jueves, 14 de noviembre de 2013

EL NOVELISTA Y EL TIGRE


La profesión del tigre es matar.
Importa poco que el tigre sea grande o pequeño, que se aloje en una caverna o que se gane la carne en un circo, o que haga presencia de domesticidad en los jardines de un déspota. Su profesión es matar. Cuando nosotros examinamos a un tigre, en realidad remiramos al que mata. Al que nos puede matar.
Lo que el tigre piensa de las estrellas no puede influir en el destino de ciervo en el momento en que el ciervo cae bajo las garras del tigre. Correctamente, entonces, podemos definir que el carácter potencial de un bestia, e un hombre, o de un personaje novelesco, es definible por su profesión. La deducción de que un personaje es la expresión de su constante profesional es atinada.
En consecuencia, la profesión es anterior a la acción, y la acción es una consecuencia de la profesión. En una novela de bestias, un zorro jamás podrá desarrollar el mismo género de acción dramática que el tigre. Huelga que en las relaciones con los hombres, la constante profesional se disimula y es un poco distinguir al perro del león, y al lobo de la serpiente. De allí, que como una novísima definición del héroe podemos enunciar:
En el héroe, la constante profesional domina al cien por cien. Las pasiones colindantes subsisten como auxiliares y válvulas de escape de la energía, que no consume la actividad esencialmente profesional.
Es un poco difícil entenderse con héroes. Hay que comenzar por serlo. De allí que la mayoría de los novelistas contemporáneos trabajen con personajes que carecen de constante profesional. Incluso, en muchos casos, es un misterio para el lector establecer mediante qué procedimientos el personaje novelesco se gana la vida. Como las complicaciones de los tiempos han diferenciado más y más las profesiones y la técnica para describirlas, los autores, con diferencia cultural y creadora, componen sus juegos con personajes híbridos, que suplen cualquier acción con discontinuas emisiones de procesos subjetivos.
Si la acción es el límite de lo humano, y toda acción dramática es consecuencia estricta de una constante profesional, se hace evidente que trabajar con personajes que encierran una determinada constante profesional exige una capacidad de análisis y síntesis extraordinarios y una correcta subordinación de la inspiración a las canalizadas actividades del personaje.
En "El muelle de las brumas", obra maestra de la cinematografía francesa, un cantinero malogrado en Marsella se detiene, imperecederamente, tocándose el sombrero al recibir a un extraño y exclamando "Panamá, Panamá legítimo. Lo compré en Panamá en 1906". No dice más nada en toda la obra. Pero él queda presente con la nostalgia del trópico, en ese nebuloso rincón de agua, para toda la vida, en nuestro recuerdo. Y ha sido suficiente para ello un simple acto físico de señalamiento.
Al revés y mediante el auxilio de los procesos subjetivos, es que la mayoría de los deficientes novelistas y dramaturgos modernos tratan de eludir la responsabilidad que implica analizar a un tipo a través de sus actuaciones, ya que es evidente que los actos (y no los pensamientos) están legítimamente ligados con la constante profesional. Otro procedimiento con que se trata de disimular la falta de idoneidad, es el truco de los paisajes en movimiento, las tretas tipográficas y de puntuación, que constituyen el ABC del arte de presentar un guiso de liebre sin liebre. [...]


2 de octubre de 1941

Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas: cultura y política


Insisto: ¡2 de octubre de 1941!

Miguel Ángel Maya
14 de noviembre de 2013

P.D. En la fotografía aparece un maestro llamado Jorge Luis Borges, que nunca escribió una novela y que decía que Roberto Arlt era un cretino, acompañado de un tigre. Está tomada de la Revista Jotdown.

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