martes, 20 de enero de 2009

ÚLTIMAS 2 HORAS Y 58 MINUTOS: ANIVERSARIO

...A finales de este mes, no sé precisamente qué día, se cumplirá el aniversario del Premio Cajamadrid que le dieron a "Últimas 2 horas y 58 minutos". En este año me han pasado varias cosas gracias a ese detalle. Yo soy músico, y como dice mi adorada Martirio, siempre he estado engolfado con los pianos y las canciones y esas cosas. Siempre he escrito, sí, y se me ocurren cosas que es un no parar (esto lo digo con tono chanante), lo mismo se me ocurre una novela que se me ocurre que Atahualpa Youfunky y Mercedes Sosa son la misma persona, o me siento al piano e invito a Osvaldo Scalpotto a que se toque una improvisación invisible. A veces no paro de escribir, pero yo siempre me he visto a mí mismo como músico, y como músico escribo... creo... aunque no pare de escribir. Es simple, pero parece complicado. Muchos menos libros que discos me han conquistado para siempre. Recuerdo que por mi vida han pasado muchos más discos memorables que libros. Tiendo a lo sonoro y a lo olfativo, y me entusiasma lo imperfecto que me toque algo dentro, que me estremezca, mucho más que algo redondo, impecable, acabado, que me deje frío (me pasa igual con la música, con las pieles, y con todo). De mayor quisiera ser Roberto Arlt, Valle-Inclán, Manuel Puig. Me gusta contar las cosas de otro modo, y la gente que cuenta las cosas de otro modo. Sólo eso. No es más que eso...
...Yo trabajaba como teleoperador en pccity, había escrito una novela, bueno, había escrito dos novelas, pero sentía que estaba varado desde el punto de vista narrativo-musical. Me habían pasado algunas cosas, además, que están en el iceberg hemingwayano de este blog (si asumimos que este blog sin gatos podría ser considerado un relato, y las cosas muy personales muy personales, por pudor, por respeto, o por cobardía, o por no saber bien dónde está la frontera entre lo público y lo privado), desde que había vuelto de Cuba no había vuelto a tocar en vivo, no sé. Era feliz pero con tantos peros que habría podido ver la felicidad como un perro y los peros como pulgas feroces que asediaban al pobre chucho. Entonces, como a medio día, me llamó una señora y me dijo que se había fallado el premio y que me lo habían dado a mí. Como no la oí bien le pregunté por cuál era el premio y en qué consistía. Creo que se cabreó un poco. De pronto sentí que, en medio de aquella felicidad-perro-asediado-por-pulgas-feroces, algo empezaba a esclarecerse. No sé bien si verlo en el plano narrativo o en el plano vital, porque la frontera es también muy débil, demasiado débil, al menos para mí... Escribo tal y como soy y soy tal y como escribo...
...Lengua de Trapo lo escribió así en su web:

FALLO DEL VI PREMIO DE NARRATIVA
CAJA MADRID 2008

El jurado, compuesto por Ana Rossetti, Rogelio Blanco Martínez y Fernando Marías, ha otorgado el Primer Premio, dotado con 15.000 euros y la edición del trabajo, a Miguel Ángel Maya León por Las últimas 2 horas y 58 minutos del hombre que nunca lo supo. Además, ha concedido un Accésit, dotado con 6.000 euros, a Juan Serrano Cazorla, por La otra vida.

...Fernando Marías se acordaba de la otra novela que yo había escrito (aunque no sabía que la había escrito yo), cuando le hablé de ella. Parece ser que, junto a Ana Rosetti, durante las deliberaciones del jurado, él fue el principal defensor de mi novela (o eso me dijeron). Fernando Marías conocía aquella otra novela porque la presenté a otro concurso de Lengua de Trapo. En cierto modo, mandé la novela al premio Cajamadrid porque, en caso de ganar, la habría publicado Lengua de Trapo. Es curioso, y siento que he forzado un azar que, antes o después, tenía claro que sucedería: siempre me vi publicando en esa editorial. Desde hacía años la seguía como lector, y una pequeña confusión con el libro Basura, de Héctor Abad Fanciolince, que vi en la librería de mi amigo Javier en Bogotá, me hizo conocer a Roberto Bolaño, cuando vivía en Nápoles. Siempre creí que mis historias debían estar en Lengua de Trapo, por eso también me emocionó ganar el premio, aunque supe y sé que, antes o después, si no era con esta historia iba a ser con otra, mis historias iban a tener ese marco amarillo chillón (entonces, cuando yo veía Lengua de Trapo desde fuera, como un niño mira un escaparate con dulces, los libros de Lengua de Trapo eran amarillo chillón). Lo que más me gusta de Lengua de Trapo, aparte de publicar ahí, es la casa en sí, donde está ubicada, en Martín de Valdeiglesias; llegar con un par de cervezas, por la tarde-noche, y pasar ahí la tarde. Quiero decir que es como ir a casa de unos amigos. No sé si en otras editoriales pasa lo mismo, pero a mí eso me gusta...

...Hasta aquel entonces, hablo de febrero-marzo, que empecé a corregir el libro como loco (porque lo releí y no estaba en absoluto satisfecho con lo que había ahí), mi relación con la escritura había sido la de un tío que escribe cuando puede y que trata de sacar tiempo de debajo de las piedras, cuando el trabajo me dejaba, me levantaba al alba o me acostaba a las tantas, en soledad, con música puesta (siempre, escritura y música... siempre, vida y música diría yo), el vasito de vino, ahí, o su cervecita o su ron (de madrugada mejor ron, y las ventanas abiertas, y ver el reflejo de uno en las ventanas, y el fondo de tejados y de antenas), tecleando como un hacker, en pijama, sin afeitar, sin acostarme, porque uno siente que lo que se trae entre manos no puede esperar: que esas palabras son necesarias... al menos para uno... (aunque luego siempre resulten prescindibles incluso para uno)... Hasta ahora, mi relación con la escritura había sido la de la escritura en soledad, y nunca se me había ocurrido pensar, ni por asomo, en cuánta gente gira en torno a un libro, me refiero al libro como objeto...

...Raquel, que conoció antes mi música y mis payasadas que mi literatura, y que me quiso fichar para la Paramount Comedy, y que, desde entonces se convirtió en mi manager, además de ser encantadora, hizo un trabajo de corrección más que extraordinario: soportó mi bajona, al principio, cuando le dije, una tarde, que no sabía cómo le habían dado el premio a esa novela. Raquel tuvo paciencia y comprensión. Me cogí diez días de vacaciones sólo para corregir lo que yo mismo había malescrito como un campeón, y le entregué a Raquel una primera versión que ella, incluyendo domingos, festivos y gripes, leyó, corrigió, me sugirió y llenó de notas rojas, como una campeona. Ni en la nómina que le llega a fin de mes, ni en todas las cervezas, desayunos o cenas a las que pueda invitarla está pagado el trabajo que hizo mi manager Raquel...

...Fernando se leyó los pdf, cuando ya lo que había escrito ahí estaba más adecentado, y aun así también me sugirió lo suyo (también con tinta roja)... A Fernando no le apasionó la novela, pero me dijo de ella algo muy bonito: "tiene vida, los personajes están vivos... y eso está muy bien, porque es difícil encontrarlo..." Fernando es un tío con quien difiero bastante en temas literarios, pero es de esa gente con quien está bien discutir o estar de acuerdo. Ahora que escribo esto me doy cuenta de que con él hablo casi exclusivamente de dos temas: literatura y fútbol. En fútbol estamos más de acuerdo, y además, le he prometido una novela con tema futbolístico, que aquí, en España, salvo Raúl (el único jugador que ha escrito más libros (2) de los que ha leído (1)) y Enric González que es un puto crack, no hay nadie que escriba de fútbol con la maestría del canalla Fontanarrosa (le he prometido a Fernando que yo seré el próximo: una novela negra ambientada en el Nápoles de Maradona: ojo, que suene a tópico no quiere decir que la novela sea tópica)...

...Mientras tanto, Desiré le iba dando vueltas a la(s) portada(s). Yo pensé que la mía iba a salir perdiendo, porque por aquellos días, le estaba haciendo la portada al libro de su chico (Ronaldo Menéndez, Río Quibú) Una noche nos quedamos Desiré y yo solos en la editorial, y le conté la novela. Se la conté de cabo a rabo, y ella iba tomando notas. Recuerdo que era un viernes. No sé cómo lo hizo, cómo se inspiró, qué drogas toma, el caso es que el lunes me mandó un email con estas dos portadas (el libro se puede empezar a leer por un lado o por otro)...

...Ésta es la portada de la primera (o segunda) parte...

...y ésta es la portada de la segunda (o primera) parte...

...Además, Cajamadrid puso una banda verde fosforito donde se anunciaba a bombo y platillo que el libro era Premio de Narrativa Cajamadrid 2008, y se ponía esta frase de Fernando Marías:

"La fascinación de la novela de Miguel Ángel Maya procede de su audacia sin límites. Irresistible se mire como se mire (y nunca mejor dicho)"
Fernando Marías


...la verdad es que es para invitarlo a unas cuantas cañas, ¿no? (me consta que le ha gustado el libro de verdad, y de que, como hace mi prima María en las entrevistas, lo ha promocionado mucho)...

...La noche que fui al Premio Fernando Lara, Fernando me enseñó los folios, sin encuadernar, de la novela, y la verdad es que es emocionante ver lo que uno ha escrito, maquetado, listo para encuadernar (por cierto, en el Premio Fernando Lara había muchos escritores. También estaba Eduardo Mendoza, que me imagino que tiene que ser un cachondo)...
...Unos días más tarde, llegaron a la editorial los libros, cajas y cajas con "Últimas 2 horas y 58 minutos" repetidos hasta la saciedad... a mí me dieron unos cuantos...

...Aquí estoy con Daniela, brindando con el limoncello que hicimos en fin de año, y el libro recién salido del horno...
...La primera mesa de novedades donde vi el libro fue en la Casa del Libro de Gran Vía, me emocioné tanto que no lo vi, tuvo que ser Daniela la que me dijo, "mira, ahí está, nervioso". Ella quiso hacerle un foto, yo me salí, porque si me daba vergüenza ver el libro en la mesa de novedades, no quiero ni pensar ver a Daniela haciéndole una foto a la mesa de novedades. De todas formas, el segurata me ahorró el mal trago. Todo el mundo sabe que en los centros de alta seguridad: aeropuertos, embajadas, sitios oficiales y la casa del libro, no se pueden hacer fotos...
(ya me pasó una vez, cuando Lara publicó Casi todas las tijeras: lo fui a pedir a la Casa del Libro de la Calle Sierpes, en Sevilla. Compré Boquitas pintadas, de Manuel Puig, por lo nervioso que estaba. Llegué y dije "quiero boquitas pintadas de manuel puig y ñañañañañatijera de ñañamoreno, ¿cómo?, preguntó la dependienta. Ni cuando fui a comprar condones la primera vez)...

...Ya en primavera, se presentó el libro en la Casa Encendida (podía colgar el video, pero blogger no me deja, porque supera el tamaño de video permitido)...

...De izquierda a derecha, ahí está Pau Sanmartín, el ganador del Premio Cajamadrid de Ensayo, Fernando Marías, que "se deshizo en elogios hacia mi novela" (espero no volver a escribir nunca más, juntas y combinadas, estas siete palabras), el Señor De Caja Madrid, Pote (el editor de Lengua de Trapo) y yo...


...Aquí se conoce que dije alguna mamarrachada y todos se rieron...

...Aquí estoy firmando un libro...

...Lo bueno, lo que más me gustó de la experiencia, fue cuando Laura, la protagonista ausente de la novela, la chica a la que busca el narrador, empezó a llamarme a altas horas de la madrugada (en Buenos Aires, que es donde ella vive, hay cuatro -a veces cinco -horas más) para decirme que había gente desconocida que le escribía pidiéndole que siguiera la historia. Y es que al final de la segunda (o primera) parte, el narrador que, para que nos vamos a engañar, era yo, despechado y queriendo ser omnisciente, da la dirección de email de Laura para que la historia siga en el ciberespacio... Continuó en el ciberespacio hasta que los lectores quisieron (Laura no me lo perdonó nunca)...

...Salieron algunas reseñas, pero yo he destacado cinco (no sé si hubo muchas más), aunque lo que más me gustó fue que se la incluyera entre las novedades del Boomeran(g)...

...Ésto fue lo que dijo Paul Viejo en Público:

‘Últimas 2 horas…’, de Miguel Ángel Maya

24 de Mayo de 2008

\'Últimas 2 horas...\', de Miguel Ángel Maya

Género Novela

Editorial Lengua de Trapo

Páginas 272 Precio 20,80€

En síntesis

Las historias de las dos “road movies” que forman esta novela se estrellarán en una misma llamada telefónica a una mujer. Una llamada final que, en lugar de despejarlas, arrojará aún más incognitas, en un libro reversible (y cuya lectura puede empezar por cualquier extremo) lleno de «huecos» y elipsis, de juegos metaliterarios y acción.

El autor

Por este primer libro, cuyo título completo es Últimas dos horas y 58 minutos -(Primera o segunda parte) y (Segunda o primera parte), dependiendo por donde se comience a leer-”, el madrileño Miguel Ángel Maya (1978) obtuvo el Premio Caja Madrid, que suele premiar cierto riesgo y atrevimiento. Algo que no parece faltarle al autor.

La cita

«Tras los varios meses que se me han perdido entre el punto y final del capítulo 19 y el principio de este, el último día que pasó en Acapulco comenzó con él en el baño.»

Comentario

Aunque algo excesivo en paisajes y anécdotas que podía haber limado, Maya ha logrado que lo que en ocasiones parece un juego, sea casi un reto. El de desentrañar la cantidad de significados y propuestas literarias que se esconden en las dos «historias principales». Una propuesta valiente, con múltiples registros, que hace intuir a un autor con muchas posibilidades.


...Esto fue lo que dijo Vicente Luis Mora en su blog...

Trabajos de simetría
Miguel Ángel Maya
Últimas 2 horas y 58 minutos; Lengua de Trapo, Madrid, 2008

Esta novela tiene todos los defectos característicos de los primeros libros de narrativa de autores españoles (sobre todo, de primeros libros de cuentos) desde que se abriera la década de los ochenta. Es decir, es un libro primerizo donde el autor intenta demostrar que sabe escribir, y en general es un rosario de demostraciones parciales de lo contrario, esto es: que puede el autor llegar a ser un escritor, pero también que la cantidad de dificultades, barreras y limitaciones que se ha colocado, voluntariamente, delante de sí -para demostrar que puede ser escritor- han paralizado la que pudiera ser su real aportación. ¿A qué errores o autotrabas me refiero? Pues a la falsa experimentación (esto es, a la originalidad mal entendida[1]), a la excesiva e innecesaria metaliteratura, a las páginas en blanco (alguien debería pararse a contar cuántas páginas en blanco –las mías incluidas, que conste– se han dejado en poemarios o libros de prosa en España desde 1970, cuando es un recurso ya utilizado por Sterne en… 1760), a la excesiva sentimentalidad, a la mixtión confusa de realismo y literatura fantástica, y otra serie de desórdenes varios. Sin embargo, es una ópera prima, y no se debe ser muy duro con los primeros libros, sobre todo cuando en ellos se advierten rasgos, gestos, detalles, planteamientos narrativos, que animan a pensar que Miguel Ángel Maya puede llegar a ser un buen escritor, si él se permite serlo.

Lucien Dällenbach estudiaba en un complejo ensayo, El relato especular, las diversas posibilidades de construcción especular de un libro. De entre las tres figuras esenciales que estudia, Últimas 2 horas y 58 minutos pertenecería, seguramente, a “la reduplicación simple (fragmento que tiene una relación de similitud con la obra que lo incluye)”
[2].
La novela de Maya se construye con dos portadas, dos relatos especulares y dos textos largos que se colocan invertidos, de modo que ambos terminan en el centro del volumen. En teoría puede leerse comenzando por cualquiera de las dos portadas. Se preguntará el lector si esta complejidad (no podemos decir innovación, porque el procedimiento es antiguo, está sin ir más lejos en libros como Transparencias / Teatro de signos de Octavio Paz, según la edición de Julián Ríos -Fundamentos, 1974- o en Revolutions, de Mark Danielevski; incluso hay una editorial, no recuerdo ahora mismo cuál, que publica una colección entera de libros así) tiene algún sentido, y nos tememos que no más que el de “epatar” al lector, hacerle pensar que está ante una novedad narrativa, cuando en realidad lo que cuenta para definir si una obra es o no experimental (la estructura textual, el enfoque narrativo y estilístico del texto) es en Últimas 2 horas y 58 minutos bastante tardomoderna, por no decir retromoderna. Es decir, y como suele pasar en autores jóvenes o primerizos, libros construidos con una estética muy tradicional (por lo común, intimismo sentimental con toques realistas) se quieren hacer pasar, mediante dos ramalazos formales (y forzados), por el no va más de la literatura de última generación. En nuestro ensayo La luz nueva poníamos un ejemplo muy parecido, en este caso poético, de confusión entre estética y forma, que se presentan muchas veces en franca contradicción, a causa de una incontenida voluntad de parecer adelantado, mientras que el planteamiento de fondo del libro pertenece, en realidad, a lo de siempre disfrazado de lo nuevo. Lo mismo (algo con aspecto moderno que, en realidad, está ya muy visto) ocurre con la metaliteratura en Últimas 2 horas y 58 minutos, que llega a ser omnipresente, tanto como el narrador omnisciente limitado que aparece de continuo, muy consciente de sí (en un recurso que ya Papini y Unamuno agotaron simultáneamente, sin conocerse, en el mismo año: 1905). Voy a citar algunos ejemplos de las decenas posibles, pero antes tengo que aclarar cómo voy a hacer las citas, porque debido a la construcción del libro hay dos páginas 3, dos páginas 67, etc.; de modo que utilizaremos terminología de Ecdótica y hablaremos de folio recto para los que comienzan en la portada que Lengua de Trapo (por la colocación de los créditos) considera como primera -la que tiene un surtidor de gasolina en la imagen-, y de folio vuelto para la narración que comienza en la portada de la mujer en bikini. Dicho esto, vamos con algunos ejemplos de metaliteratura: “sólo hay algo peor que un narrador omnisciente: alguien enamorado de ese modo” (p. 17 recto y 13 vuelto), “ya te he dicho que aunque desde el capítulo 3 parezca un narrador omnisciente, no lo soy” (p. 47 recto), “creo que fue la primera vez que empezó a sospechar que estaba dentro de una novela” (91 recto), “Él personaje, yo escritor, y tú voyeur… Yo Tarzán, tú Jane y ella Chita” (116 recto), “el desertor no moriría ni en un punto impreciso del mar Caribe ni en el capítulo 18” (109 vuelto). En fin, creo que está clara la vocación metaliteraria del libro, y creo que no siempre está bien conseguida, por decirlo piadosamente.

Pero entonces, preguntará algún lector, ¿merece la pena Últimas 2 horas y 58 minutos? ¿Por qué –seguirá inquiriendo el lector- no aclara a qué se refería usted antes, diciendo que hay ciertos detalles que le animan a pensar que Maya puede algún día retirar el velo de ídem que le separa del conocimiento de la realidad de la literatura? Pues contestaré sinceramente a la pregunta: creo que merece la pena leer la primera historia, la de los folios rectos. Ambas son en puridad dos formas especulares de contar lo mismo: un varón joven de orden, como se decía antes (un ejecutivo en la primera, un militar en la segunda), abandona un día, sin previo aviso ni aparente motivo, la cuadriculada vida que ha llevado hasta el momento para dedicarse a una derrota (en ambos sentidos de la palabra) constante por varias partes del mundo (mejor descritas aquéllas en que Maya ha vivido, otra característica de primer libro narrativo), cayendo en la delincuencia y en la marginalidad, para acabar teniendo una relación oblicua con una tal Laura (nada petrarquista), una de cuyas conversaciones telefónicas es un leitmotiv recurrente en la novela. Como ambas historias cuentan lo mismo, con personajes distintos, y la segunda es especialmente desafortunada, con unas demandas de suspensión de la incredulidad que ni el lector más condescendiente aceptaría, basta con la primera para tener una idea cabal de los defectos, pero también de las posibilidades narrativas de Maya. En este sentido, esa historia de un ejecutivo que, el once de septiembre de 2001, no toma la carretera que debía llevarle al World Trade Center, cuyo destino ignorará hasta el final, para comenzar una huida desesperada y tragicómica por toda Hispanoamérica, podría leerse como una metáfora del individuo contemporáneo, perdido kafkianamente en un mundo cuyas reglas no comprende y cuya realidad le supera de forma constante. Estoy leyendo un libro del colectivo francés Tiqqun donde hay una frase que expresa esa sensación metafísica de forma perfecta: “cada vez nos parecemos más al exiliado, que nunca está completamente seguro de comprender lo que ocurre a su alrededor”. Esa sensación de destierro permanente, acendrada por la condición errante del personaje, es la que Maya intenta, creo que con sostenible fortuna, reproducir en la primera parte de su libro. Y con eso nos quedamos de Últimas 2 horas y 58 minutos, una novela que demuestra que podemos esperar cosas de Miguel Ángel Maya, pero el hecho de que la esperanza se cumpla no está en nuestra generosidad de lectores, sino en sus propias manos.


Notas
[1]Algunos de los experimentos visuales de Maya recuerdan mucho a los de Jonathan Safran Foer en Extremely Loud & Incredibily Close, que ha sido publicada en España, no recuerdo si por Mondadori o Anagrama.
[2] L. Dällenbach, El relato especular; Visor Distribuciones, Madrid, 1991, p. 48.


...Esto fue lo que dijo Nuño Vallés en El Confidencial:

Un buen libro, del derecho y del revés

@Nuño Vallés - 21/06/2008

VI Premio de narrativa Caja Madrid


ÚLTIMAS 2 HORAS Y 58 MINUTOS
Autor: Miguel Ángel Maya.
Editorial: Lengua de Trapo.
Páginas: 136x2.
Precio: 20.50 €.
Comprar libro

Acostumbra Caja Madrid a premiar obras con una intención renovadora o, cuando menos, con vocación de originalidad. No es casualidad que el acuerdo de publicación sea con Lengua de Trapo, editorial dada a lo excéntrico, que si bien no siempre es sinónimo de excelencia, en este caso sí encontramos reunidas ambas características. Llama la atención de este VI Premio de narrativa Caja Madrid, a primera vista, que sea un libro doble, que se pueda leer en dos sentidos. Las dos partes en que se divide el texto, que confluyen hacia un mismo lugar literario, no se suceden la una a la otra sino que, como en la poesía caligráfica o figurativa, adoptan la forma de una moneda o una cinta de audio -pues hay que dar la vuelta al libro para continuar la lectura, para leer la otra cara-, aunque es más evidente en el ojo de la cerradura de las páginas 133-136 -de la "primera o segunda parte"- o en el desvanecimiento del personaje en la página 97 -también de la "primera o segunda parte"-.

Esta excentricidad en la forma también sucede en el contenido. Cuando topa con Mr. Yebrouth, en el desierto de sonora, el lector sufre una sacudida porque este personaje parece infringir las reglas de la novela, que hasta ese momento era una road-roman en la que el aviador británico se aparece como demasiado excéntrico, contrastando su presencia burlesca con el tono general de la novela no como un desahogo, sino como una discordancia. Sin embargo, a partir del capítulo décimo las reglas del relato han cambiado. El realismo sucio se troca en cuento de hadas, que en principio se puede achacar al topos, el desierto, dado al espejismo, y a la abstinencia de un personaje del que sabemos era adicto a la cocaína. Pero no es así; la tranformación es radical y a partir de entonces no se recuperará el tono realista del comienzo -de la "primera o segunda parte"-.

Las historias del "hombre que el 11 de septiembre no tomó el desvío que le habría llevado a las Torre Gemelas" -donde trabajaba- y del "desertor" son historias paralelas. Ambas son una huida del presente hacia el pasado con el que se tiene alguna deuda, y su huida se convierte en viaje -como viajero es el autor, Miguel Ángel Maya, entre otras cosas- y, ya que no puede ser una road-roman será road-tale o la etiqueta que se le quiera poner, una novela narrada con una pizca de delirio y un juego metaliterario que se encarna en el “omnisciente impostor enamorado” (p. 64, 2ª), un narrador que escribe con un propósito que no queda nada claro, si es enamorar a Laura, la locutora argentina, o vengarse de ella, pues sabe que la novela le hará daño. Como narrador, se comporta como omnisciente pero desconoce gran parte de las vicisitudes de sus personajes, introduce elipsis por ignorancia y, con la confusa frontera entre lo real y lo imaginado, se convierte en el personaje principal de la novela.

Aparece, junto a este omnisciente ignorante una novela fantasma en la que aparecerían las claves de la novela, junto con el testimonio de Laura, cuyos teléfono y dirección de correo electrónico ofrece el narrador para que el lector -de papel, aquél a quien en narrador se dirige, el voyeur- contacte y rellene los huecos de la novela. Y eso es porque el omnisicente ignorante no tiene credibilidad, porque los testimonios recogidos no son válidos pues "los personajes literarios que lo conocieron no tienen el más mínimo crédito" (p. 132, 2ª) aunque sí lo deben tener los delincuentesCursiva 'reales' que lo conocieron. Ello señala una estratificación de la ficción en capas sucesivas de realidad que dan profundidad y riqueza a la novela. Sin embargo, el juego no deja de parecerlo y resulta más ingenuo que conseguido. La novela, pues, tiene más valor como empeño que como logro, aunque permite atisbar a un narrador con mucho talento e imaginación y dotado de una rara sabiduría de perdido.

LO MEJOR: El capítulo 13, en el que personajes secundarios de malas novelas cobran vida.

LO PEOR: A pesar de la variedad de las situaciones, se termina haciendo rutinaria.


Esto fue lo que dijo Carolina León en Go Magazine:

"Últimas dos horas y cincuenta y ocho minutos"

Miguel Ángel Maya

Lengua de Trapo


“Últimas 2 horas y 58 minutos” es una primera novela o, mejor dicho, una primera publicación. Es ejercicio formal que no peca de formalismo. Es novela experimental, hecha con un sentido de la honestidad, con una cercanía tal entre autor y lector que no se parece a ningún experimento. Es un trabajo serio, dividido en dos. Se puede empezar a leer por la primera (o segunda) parte, o bien por la segunda (o primera) parte. Se cuenta entre las novelas de escape, de viaje o de carretera más desquiciadas y coherentes que se hayan visto en mucho tiempo. Tiene un formato de espejo, tiene un (falso) narrador omnisciente, y la excusa del amor, detrás de todo como impulsor. En ese espejo no se entra en disquisiciones morales y apenas estéticas, y en la imagen que refleja es, a menudo, más importante, lo que no refleja: el fuera de campo adquiere una fuerza curiosa. Es un libro que se debe sólo a sí mismo, avanza imparable por caminos de medio mundo en la desastrosa huída de los personajes, ensarta episodios delirantes y, a veces, pide ralentizar la lectura para elaborar debidamente la peripecia de esos dos seres oscuros. Es una exquisita ventana a las casualidades que dominan nuestras vidas, sin otorgar ninguna suerte de magia o bondad a esas casualidades: son, sin más. Entrar en el primer libro de un autor novel, por mucho que traiga el sello de ganador del VI Premio de Narrativa Caja Madrid y aparezca en Lengua de Trapo, puede ser para muchos poco tentador. Sáltense los prejuicios y verán.


Esto fue lo que dijo López Rúa en su blog:


Miguel Ángel Maya
Últimas 2 horas y 58 minutos
Lengua de Trapo, Madrid, 2008
ISBN: 9788483810323
272 páginas. 20,80 euros


2 horas y 58 minutos es casi el tiempo exacto para devorar cada una de las dos partes de esta novela, para leerla del derecho o del revés, boca arriba o boca abajo. Porque tiene dos portadas y cada una de sus tapas es el preámbulo de una historia diferente.
Maya ha novelado a modo de road movie, multitud de historias más o menos disparatadas que se encriptan en las dos novelas que confluyen en la mitad física del libro y que configuran la obra final. Dos partes con dos protagonistas diferentes de los que no llegamos a conocer nunca su nombre: para el lector siempre serán “el desertor” y “el hombre que el 11 de septiembre no estuvo en Nueva York”. Dos maneras de identificarlos, que en sí determinan sus identidades de ruptura, en un día que deciden cambiar sus vidas, en el que emprenden una ruta quijotesca desde Nueva York/Israel hasta Buenos Aires, pasando por Acapulco, el DF, Bogotá, Cartagena de Indias, Nápoles, Sevilla, El Líbano… Son dos seres derrotados que, a través de la metaliteratura desbordante del libro y la ayuda de un narrador omnisciente que realmente no lo es, caminan por los bordes de la vida.

Y es que esta es una novela de fronteras, absolutamente. De fronteras geográficas entre países y territorios que nos tientan a revisar el mapamundi y seguir la ruta de los personajes a modo de literatura de viajes. De fronteras vitales: “tal vez (…), eso sea una frontera, el lugar donde la gente deja de existir”, los dos protagonistas buscan una nueva identidad abandonados a los avatares que les impone el azar, encontrando a su paso el reverso desconocido de sus vidas a través de “(…) lugares de paso, inexistentes y fronterizos, que sólo sirven de guarida a los locos, a los que huyen sin nada que perder o los que deciden hacer de la frontera un estimulante modo de vida (…)” . Y estos son los personajes que se encuentran los dos outsiders a su paso, hombres y mujeres que tienen en común la pérdida o el destierro: chinos en el desierto de Mejico descendientes de los supervivientes de un naufragio antiguo frente a la Baja California, un superviviente de un accidente de aviación que decidió hacer de los restos del fuselaje su hogar en el medio del desierto, el gitano macedonio comerciante de extrañas mercancías que transita las fronteras de Israel, El Líbano y Europa...

Pero sobre todo, es un libro de fronteras literarias, marcadas por los juegos continuos en la narración. Descubrimos elipsis admitidas por el propio narrador: “(…) No sé de qué página no escrita de esta novela lo había sacado (…)”. Impregnado de metaliteratura, es muy recomendable el capítulo 13 de la 2ª parte en el que aparecen personajes de novelas fracasadas y en el que se mencionan otros de más éxito: Arturo Belano (¿tendrá esta novela tintes de Bolaño?), La Maga, Morelli… Metaliteratura del libro en sí mismo: ambas partes, protagonizadas por personajes diferentes, contienen referencias entre sí a través de breves apariciones de personajes, pueblos o situaciones: encontramos a Madame Tatanchourk inesperadamente en la segunda parte, aún siendo ésta un personaje propio de la historia que se novela en la primera e incluso obtenemos en esta 2ª mayor información sobre ella.

Un gran juego, en definitiva, que sospecho se conforma como las capas de una cebolla y que cada lector podrá disfrutar en mayor o menor medida en función del conocimiento previo de la biografía de Miguel Ángel Maya. Así si visitamos su web, descubrimos que el mimo que representaba al dios Baco en Nápoles, el viaje en velero en Colombia, la conferencia sobre literatura de vanguardia en Bogotá, el Burger King de Londres y los títulos de novelas escritas por alguno de los protagonistas, no son más que traslaciones de la vida de Maya a esta su primera novela publicada, que juega con un falso narrador omnisciente para poder poner cordura en un relato muy ingenioso pero a veces muy difícil de seguir que “(…) al ser tan inverosímil nadie dudó que fuera un cuento y no parte de su biografía”.
¿Será ésta una novela nocilla?


...Me han dicho los pajaritos o las malas lenguas que han salido otras reseñas, yo mismo he visto algún que otro blog que ha hablado de ella: pero en un 90% han sido amigos o primas... Igual, de muestra un botón...

...Luego me hizo una entrevista Lino Portela, para la sección El Fotomatón, de los lunes, en El País. Me pasé media hora hablando con Lino Portela, y él luego, recorta, añade, quita, pon, catapúnchimpún, dejó la entrevista en los huesos... Lo de menos es que yo contestara a lo que me preguntó, porque resumió un poco al libre albedrío, pero no quedó mal; de hecho, a la gente que leyó la entrevista, lo que más le gustó fue lo que no dije, de modo que dije que lo había dicho, y tan contentos...

ENTREVISTA: Talentos EL FOTOMATÓN... Miguel Ángel Maya, escritor y pianista

"¿Grabar un disco? No, gracias"

LINO PORTELA - Madrid - 19/05/2008

Hace un año, Miguel Ángel Maya (Madrid, 1978) trabajaba en una empresa de control técnico de edificios. Mientras el jefe no miraba escribió Últimas 2 horas y 58 minutos (Lengua de Trapo), con la que ha ganado el Premio de Narrativa Caja Madrid. Ha sido mimo en Nápoles, teleoperador y buscavidas. Ahora es músico y escribe.

Pregunta. ¿Se ha gastado ya los 15.000 euros del premio?

Respuesta. No. Poco a poco. Me gusta el dinero para hacer viajes. Ahora me voy a La Habana.

P. Los dos protagonistas de su novela cambian de vida de repente. ¿Es lo que hace usted?

R. En parte, sí. Cambiar de trabajo es cambiar de vida. Y yo he tenido muchos.

P. Cuente, cuente.

R. He vendido falsificaciones de perfumes por teléfono. También fui mimo en Nápoles disfrazado del dios Baco. Fue el trabajo que más dinero me ha dado.

P. ¿Mola más ser escritor o músico?

R. Hay poca diferencia, aunque el músico da más morbo a las chicas. Se liga más.

P. Lo siguiente es publicar un disco...

R. No, gracias. Grabo mi música en casa y la cuelgo en mi web. Bastante tengo con una editorial para lidiar además con una discográfica.

P. En directo, actúa con un trompetista invisible. ¿Quién es?

R. Es Oswaldo, un argentino que tuvo que huir de Buenos Aires porque atropelló a un perro uruguayo. Junto a él, el público me hace más caso.

P. ¿Pertenece a alguna generación literaria?

R. Que yo sepa no, pero igual sí. Simplemente tengo amigos que escriben.

P. Y la Nocilla, ¿le gusta?

R. Sí, no está mal. Está claro que hay una nueva forma de escribir.


...Jano Remesal me hizo otra entrevista para El Dominical, pero no la encuentro, y no está en internet, así que un día que me de por volver a escribir algo más acerca de Últimas 2 horas y 58 minutos lo pondré. Igual, os digo, si alguien lee esta entrada hasta el final, que la novela es más corta que la parrafada que he puesto aquí...

...Después del coñazo que he soltado, creo que me voy a ir a Valencia a ver a mi hermana...

...En fin, yo sé que me he pasado, de hecho empecé a hacer la entrada a las 18:30, y son las 21:43, si en vez de hacer tantas tonterías, en estas tres horas, hubiera escrito otras cosas otro gallo podía cantarme. Lo siento por este ladrillazo egocéntrico (voy camino de goytisolizarme, ¿no?), pero el aniversario lo merecía... Vino, por favor...

Miguel Ángel Maya.
Madrid, 20 enero 2009

P.D. Perdonad las erratas, pero no esperaréis que relea todo lo que he escrito, ¿no?
venga, a huí!!

4 comentarios:

AROAMD dijo...

te voy a ayudar, jiji: te falta el 'san' de 'martín de valdeiglesias', no le quites méritos al hombre

¡me chifla la foto celebración!

y, tal vez otro gallo cantaría, pero ¡felicidades! la ocasión lo requería

pues ganas de leerte más con ese marco amarillo o con cualquier otro, o sin él

este mismo blanquito me parece bien

un abrazote

martin elfman dijo...

Felicidades Miguelito. Aunque podrías atribuir la tira que corona esta entrada... Que, por cierto, si quieres, te envio a mejor resolución.
Un abrazo.
(A ver cuándo nos vemos en el mundo real, ese donde ponen cañas y esas cosas).

Anónimo dijo...

Perdona, Martín, hermano, por no atribuir tu autoría a la viñeta. Pensaba hacerla enlace, para que fuera directamente a tu página, y después no metí ningún enlace de los que tenía planeados. Haré una "fé de ratas", te lo prometo.

Adriana Degetau dijo...

mmmm... voy a pedir el libro a Lengua de Trapo para que me lo traigan directito a la puerta de esta casa del DF.