sábado, 19 de octubre de 2013

DRIVE AND SOFT DEATH



...Leo Cada tarde a esa hora me subo al Mustang y me pierdo por carreteras secundarias que sé que al final me llevarán a la autopista de la costa. Una vez allí, conduzco en dirección norte, pendiente siempre de la luz, hasta que doy con un lugar desde el que poder contemplar bien el ocaso, procurando encontrar cada vez un nuevo puesto de observación, que siempre elijo en función de la altura del sol. Mientras conduzco, me abandono a los sentimientos que despierta en mí la extraña cualidad que la luz tiene siempre a esa hora. En algún momento me percato de que el sol está muy bajo y entonces salgo de la carretera principal...
...Antes de ayer conducía horas antes de leer esto. Tenía el Mar Mediterráneo a mi izquierda. El sol le daba un tono dorado. Me fijé en un enorme barco mercante anclado frente a la última playa urbana. Ahora vivo junto al mar. Lo digo guiñando los ojos por el sol. Lo digo mientras suena Chico Buarque en el coche...
...Ahora estoy traduciendo uno de los cuentos de Joseph T. Gambolò, el bizarro y casi desconocido escritor norteamericano, relativamente célebre como cronista de boxeo y ocasional guionista de subproductos de serie b, para una antología que se va a publicar en España en primavera. El cuento se titula Drive and soft death, y fue publicado en The New Yorker en septiembre de 1977, exactamente 274 días antes de que yo naciera; antes incluso de que yo fuera concebido. Es la historia de una telefonista de Chicago que desentraña un asesinato. Es un cuento irregular, extraño; como todos los de T. Gambolò, pero como todos los suyos, enigmático y con "algo"...
...Es curioso, mientras conducía, con el mar dorado a mi izquierda, subido a mi Fiat Joplin (no a mi Mustang) me acordaba de cuando trabajaba como teleoperador en Yodeyma, la empresa de perfumes falsos. Yo trabajaba con los clientes italianos. Mi trabajo se limitaba a tomar pedidos de peluqueros que vendían las falsificaciones a sus clientes, hasta que nos dijeron que teníamos que hacer promoción. Yo me sentía cómodo recibiendo pedidos de peluqueros de pueblos perdidos italianos que pedían una falsificación de Chanel Nº 5 para sus clientas, pero no llamando para vender. No sirvo para vender, y menos por teléfono. El caso es que me entró una llamada, no recuerdo ni adónde ni a qué cliente, la historia es que descolgó una chica. Yo pregunté por el titular de la peluquería. Me dijo: "Sí", con cierta sorpresa, con cierto entusiasmo, no sé, con mucha emoción. Yo le dije: "Chiamo da Yodeyma", y ella me dijo, desinflada, triste: "guardi, non è il momento" (Mire, no es el momento). Yo dije: "Mi scusi" (Discúlpeme) y colgué. No sé por qué, me he acordado muchas veces de esa llamada, de ese momento, de ese día. No sé por qué me acuerdo a menudo de ella mientras conduzco. No sé, siempre he imaginado que el titular de esa peluquería acababa de fallecer y que yo estaba llamando a una casa en la que se celebraba un velatorio, o en la que la muerte había hecho acto de presencia, y que esa chica esperaba una palabra de aliento, un pésame, un abrazo en la distancia, y no la llamada corporativa de un tipo que le insistía en las bondades de los perfumes falsificados. Nada más que la voz de la chica me hace pensar eso, pero es algo de lo que estoy convencido...
...¿Por qué pienso ahora en esto? No tengo ni idea. Mi vida es extraña. Estoy con las traduciones, estoy escribiendo, estoy leyendo el nuevo libro de Eduardo Lago, conduzco con mi Fiat Joplin a lo largo del Mediterráneo. Me seduce la idea de publicar por primera vez en España los relatos de Joseph T. Gambolò. Cuando conduzco y escucho música en el coche se me vienen a la mente instantes sobre los que no tengo tampoco mucha capacidad de decisión. No tienen más razón que esa...
...Vuelvo a leer el cuento de Joseph T. Gambolò. Ahora ya con mis propias palabras, con las palabras que yo, en mi traducción, he elegido, las palabras que son tanto mías como de T. Gambolò. Y me relamo, y pienso que está bien que se publique su obra aquí. Y participar de ello...
...Y nada más. O poco más...


Miguel Ángel Maya
19 de octubre de 2013

P.D. La foto está tomada de aquí

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2 comentarios:

NáN dijo...

A mí me parecen "bastante" esos "Ahora".

Por supuesto, desconocía a Gambolò.

¿Qué tal la novela de E. LAgo? Este agosto leí se magnífica traducción de "El plantador de tabaco", de Barth.

Miguel Ángel Maya dijo...

...Gracias, Nano...
...La novela de Lago me costó arrancarla, pero por ahora me parece muy muy buena...
...Creo que cuando tenga oportunidad de leer los cuentos del bizarro T. Gamolò le van a sorprender. Para mí es una loteria traducirlos (una lotería difícil, claro)...
...Un abrazo...