo a través de lo que escribe. Lo cito a menudo. Casi nunca lo pongo a hacer cosas. Él tiene su vida, extraña y pobre, chantajea a su amante asesina, maquina contra sus enemigos, pero eso no suelo escribirlo. Sus excéntricos libros y sus particulares ensayos son, en cambio, una mina para explicar multitud de cosas, para fijar datos o fechas, cuando me documento para escribir. Bastiano es uno de esos personajes icebergs a quien algún día le dará un arrebato y querrá que cuente su historia y me pedirá protagonizarla. Sin embargo, mientras tanto, sólo es un mediocre escritor, un historiador ulceroso, un halitoso amante chantajista, un misántropo maquiavélico que me nutre de jugosos párrafos para mis ficciones…




…Cuando leo que María Kodama ha conseguido que se retiren de las librerías los ejemplares del libro-remake de Fernández Mallo (a partir de este momento, convertido obviamente en libro de culto) no puedo evitar pensar en lo mucho que habría disfrutado Borges con una carta como la que me llegó a mí, y no puedo evitar pensar en qué pensaría el propio Borges de semejante mamarrachada… Pienso en los inventores de la pólvora, en quién decide hasta dónde pueden llegar una conjunción de palabras y conceptos, dónde tienen que detenerse una combinación precisa de palabras que coinciden con otras si tienen otro sentido y otra intención y comparten otro ámbito. Pienso en las clases de interpretación, en lo mucho que cambiaba decir un texto de una forma o de otra, y pienso en la ironía, o en el humor: no sé, leer Mein Kampf de forma solemne o eructando, leer el Libro Rojo de Mao haciendo pedorretas o rascándose la barbilla con rostro circunspecto, escribir, como hace Héctor Abad Fanciolince en Basura: “Muchos años después había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer un muerto”





…Pienso que lo que más me gusta de Borges es precisamente esa mezcla de erudita ficción, de citas falsas, de falsos autores, de desdibujados autores reales que se comportan como personajes de ficción o de personajes de ficción que se comportan como autores. Pienso que eso fue lo que me enseñó Borges, y eso es lo que adoro de Vila-Matas: para alguien con tantas lagunas literarias como yo es fascinante perderse en esa vorágine, en esa cuerda floja en la que uno no sabe si la ficción bebe de la realidad o al revés, en autores que no sé si existen en este mundo o en el de Ibrahím Bastiano
…Por cierto, Bastiano me dijo el otro día que uno de sus enemigos le ha vetado un artículo porque en él aparecen numerosas citas falsas atribuidas a personajes inexistentes: un tal Flavio Monteoliva o Monteverdi, no recuerdo; un tal Jong Swang, antropólogo y musicólogo; y un tal Miguel Ángel Maya




Miguel Ángel Maya
Sevilla, 2 octubre, 2011

P.D.
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