La sinopsis de la novela dice así:
«Una niña es arrastrada primero por su madre y después por un extraño y viejo pianista en una huida sin destino aparente. ¿De qué huyen? ¿Quién los amenaza? ¿Qué ocurrirá cuando, veinticinco años después, vuelvan a encontrarse? La mirada deformada por la violencia de la protagonista nos lleva, como en una road movie alucinada, por los vericuetos de un desierto, junto a un circo abandonado, a las afueras de la inquietante Saint Simons y sus alrededores».
La historia no me ha gustado tanto como pensé que lo haría. Mi primera impresión es que no estoy ante una novela corta, sino ante un relato largo, un cuento con un exceso de páginas. Se me ha hecho eterno un libro de poco más de cien páginas, y eso nunca es bueno. No sé si definir Paranoica fierita como un soliloquio que a veces es interrumpido por un monólogo pretencioso, o un monólogo metaliterario con incrustaciones soliloquianas. La historia no me ha parecido ni mala ni buena, me ha dejado descolocado, a mi juzgar le ha faltado un poco de coherencia literaria, es decir, aunque la trama tiene su recorrido en la novela, hay un momento en el que todo pierde efectividad, a unas veinticinco páginas del final, el último giro es desbocado, descarrila, a mí me parece todo demasiado dramatizado, como cuando la sobreactuación de los actores quita realismo a lo que está pasando en una película. He tenido que releer algunos pasajes de la novela porque, sinceramente, no me enteraba de lo que estaba pasando, o de lo que tenía que pasar. Con el estilo literario, el ritmo narrativo, me ha ocurrido algo curioso, al principio me ha resultado interesante, incluso me ha gustado, pero a medida que iba avanzando en la lectura ese mismo estilo y ritmo me ha terminado cansando, unas oraciones muy largas, otras inconclusas, dos voces (¿o una?) con una tonalidad totalmente neutra.
Me engatusó la contraportada del libro, en el que decía que la atmósfera de Paranoica Fierita recordaba a David Lynch y que contenía una trama salvaje a lo Quentin Tarantino, entre otras cosas, y yo lo que me he encontrado ha sido un texto con mucha intención pero con un resultado bastante pobre.
Definitivamente no es un libro que recomendaría a todo el mundo.Jesús Cuenca Torres en La jungla de las letras
Aunque no sea una crítica ni mucho menos favorable, creo que está bien argumentada y creo que no le falta razón en muchos aspectos. Voy a intentar aclarar sobre todo el tema de las voces. Hay un punto de partida importante: el telón de fondo de toda la novela es la locura. Eso pretendía con la cita de Leopoldo María Panero al principio: «de todos los favores que pude prometerte / te debo la locura». Los dos personajes hablan desde ahí, lo que pasa es que la voz de ella (que ha estado en el psiquiátrico) parece bastante más cuerda o centrada que la de él. Efectivamente, el anciano relata una historia inverosímil que apenas se entiende. Esto es cierto, pero es que eso es exactamente lo que yo estaba buscando con ese monólogo final de él. Alguien que dice lo que él dice y de la manera en la que lo dice no parece una persona muy centrada para tener la relación que ha tenido con la niña. Creo que, si él hubiera hablado de otra forma, su voz no habría tenido sentido y la historia se habría caído o habría sido otra.
Creo que esa parte es la clave de la novela, y es ahí es donde radica la principal diferencia entre la lectura de Jesús Cuenca Torres y mi escritura, ya que solo a través de cómo habla el anciano (de lo ininteligible de ese monólogo final, contando cosas completamente inverosímiles y, efectivamente, demasiado dramatizado o incluso demasiado grotesco) nos damos cuenta, creo, de quién es realmente.
Me planteé la novela como una historia que se pudiera entrever a pesar de las palabras, que quedara sedimentada ahí, detrás de unas palabras que en todo momento están interfiriendo sobre ella, que la están deformando, sobre el telón de fondo de la locura. Solo eso.
En cuanto a lo demás, puedo diferir más o menos, pero respeto profundamente la crítica y, como todo lo que está bien argumentado, me ha dado mucho que pensar y de todo he tomado nota.
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