domingo, 21 de noviembre de 2010

SOUVENIR




[...] Que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
—ginebra y cerveza, por ejemplo—
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud»
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios. [...]

La canción del crupier del Mississipi

Leopoldo María Panero





...El inventario, todavía, es tan breve, que ni siquiera le he puesto un nombre...
...La habitación tiene todavía el aire provisional de las fiestas que se prolongan inútilmente hasta el alba, cuando ya no hay nada detrás de la noche...

...Sobre la mesa están los libros que me traje de Lengua de Trapo la última vez: Celacanto y Nada es crucial; y está también Carver, y está Non si muore tutte le mattine, de Vinicio Capossela, y El secreto de Joe Gould, de Joseph Mitchell. Están sobre una carpeta verde, junto a un calendario de la liga de fútbol, y una carta de Raquel Meller, y un folio con diálogos, y cinta aislante blanca, y un móvil que acaba de recibir un mensaje de alguien que me espera, y un billete de metro, y folios, y una taza de café, y los auriculares que acabo de ponerme mientras escribo Regina Spektor en Spotify, y leo la crónica del Barça de anoche y el cursor está en algún lugar impreciso de las últimas páginas del documento word...
...Frente a mí están las cajas con libros. Los libros son un ancla. Sólo cuando los libros están desperdigados y libres en un espacio, se puede decir que ese espacio no va a salir volando de un momento a otro...
...Sólo los libros guardan el equilibrio, mantienen la fuerza de la gravedad de la habitación: sólo ellos me indican como un síntoma cuánto tiempo permaneceré entre estas cuatro paredes...




...Luego está el tercer café de la mañana, las ojeras, las apenas cinco horas de sueño, el despertador con los primeros acordes de I got the blues, las enésimas correcciones de la novela, la espera inútil de las ilustraciones, las inútiles esperas o resacas por esas más de trescientas páginas que no tienen la más mínima importancia, que no tienen el más mínimo lugar en el mundo, una cantidad de palabras que son como pasarse la noche jurándole a una muñeca de goma que Dios existe, que son como el más inofensivos de los gestos, como el más aterrador de los silencios, como la más brutal de las indiferencias...
...Un simple souvenir perdido en todas las canciones que quisiera haber escrito...
...Sí, espera, que ahora mismo voy a despertarte como si ahora fuera la más feliz de las mañanas del mundo...

Miguel Ángel Maya
Sevilla, 21 noviembre, 2010

P.D. Las fotos son de la cinefilia facebookiana de Ingrid Guardiola

10 comentarios:

Lázaro dijo...

Es tan bella la ruina, tan profunda.

Siempre leyéndote…Saludos.

J.R.Infante dijo...

¡Lo que dura una mudanza! ¿O es que seguimos siendo transhumantes por encima de todo?
Un saludo

Elena dijo...

Hay un libro (mú malo en la historia y la prosa, no lo leas pó favó) que se llama da Dama número 13. Se supone que la combinación de las palabras que hacen escritores poetas (yo añadiría cualquiera) puede provocar cambios en la realidad. Para los psicoanalistas, el lenguaje; el dar palabra a algo hace que exista per se.
No creo que 300 páginas sean jurarle a una muñeca de plástico. Más bien es darle con ellas en la cabeza. Y que le vayan dando. Que son 300, ¿cuántas realidades estarás modificando sin darte cuenta?

d dijo...

...Un simple souvenir perdido en todas las canciones que quisiera haber escrito...

http://www.youtube.com/watch?v=4eqjESxHOS4&feature=related

trovador errante dijo...

Que bueno Panero, que bueno, que suyo, que cuerdo completamente loco, que lujo para el psiquiatrico!!!

Un abrazo,
Kike

Miguel Ángel Maya dijo...

...Bella y profunda, sí...
...No se me ocurrirían mejores adjetivos...
...Un abrazo...

Miguel Ángel Maya dijo...

...Sin duda alguna seguimos siendo trashumantes, Arruillo...

Miguel Ángel Maya dijo...

...Ay, Elena, habrá que leer ese libro (a veces pienso que los libros muy malos de la historia de la literatura son los más apetecibles)...
...Yo soy escéptico respecto a que una combinación de palabras pueda cambiar algo de la realidad que merezca la pena...
...Puede cambiar cosas insignificantes, tal vez, pero no creo que tengan tanto poder...
...Otra cosa, claro, es iluminar verbalmente la realidad (nombrar no deja de ser una versión más o menos práctica del "hágase la luz")...
...En cuanto a lo de las 300 páginas, yo sí que creo que es como jurarle a una muñeca de plástico, y te lo digo por experiencia jajaja...
...No creo que 300 páginas cambien muchas realidades, al menos no las mías, ni las del 99% de todo lo que se haya escrito jamás...
...Un abrazo...

Miguel Ángel Maya dijo...

...Merci beacoup, D...
;-)

Miguel Ángel Maya dijo...

...Qué lujo para el psiquiátrico, sin duda...