Cuando Lisa me dijo que había hecho el amor
con otro, en la vacía cabina telefónica de aquel
almacén de la Tepeyac, creí que el mundo
se acababa para mí. Un tipo alto y flaco y
con el pelo largo y una verga larga que no esperó
más de una cita para penetrarla hasta el fondo.
No es algo serio, dijo ella, pero es
la mejor manera de sacarte de mi vida.
Parménides García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera
podido ser el amante de Lisa, pero algunos
años después supe que había muerto en una clínica psiquiátrica,
o que se había suicidado. Lisa ya no quería
acostarse más con perdedores. A veces sueño
con ella y la veo feliz y fría en un México
diseñado por Lovecraft. Escuchamos música
(Canned Heat, uno de los grupos preferidos
de Parménides García Saldaña) y luego hicimos
el amor tres veces. La primera se vino dentro de mí,
la segunda se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo
de agua, un corto hilo de pescar, entre mis pechos. Y todo
en dos horas, dijo Lisa. Las dos peores horas de mi vida,
dije desde el otro lado del teléfono.
Roberto Bolaño
con otro, en la vacía cabina telefónica de aquel
almacén de la Tepeyac, creí que el mundo
se acababa para mí. Un tipo alto y flaco y
con el pelo largo y una verga larga que no esperó
más de una cita para penetrarla hasta el fondo.
No es algo serio, dijo ella, pero es
la mejor manera de sacarte de mi vida.
Parménides García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera
podido ser el amante de Lisa, pero algunos
años después supe que había muerto en una clínica psiquiátrica,
o que se había suicidado. Lisa ya no quería
acostarse más con perdedores. A veces sueño
con ella y la veo feliz y fría en un México
diseñado por Lovecraft. Escuchamos música
(Canned Heat, uno de los grupos preferidos
de Parménides García Saldaña) y luego hicimos
el amor tres veces. La primera se vino dentro de mí,
la segunda se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo
de agua, un corto hilo de pescar, entre mis pechos. Y todo
en dos horas, dijo Lisa. Las dos peores horas de mi vida,
dije desde el otro lado del teléfono.
Roberto Bolaño
...Esta mañana, en el andén del metro de Avenida de la Ilustración había un tipo absorto, asomado a las páginas de un libro rojo y gordo. Intuí qué libro era: lo leí hace tres años, en Nápoles. Me levantaba por la mañana para abrirlo y leerlo, mientras se hacía el café. Me lo llevaba al baño, al centro de internet donde trabajaba, donde tampoco podía dejar de leerlo. Cuando llegaba a casa, por la tarde, por la noche, después de cenar, antes de dormir...
...He visto mucha gente absorta con ese libro. Me gusta ver a las chicas leyendo en el metro, en un banco de parque, andando, subiendo una escalera mecánica. Y más si están leyendo ese libro. Un día, la chica que rompía las entradas en la puerta de una de las salas de los Renoir de Princesa también estaba sumergida en ese libro y ni siquiera me miró, ni miró mis entradas...
...El cielo de Madrid está centroeuropeo, hoy y ayer. Intuyo que mi vida va a cambiar. Lo huelo en el ambiente que me rodea. Lara me decía el otro día que quería que Madrid fuera otra cosa, y yo también lo quiero. Para eso he regresado, creo...
...Hoy quiero que todo sea seda...
...El otro día volví a ver Los Fabulosos Baker Boys y volví a estremecerme. Seda, terciopelo, humo azul de un cigarrillo con sabor a fracaso, y esa mujer sola cantando sobre un piano rojo, y ese hombre solo tal vez enamorándose o tal vez huyendo...
...Ninguno de los dos quería esperar nada...
Miguel Ángel Maya
Madrid, 1 octubre, 2009
4 comentarios:
...No, qué hace tres años...
...Hace seis. Joder, cómo pasa el tiempo...
Siempre querremos otra cosa. Yo he interrumpido deliberadamente la lectura del último capítulo de 2666 hasta las vacaciones de diciembre. Empecé a leerlo para escapar de mi vida en agosto (con todo lo que se me venía encima). Me asaltó este pasaje y ya no pude parar hasta principios de septiembre. Como verás, mis fantasmas me siguieron por esas páginas:
Cuando sufría el dolor fácilmente se traslucía y cuando era feliz la felicidad que experimentaba se volvía contagiosa. Era incapaz de trazar con claridad una meta determinada y de mantener una continuidad en la acción que la llevara a coronar esa meta. Ninguna meta, por lo demás, era lo suficientemente apetecible o deseada como para que ella se comprometiera totalmente con ésta. La expresión “lograr un fin”, aplicada a algo personal, le parecía una trampa llena de mezquindad. A “lograr un fin” anteponía la palabra “vivir” y en raras ocasiones la palabra “felicidad".
...Sí, también yo tuve que dejarlo porque me dolió demasiado algo que leí en sus páginas...
...Desde entonces no he vuelto a él...
...Aunque debería, claro...
...Beso...
Eso te iba a escribir, no erán 3 los años...
Ahi.....!!!!!!!!!
tnc
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