jueves, 2 de febrero de 2012

SALIDA DE EMERGENCIA




...Y mezclas whisky con agua bendita

Christina Rosenvinge




...El faquir que hay en mí, que me conoce como la accidentada palma de su mano o los maltrechos músculos de su espalda, baja la voz, se ajusta el monóculo e insiste en que lo mejor que podemos hacer, los dos, el cobarde y él, es irnos muy lejos. Ya sabes, dice serio: preparar un plan de evacuación, una huida digna, sin alarmas, sin aspavientos. Lenta, como cierras esa puerta al amanecer para que no se despierte quien había sido tu amante hasta que se rompió el hechizo con la luz del día. Irse, dice redundante, escaparse de este incendio invisible que va a terminar haciéndote añicos ese corazón arrítmico y jazzístico al que das tantos disgustos...

...Nadie te echará de menos, argumenta, agrandarás tu leyenda de trotamundos, saldrás quijotesco y airoso de todos los entuertos...




...Piensa que bastan esas dos o tres palabras para convencerme...
...Me hago el dormido. Me estalla una novela entre las manos. A veces el faquir está en lo cierto. A veces se pelea con el trilero que hay en mí, y me duele la cabeza, y me tiembla el alma como un flan en las manos de un personaje secundario en una película de terror...
...Ya nada me da miedo porque todo me da pena, digo solemne y temeroso...
...El faquir ríe por no llorar, y pide otra copa. La puta que hay en mí se desvela y dice palabrotas y dice que nos callemos, que ha llegado a las tantas, y sigue borracha. La virgen dócil, cínica y puritana que hay en mí la arropa cariñosa y le da el beso de buenas noches. La huele disimuladamente, eso sí, a la puta, y ese excitante y desorientado olor a nadie la estremece...
...Casi tanto como la salida de emergencia con la que sueña...


Miguel Ángel Maya
Sevilla, 2 febrero, 2012
*

6 comentarios:

Venancio Roca dijo...

"La Virgen Puta", tal era el apodo de una meretriz que oficiaba entre montañas de carbón y pilas de troncos de posteo minero, en el puerto nocturno de mi infancia.
Era rubia y llevaba el pelo recogido en una gruesa trenza. Tenía unos cándidos ojos azules. Era alta y un poco desgarbada. Como de veinticinco abriles. Vestía una amplia gabardina que -decían- desplegaba como las alas de una mariposa gigante, para cerrarla después sobre la espalda del aterido cliente, al que acogía en el tibio seno. De pie.
He visto Madonnas menos conmovedoras en su entrega generosa.
Lo era, pese al estipendio: nunca tanto por tan poco. Que las Madonnas todo lo hacen a la mayor gloria del Hijo..., y les importa más bien poco el destino de los hijos de las virginales putas. O de los de quienes arrancaron a la veta el carbón; o de los que talaron la madera.
De los de los estibadores no hablo, que solían tener buenos sueldos.

Salute.

Anónimo dijo...

Pero luego en el rendezvous de trotamundos conocés a madmoiselle Amsterdam y olvidás.

Miguel Ángel Maya dijo...

...No hay nada, querido Venancio, como un oasis de felicidad en medio de un lugar infecto de un puerto de infectado de barcos mercantes...
...Entiendo la huella que esa Madonna le dejó...
;-)

Miguel Ángel Maya dijo...

...A mademoiselle Amsterdam sólo se la conoce una vez, Anónimo/a...
...En esas estamos, ¿no?...
...Gracias y abrazo...

Anónimo dijo...

Nah, a madmoiselle Amsterdam te la encontrás en cada esquina.
Bueno, claro, depende del tamaño del corazón y de la profundidad de la soledad que consuele la señorita.
Pero madmoiselles hay muchas, tenes que hacertelas, pero allí están si andás de trotamundos.

Miguel Ángel Maya dijo...

...Seguiré su consejo a pies juntillas...
;-)