PARANOICA FIERITA, POR MIGUEL ÁNGEL MAYA
Por David Pérez Vega
Editorial Carpenoctem. 106 páginas. Primera edición de 2022
Me había fijado por primera vez en el nombre de Miguel Ángel Maya (Madrid, 1978) en 2008, cuando ganó el Premio Caja Madrid de Narrativa con su novela Últimas 2 horas y 58 minutos, editado por Lengua de Trapo. No llegué a leer este libro, pero lo hojeé varias veces. Más tarde, he intercambiado algunos mensajes por las redes sociales con Miguel Ángel, sobre todo tras mi interés por el escritor argentino Salvador Benesdra, del que él estuvo investigando con la idea de escribir una novela. En 2022 me escribió para preguntarme si me interesaría leer su nueva novela, titulada Paranoica fierita. La acepté por esa amistad en la distancia que nos unía y porque la publicaba la editorial Carpe Noctem, donde yo he publicado mi novela Caminaré entre las ratas.
La edición de Carpe Noctem presenta algunas peculiaridades: de entrada, en las primeras páginas del libro está dibujada –con fondo negro– la cerradura de una puerta y dentro de ella está el texto inicial de la novela. En estas páginas, un narrador, aún desconocido, observa los movimientos privados de una mujer en un cuarto de baño y la mira, efectivamente, a través de la cerradura de una puerta, una puerta antigua habría que puntualizar. El texto, prescindiendo del uso de puntos, y donde las frases van de corrido, unidas con la conjunción «y» es desasosegante. En él se insinúa la violencia y la locura que va a guiar el relato de esta intensa y corta novela.
Después de estas seis páginas iniciales, contadas a través de la cerradura de la puerta, pasamos a un paginado más convencional. Además, se cambia de narrador: ahora pasará ser una mujer que se despierta magullada en una habitación, con un cadáver ensangrentado a su lado, y con claros signos de haber sido asesinado de forma violenta, pero ella no sabe qué ha ocurrido. La narradora, de la que nunca sabremos el nombre, empezará a contarle a la policía su historia. «Me lanzan preguntas. Son cuchillos, las preguntas, que buscan clavarse en mi carne y en mi cuerpo, pero no me encuentran porque de mi boca ni una sola respuesta sale, ni un solo recuerdo se escapa.» (pág. 17)
En el siguiente capítulo, la narradora se traslada hasta sus cinco o seis años, cuando vivía con sus padres y su hermana en una casa «al norte de Saint Simons, cerca de donde empieza el desierto». Más tarde se citará el nombre de otros pueblos del desierto: San Elizario, Ruidosa, Candelaria, Las Cruces… Busco estos pueblos en Google y encuentro que San Elizario es una ciudad de Texas, ubicada en el condado de El Paso. No se explicita el país en el que se sitúa la acción, pero el imaginario mostrado sí que hace pensar en la frontera entre Estados Unidos y México. De hecho, estas primeras páginas en las que se rememora la infancia de la protagonista, me hacen pensar en la violencia de los escenarios fronterizos que desarrolló Roberto Bolaño en 2666. La construcción lingüística también parece tener a Bolaño como modelo: de forma continua, Maya traza en la página un misterio y una sensación de amenaza constante, en muchos casos concreta, pero también indeterminada. «Una noche, la gente del circo se va. Lo dejan intacto, como si hubieran sido avisados de una inminente epidemia o sido testigos de algo terrible.» (pág. 19), esta última construcción («testigos de algo terrible») me parece completamente bolañesca.
En el resumen de la contraportada, la escritora Sara Mesa apunta que esta obra ahonda en algunas de las obsesiones de Miguel Ángel Maya: «el mundo del circo, los rituales que sostienen la vida, la locura, la magia, la perversidad y el mal, el piano como animal mitológico, el cuerpo como topografía del dolor.» No he leído las anteriores obras de Maya, para poder corroborar las palabras de Sara Mesa; pero sí que me parece que apunta en la dirección correcta cuando dice que la atmósfera puede recordar a las de las películas de David Lynch y la trama salvaje a lo Quentin Tarantino. Toda la extrañeza de Lynch y toda la violencia de Tarantino se pueden encontrar en estas breves, pero intensas páginas de Maya, escritas –como ya he apuntado– siguiendo la estela de Bolaño.
Todo lo más terrible que se puede imaginar el ser humano lo ha dibujado Maya sobre sus páginas: pederastia, agresiones, violaciones, asesinatos, abusos y violencias de todo tipo, incluso no faltará la antropofagia… El padre de la narradora la llevará a ella y a su hermana hasta los terribles manglares, donde las entregará a las fiestas de siniestros personajes con las cabezas cubiertas por cabezas de animales. Toda la historia está recorrida por un aire de distanciamiento onírico.
La madre iniciará con la narradora una búsqueda, a través de los pueblos de la región, de algunos de los personajes del libro (no quiero destripar la trama), que, de nuevo, me ha recordado a las búsquedas de detectives salvajes de los libros de Bolaño.
La narradora se encontrará sola a los trece años, viviendo en una caravana a las puertas de un circo abandonado. La presencia del mundo del circo, como misterio y como amenaza, es muy intensa en esta historia, que, sin contar nada extraordinario o mágico, elude el realismo. A la adolescente de trece años le saldrá un protector inesperado, con el que iniciará nuevas búsquedas de detectives salvajes, con una atmósfera opresiva en todo momento.
Además del juego de la cerradura, ya comentado, habrá otras páginas en las que aparezcan partituras de música, que yo no sé leer y, por tanto, no sé si tienen significación real en la historia o son, más bien, decorativas. O incluso una mancha roja, imitando la sangre sobre la página.
En el tramo final, viviremos un nuevo cambio de narrador, que acercará al lector a las primeras páginas leídas, y esta historia misteriosa, en la que yo tenía, en más de una ocasión, la sensación de estar adentrándose en los resortes internos de una pesadilla, en la que la lógica narrativa había quedado abolida, cobrará, en gran medida, unidad y significado. Sin quedar, por ello, unidos todos los cabos expuestos.
Quizás el punto débil que le podría sacar a Paranoica fierita es que todo lo terrible que se muestra en esta obra es tan exagerado que a veces parece bordear la parodia o la búsqueda de lo epatante por encima de la limpieza narrativa. Las apenas cien páginas de Paranoica fierita son realmente intensas. Es esta una narración que da más importancia a la creación de atmósferas que a la de una trama clara (aunque ya he apuntando que sí que acabará existiendo una trama que se mostrará al final de la novela). El lenguaje es poético, misterio y oscuro. Lo contado es terrible, violento y opresivo. Paranoica fierita es una novela extraña y pesadillesca para amantes de los cócteles fuertes.
Publicado en Revista Kokep
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