…He
traducido del italiano un texto que me ha parecido interesante…
…El
título original es Il manifesto delle zoccole. Su autora es Valentina Nappi,
una actriz porno italiana a la que sigo desde hace tiempo. No llegué a ella por
el porno sino a través de un encuentro, englobado en las jornadas de Popsophia, que tuvo lugar en Civitavecchia
(Italia) el 14 de julio de 2012. Me gustó mucho lo que decía y cómo —recomiendo encarecidamente el vídeo aunque no
siempre esté de acuerdo con ella—. Me fascinó Valentina, su forma de estar, su forma de responder,
sus análisis, y empecé a buscar más cosas sobre ella (sus artículos, sus
películas, sus entrevistas). La verdad es que ella y sus artículos me parecen
infinitamente más interesantes que sus producciones hard, que a mi juicio responden a los esquemas por los que a menudo me aburre el porno (que es en esencia lo que me aburre de la sociedad): el punto de vista unívoco y la reproducción de roles prefabricados. En cualquier caso, estoy convencido de que Valentina Nappi le dará una vuelta también a eso. Por mi parte, suscribo su manifiesto, como ser humano, independientemente de mi sexo…
«MANIFIESTO
DE LAS ZORRAS
Por
Valentina Nappi
Nos
encontramos en plena campaña de estigmatización del sexo fácil. Un ejemplo es
particularmente explicativo: cuando se han ocupado del fenómenos de las chicas
ducha [N.d.T: Se refiere a las llamadas ragazze doccia, chicas ducha, en octubre de 2013 hubo
una polémica en Italia al descubrirse el fenómeno de chicas adolescentes, muy
jóvenes, que en las escuelas e institutos de la zona de Milán ofrecían favores sexuales (sexo oral básicamente) a cambio de pequeñas cantidades de dinero, cigarrillos, porros o recargas en el móvil) y que fue tratado
en Italia con sesudos debates, artículos, alarma, etcétera. El manifiesto de Valentina Nappi se escribe
en este contexto, poco tiempo después de que saltara esa noticia], los
artículos periodísticos, los posts en los blogs y los comentarios acerca de
ello, los reportajes, las intervenciones en los debates televisivos no ponen el
acento en el aspecto mercenario (las recargas telefónicas, etc.) —que en
realidad es el único elemento problemático de esas situaciones — sino en la
facilidad del sexo. Curiosamente, de un episodio de hace unos dos años —el de
la chica que, tras una falsa denuncia que causó un auténtico linchamiento
contra un campo rom, afirmó “He mentido sobre la violación por miedo” no
nacieron debates sobre los modelos educativos. Curiosamente, nadie o casi
nadie, probó a formular hipótesis sobre qué monstruosa violencia psicológica
podía haber detrás de un gesto extremo como aquel. Evidentemente, para el
sentido común, es lícito inculcar —por las buenas o incluso no tanto por las
buenas— la idea de que la virginidad es un valor, es una libre elección
educativa de los padres, una elección sobre la cual los demás no tienen por qué
intervenir. Viceversa, tener sexo con la facilidad con la que se bebe un vaso
de agua (alguna vez fue un eslogan feminista) no parece apropiado.
Incluso
los psiquiatras están obligados a decir que no es apropiado. También tienen
ellos que proponer modelos estándar: el buen adolescente, la sana paternidad,
la sana sexualidad. Como si se tratase del funcionamiento del corazón que —este
sí— cuando no es normal no van bien las cosas. Desgraciadamente, una cierta
forma mentis de médicos encuentra serios problemas cuando el objeto de estudio
no es el corazón o el hígado, sino la cultura, los comportamientos, los valores.
Porque cuando está en juego la cultura, el concepto de funcionalidad no es tan
unívoco: no es como la buena funcionalidad de un corazón sano, normal.
Contrariamente a lo que sucede para el funcionamiento de los pulmones o del
hígado, cuando entran en juego los comportamientos las vías ramificadas pero
funcionales son múltiples y a menudo sorprendentes. No hay esquema que las
soporte. Y es para temer una psiquiatría que pretende pronunciarse con la
autoridad de la ciencia, en ausencia de un serio análisis de su estatuto
epistemológico. Estamos hablando de una disciplina que hasta hace pocas décadas
consideraba la homosexualidad una enfermedad mental.
Como
atestiguan los ejemplos de exsesentaiochistas desde siempre partidarias del
modelo “como beber un vaso de agua” —y completamente satisfechas de las propias
elecciones— la mujer slut y fácil es una posibilidad en absoluto impracticable.
Quien está mediatizado por la ideología, en lugar de poner en discusión sus
propios esquemas, pretenderá ver algo que no es correcto, algún elemento
oscuro. A muchos les convendría un baño de honestidad. Probablemente la mujer
slut es percibida como una amenaza porque representa un contra-ejemplo —en
particular en lo que concierne a la etología de la seducción y todo lo que de
ella depende— a la lógica de los roles y de las diferencias sexuales, en un
periodo histórico en el que desde muchos frentes se pide el retorno a valores y
modelos “estables”. Da miedo la idea de que tener sexo con uno pueda ser como
jugar una partida de backgammon: con toda seguridad una relación social pero no
tan “especial” como era entendida la sexualidad (incluso fuera de la pareja) en
el pasado.
Una
relación social ocasional al mismo nivel de las otras, entre dos personas
libremente de acuerdo, al mismo nivel que un encuentro de judo o una sesión de
masaje. Con un impulso sentimental, incluso. Al mismo nivel de un encuentro de
judo o de una sesión de masaje.
Las
consecuencias progresivas de este acercamiento son múltiples:
La
sexualidad se vuelve más técnica; el ejercicio, la práctica asumen un papel
bastante más relevante; aprendiendo cuestiones prácticas de un gran número de
parejas, cada uno contribuye a difundirlos, favoreciendo la contaminación de
las técnicas y su evolución; se destraban nuevas posibilidad de cultura
sensorial, por ejemplo mediante la inclusión ya no marginal de la dimensión
sensorial sexual en el arte; se pone fin al desequilibrio de género sobre las
posibilidades de practicar sexo ocasional, resolviendo en la práctica el
problema de la mercantilización de la mujer en cuanto mujer; se da un paso
fundamental en el camino de la Modernidad y de la secularización, una de cuyas
instancias fundamentales es el restablecimiento del dimorfismo etológico de
género.
Ya
es hora de reafirmar el orgullo de ser zorras».
…El diagnóstico de
Valentina Nappi y la perspectiva desde donde lo hace son, creo, interesantes.
Cuando hace unas semanas sucedió aquí algo parecido (una presunta denuncia
falsa de violación), me acordé de lo que sucedió en Italia en el invierno de2011. Me acordé de aquella horda incendiando casas y me acordé de la entrevista
a la chica que, en su momento me impactó pero que no había guardado. Ahora,
casualmente, Valentina Nappi la enlaza en su manifiesto…
…En
su momento, en Italia, el hecho de la denuncia falsa de la chica pasó a un
segundo plano frente a la brutalidad de las bestias que se organizaron para ir
a quemar todas las casas del campamento en venganza por la supuesta violación
de uno de los suyos por parte de dos rumanos. Ni siquiera se intentó
identificar a los dos supuestos violadores y llevar a cabo una venganza
selectiva contra aquellos dos culpables. Al contrario, las bestias biempensantes
defensoras del honor y del himen de aquella adolescentes consideraron que
habían sido los rumanos, todos, como pueblo, tal vez como especie, los que
habían terminado brutalmente con la virginidad de una de sus crías…
…He
traducido la entrevista, y destila casi tanta brutalidad como la reacción…
«“He
mentido sobre la violación por miedo. Para mí la virginidad es un valor”
Tras
el violento linchamiento contra el campo Rom, habla la adolescente de Turín.
“Pero yo no soy racista”.
Turín
– Hay un pueblo en la periferia de Turín donde el tiempo se ha detenido y donde
todavía es algo feo mantener relaciones sexuales antes del matrimonio. Un
pueblo donde una chica de 16 años, una normalísima chica corriente con mechas
rubias y camiseta a la moda, que ha estudiado hasta hace pocos meses y que
ahora le gustaría encontrar algo como camarera, tiene miedo de darle a su madre
un dolor demasiado grande si admite que ya no es virgen y que ha sido una
decisión propia. Y para no hacerlo, se inventa que ha sido violada y dice “lo
primero que se le ocurre” describiendo a los agresores como dos rumanos. Dos
días después se arrepiente, cede ante las preguntas de los “carabinieri” que ya
lo han comprendido todo, y cuenta la verdad: “Estaba con mi novio, era la
primera vez”. Pero es demasiado tarde, porque de ese pueblo, en realidad un
barrio popular de casas uniformadas construidas en los años del boom – ya ha
salido la expedición de castigo y las chozas de los rumanos van prendiendo
fuego. Para entender cómo ha podido suceder es necesario andar por aquellas
calles con nombres de flores, donde cada diez metros alguien te para, te
pregunta quién eres y qué quieres, donde las personas se llaman desde los
balcones y se conocen todas. En casa de Sandra, que el jueves 8 de diciembre se
ha inventado la violación, el sábado ha confesado y el domingo ha pedido
perdón: con los rumanos, con la madre, el padre, los cuatro hermanos y todo el
barrio. “He pedido perdón con una carta en Facebook –confirma- pero no es
verdad que me avergüenzo, ¿podéis escribirlo, por favor?”
Podemos
escribirlo. Pero el hecho queda. ¿Por qué contar una mentira tan grande? ¿No
has pensado en las consecuencias?
No,
en el momento no lo he pensado. Yo no he sido la que ha mandado a la gente a
quemar las chozas. Estaba confundida, he visto a mi hermano y no he podido
decirle la verdad. Después, una vez que he dicho la mentira he tenido que
seguir adelante un poco más, era difícil detenerse…
¿Por
qué has descrito a tus falsos agresores como dos personas que podían venir del descampado
nómada de aquí al lado?
Me he equivocado. Pero lo mío no es racismo. Preguntadle a quien queráis del barrio, casi todos han tenido un robo en casa. Es normal que la gente esté susceptible, aunque no se puede justificar lo que ha pasado en las chozas de los rumanos, donde había mujeres y niños. Cuando he salido del garaje (el lugar donde había pasado la tarde del jueves junto a su novio, tres años mayor) y me he encontrado con mi hermano vi a dos chicos del campo a lo lejos que corrían. Los he visto, él también los ha visto, una parte de mi mentira ha empezado así.
¿Por
qué estabas tan en estado de shock? ¿Por qué tanto miedo de que tus padres
supiesen la verdad?
Generalmente
no digo mentiras. Hasta cuando he empezado a fumar he ido a mi padre de decírselo,
aunque sabía que no le gustaría. Pero ese día no me había preparado, no lo
había hecho nunca antes, incluso mi novio tenía miedo. No ha habido ninguna
violencia, lo he hecho por amor, pero el miedo sí. Y yo había prometido no
hacerlo antes del matrimonio, lo había prometido de forma espontánea, me sentía
una estúpida… No es verdad que tuviera miedo de los golpes ni que mi madre me
obliga a ir al ginecólogo. Pero es cierto que en familia estamos todos de
acuerdo en que ciertas cosas no están bien. A mis padres no les gustaba la
historia con este chico, habrían querido que él viniera a casa, que dijera sus
intenciones, También por esto había prometido…
¿Eres
religiosa?
Sí.
Como mis padres. Vamos a la iglesia, somos creyentes, me gusta que en casa haya
estas imágenes (señala un cuadro en la cocina con el rostro de Jesús). Pero no
soy una beata, soy una chica como todas las demás, me gusta la música y me
gusta Facebook, y salir con mis amigas y mirar los escaparates del centro.
Intento comportarme honestamente, sobre todo por respeto a mis padres, he
cometido un error, y ya lo estoy pagando muy caro.
¿Qué
te está sucediendo?
Todos
hablan de mí, hemos sido amenazados, no puedo salir de casa sin que se todo el
mundo me mire. Mis amigas se han enfadado, y las puedo entender, e incluso para
mí familia todo ha sido un cúmulo de problemas. No era así como esperaba que
fuera mi primera vez… Ya he pedido perdón, ¿qué más tengo que hacer?
¿Desaparecer? ¿Prenderme fuego?
¿Cómo
te imaginas el futuro?
He
hecho tres años de instituto, me he sacado el título. Me gustaría trabajar. Mi
madre, mis tías [las señala, alrededor de la mesa] ya me ha perdonado, me
gustaría no volver a desilusionarlas. Me gustaría que todos se olvidaran de mí,
que de mi equivocación no se hablase más. Pero quizás es imposible.
14
de diciembre de 2011»
…Creo que tiene
razón Valentina Nappi al relacionar su Manifiesto de las zorras con este
terrible incidente en cuyo germen está toda la monstruosidad y la violencia
sutil, que ejerce la religión, especialmente contra la mujer, combinada además con la brutalidad de la que es
capaz el ser humano cuando piensa y actúa como horda, legitimada, además, por una cuestión de honor…
...No sé por qué algo me dice que en este terrible suceso prenavideño de las afueras de Turín y en las respuestas que da esta chica, está la clave, también, de lo que ha sucedido aquí en los últimos días...
(Continuará)
Miguel Ángel Maya
31 de agosto de 2014
P.D. Las primeras dos fotografías están tomadas del twitter de Valentina Nappi, las demás, están tomadas de distintos medios que se ocuparon de la noticia del incendio del campamento rom.
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