domingo, 11 de noviembre de 2012

INTENTOS DE UN AMBIDIESTRO



...A estas alturas de la intemperie, me recuesto en el tercer intento, te masajeo los pies, te caliento dentro de la decencia, y me voy soltando de la cuerda que me ata...
...Los calendarios tienen varias fechas en rojo, y yo intento dar la vuelta al mundo en ochenta días como mínimo: un manuscrito palpitando, las calles de París, el giro grotesco y mortal doble carpado del mundo, la tinta roja, las notas en los márgenes, los restaurantes japoneses, el kimono que echas a lavar, el ratón que se asoma...
...Intentos, sólo intentos de un ambidiestro en horas bajas...

Miguel Ángel Maya
Sevilla, 11 de noviembre de 2012
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2 comentarios:

Venancio Roca dijo...

Confieso sin pizca de vergüenza que la Bacall nunca me gustó. No sé..., hallaba en ella algo andrógino y en los lagos azules de sus ojos (de gata, que no de tigresa) no alcanzaba a ver ni una brizna del sex appeal que sí me encandilaba en actrices dotadas de carrocería más modesta. Estoy pensando, por ejemplo, en Bárbara Stanwik, mujercita que me subyugaba con sólo mirarle aquellos ojos escrutadores y pelín reservones, de mujer de contenido voltaje erótico agazapado entre unas caderas adolescentes. Algo le vería la plebe cuando le concedió su momento de gloria.
Lo mismo pudiera decir de Jéssica Lange, pero en este caso sé con certeza a qué se debe semejante feeling: no logro borrar del recuerdo el revolcón que le da a Jack Nicholson en "El cartero siempre llama dos veces": ver una mesa de cocina de tablas de pino y sentir un calambrazo en la pelvis era todo una cosa; hasta hace unos años, que ahora soy menos impresionable.
Meryl Streep, también pudiera ser numeraria de este relicario de marfil en que tengo acomodadas a mis mis icónicas amadas.
Creo, Migue, que acabo de acreditar un buen gusto más que pasable, ¿eh, apañero?
Quede claro que, por no gustarme la Bacall, no soy ambidiestro necesariamente. De momento.

Miguel Ángel Maya dijo...

...Desde luego tiene usted un gusto exquisito, no lo niego, ahora, una cosa le digo, compañero: nada como la señorita Bacall desmintiendo con su voz cazallera y sus ojazos esos diecinueve añitos que tenía cuando dijo eso de: "Si me necesitas, silba. Sabes silbar, ¿no, Steve?"...
...La carne de gallina, caballero...
;-)