CON TODOS MIS RESPETOS
El nacimiento de mi hija fue complicado. Clara y Lola,
su madre, tuvieron que permanecer un cierto tiempo en la unidad de
cuidados intensivos de la Clínica Dexeus. Resultó que la Seguridad
Social sólo cubría el parto y el resto me correspondía a mí. La factura
ascendió a 12 millones de pesetas, lo que entonces costaba un piso. Me
era imposible pagar. El diario El País, que entonces dirigía Juan Luis Cebrián,
se hizo cargo del asunto. El mismo diario, con el mismo director, me
pagó cursos en Esade y me procuró una beca en Estados Unidos.
No quiero olvidar esas cosas.
Incluso teniéndolas presentes, ahora
comparto la opinión universal sobre Cebrián. A mí también me causa
horror y una cierta repulsión. Pero prefiero pensar que está enfermo y
que la cura a su enfermedad no puede pagarse con dinero. No debe ser,
como pensé hace unos años, un simple caso de ludopatía bursátil. Si
fuera así, habría recuperado ya la lucidez. Dudo que lo suyo tenga
remedio. Es una lástima.
Después de 27 años en El País,
creo que debo irme. La decisión de despedir a un tercio de la redacción
me permite acogerme, sin negociaciones particulares, a la indemnización
que se establezca para el colectivo. El País ha hecho por mí
mucho más que yo por él y hasta no hace mucho confiaba en que pese a la
crisis, la general y la del sector, lograría superar sus disfunciones.
Ya no confío. Conviene, sin embargo, subrayar algo: en 1976 trabajaba en
la Hoja del Lunes de Barcelona y cuando llegó a mis manos el primer ejemplar de El País pronuncié una frase lapidaria: “Esto no dura seis meses”. Como se ve, carezco de dotes proféticas.
Desconozco quién figura conmigo en la
lista de los que se van. Solo sé que son compañeros y amigos. Igual que
casi todos los que se quedan. Por eso quiero suponer que me equivoco de
nuevo y que El País, que seguirá contando tras los despidos con
bastantes de los mejores periodistas de España (e, inevitablemente, con
unos cuantos personajes lamentables), aún valdrá la pena.
He escrito estas líneas con vergüenza.
Que yo deje un empleo carece de interés. Que más de diez docenas de
periodistas sean despedidos de un periódico que baña en oro a sus
directivos y derrocha el dinero en estupideces es bastante grave. Que en
España haya millones de personas sin trabajo y con muchísimas
dificultades para llevar una vida digna, mientras algunos se enriquecen a
costa de la miseria ajena, es una tragedia.
Perdonen el desahogo. No volverá a ocurrir
Enric González
Publicado en Jot Down Cultural Magazine
P.D. En la foto aparecen Quim Monzó (en el papel de psicoanalista) y Enric González (en el de paciente). También está tomada de Jot Down.
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