domingo, 2 de octubre de 2011

PIERRE MENARD, INVENTOR DE LA PÓLVORA




…Tiempo atrás me pasó algo…
…Tengo varios personajes de ficción. No siempre aparecen en lo que escribo, pero están ahí, viven en una especie de mundo paralelo en el que yo también vivo, los sigo, los miro desde lejos, sé más o menos qué hacen, por dónde andan, en qué están. A veces hacen un cameo o se convierten en protagonistas de algún relato o capítulo de novela. Uno de los que más quiero se llama Ibrahím Bastiano: es un hombre fracasado, profesor de historia de la U.N.A.M., que ha dedicado su vida a investigar a un tipo del siglo XVII llamado Pedro Aljíar de Benfica, un náufrago que se quedó solo en una isla desierta y se inventó un idioma propio. Bastiano es un tipo misántropo y huraño, lleno de enemigos dentro de los departamentos universitarios, al que un azar cambió la vida: volvía de ver a su madre en Oaxaca (todavía no sé por qué su madre, centenaria, vive en Oaxaca), y, una vez aterrizado en Ciudad de México, en vez de coger su maleta de la cinta transportadora cogió la maleta de una chica muy joven. Cuando la abrió encontró las pertenencias de la chica (no puedo decir el nombre) y también encontró un diario íntimo: en él leyó cosas: la chica era una de las sirvientas de una señora de clase muy alta, y en el diario íntimo la chica describe con todo lujo de detalles cómo la fue envenenando hasta matarla. Bastiano buscó a la chica (teóricamente para devolverle la maleta) y se enamoró perdidamente de ella cuando se encontraron. Ella, obviamente, no quiso saber nada de un viejo misántropo y verde, entonces él le confesó que conocía su secreto y le hizo chantaje. Desde entonces son amantes, amantes tristes y grotescos…





…Bien, Ibrahím Bastiano tiene numerosas publicaciones, en su mayor parte de historia. Cuando vivía en Nápoles escribí un cuento titulado El final de esta historia, que presenté a varios concursos (nunca ganó nada). En una de mis visitas a España lo inscribí en el Registro de la Propiedad Intelectual de Sevilla. En el cuento hay párrafos enteros de libros de Ibrahím Bastiano (estoy al tanto de sus excéntricas novedades literarias en el mundo paralelo) sobre la Guerra Civil Española, tema que investigó con pasión durante unos años, siguiéndole el rastro a un boxeador que se convirtió en un asesino en serie durante el asedio de Madrid. Pasados unos meses recibí una kafkiana carta del Registro (membrete de la Junta de Andalucía) en la que se me advertía que en el cuento aparecían párrafos enteros cuya autoría pertenecía a Ibrahím Bastiano, y que la utilización de dichos de dichos párrafos necesitaban de la autorización firmada por parte del autor, no pudiendo hacer efectivo el registro de mi obra de ficción a menos que no adjuntara dicha autorización o bien dijera expresamente en una declaración firmada que yo, como autor del relato El final de esta historia, no tenía intención de registrar como de mi autoría los párrafos pertenecientes a los libros Horas muertas en un reloj de arena, La Oquedad Ediciones, México D.F., 1991; y Los últimos días de Madrid (crónica pugilística del fin de un asedio), Servicio de Publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 1999, cuyo autor era el historiador mexicano Ibrahím Bastiano y que yo citaba debidamente al final de cada párrafo. Hasta que no resolviera la diligencia con número tal y tal, el registro paralizaría la inscripción de El final de esta historia en las oficinas del Registro de la Propiedad Intelectual de Sevilla…




…Leer esa delirante carta me supuso uno de los momentos más divertidos que recuerdo haber vivido en toda mi vida. Obviamente, escribí una borgiana carta de respuesta en la que explicaba, más o menos, que Ibrahím Bastiano era un personaje de ficción, y que los títulos de los libros y los párrafos escritos en cursiva eran ficción, y que mi relato de ficción tenía la forma de un artículo académico de un importante enemigo de Bastiano, era, en su ficción, un falso artículo académico. Terminaba mi carta diciendo, en resumen, que Ibrahím Bastiano, personaje de ficción, no podía autorizarme la utilización por mi parte de sus textos y menos firmarme una carta, a menos que no fuera una carta de ficción. Veladamente, les proponía jugar a ese juego, claro. Ya me relamía sólo de pensarlo: Burocracia Vs Ficción. Pero mi carta no recibió respuesta. Llegó el verano, y fui al Registro, con la copia de la kafkiana carta del Registro, la copia de mi borgiana carta de respuesta y mi número de incidencia o de diligencia. Un señor leyó ambas atentamente. Pensé que había entrado en razón, que sonreiría, y que se aclararía el malentendido… Pero para mi sorpresa no fue así… El señor me dijo secamente: “Aquí está bien claro lo que se le pide”, pero con aquí se refería a la carta kafkiana, “y usted no trae ni una cosa ni otra, por lo tanto no podemos registrar el relato”. Mis ojos se abrieron como platos y mi cara empezó a parecerse cada vez más al Grito de Munch. “¿Me está hablando en serio?”, pregunté. El tipo me miró con aire autosuficiente y no se molestó ni en contestar. “Esos párrafos que se citan, y esos libros, están escritos por un personaje que me he inventado yo, forman parte del relato”. No me podía creer que me viera obligado a explicar algo así…
…La respuesta del burócrata fue demoledora y genial: “¿Y yo cómo sé que lo que me está diciendo es cierto si no trae ni la autorización del autor ni la renuncia expresa a registrar esos párrafos?”
…Obviamente, desistí para siempre de registrar, no los párrafos escritos por Bastiano, sino todo El final de esta historia. Esa misma noche le mandé un email a Ibrahím Bastiano para contarle la anécdota, y, claro, imagino que se descojonaría en su mundo paralelo de ficción. Los personajes son así…





Bastiano suele aparecer en lo que escribo a través de lo que escribe. Lo cito a menudo. Casi nunca lo pongo a hacer cosas. Él tiene su vida, extraña y pobre, chantajea a su amante asesina, maquina contra sus enemigos, pero eso no suelo escribirlo. Sus excéntricos libros y sus particulares ensayos son, en cambio, una mina para explicar multitud de cosas, para fijar datos o fechas, cuando me documento para escribir. Bastiano es uno de esos personajes icebergs a quien algún día le dará un arrebato y querrá que cuente su historia y me pedirá protagonizarla. Sin embargo, mientras tanto, sólo es un mediocre escritor, un historiador ulceroso, un halitoso amante chantajista, un misántropo maquiavélico que me nutre de jugosos párrafos para mis ficciones…




…Cuando leo que María Kodama ha conseguido que se retiren de las librerías los ejemplares del libro-remake de Fernández Mallo (a partir de este momento, convertido obviamente en libro de culto) no puedo evitar pensar en lo mucho que habría disfrutado Borges con una carta como la que me llegó a mí, y no puedo evitar pensar en qué pensaría el propio Borges de semejante mamarrachada… Pienso en los inventores de la pólvora, en quién decide hasta dónde pueden llegar una conjunción de palabras y conceptos, dónde tienen que detenerse una combinación precisa de palabras que coinciden con otras si tienen otro sentido y otra intención y comparten otro ámbito. Pienso en las clases de interpretación, en lo mucho que cambiaba decir un texto de una forma o de otra, y pienso en la ironía, o en el humor: no sé, leer Mein Kampf de forma solemne o eructando, leer el Libro Rojo de Mao haciendo pedorretas o rascándose la barbilla con rostro circunspecto, escribir, como hace Héctor Abad Fanciolince en Basura: “Muchos años después había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer un muerto”





…Pienso que lo que más me gusta de Borges es precisamente esa mezcla de erudita ficción, de citas falsas, de falsos autores, de desdibujados autores reales que se comportan como personajes de ficción o de personajes de ficción que se comportan como autores. Pienso que eso fue lo que me enseñó Borges, y eso es lo que adoro de Vila-Matas: para alguien con tantas lagunas literarias como yo es fascinante perderse en esa vorágine, en esa cuerda floja en la que uno no sabe si la ficción bebe de la realidad o al revés, en autores que no sé si existen en este mundo o en el de Ibrahím Bastiano
…Por cierto, Bastiano me dijo el otro día que uno de sus enemigos le ha vetado un artículo porque en él aparecen numerosas citas falsas atribuidas a personajes inexistentes: un tal Flavio Monteoliva o Monteverdi, no recuerdo; un tal Jong Swang, antropólogo y musicólogo; y un tal Miguel Ángel Maya




Miguel Ángel Maya
Sevilla, 2 octubre, 2011

P.D.
*

9 comentarios:

kika... dijo...

Es mi sueño: que por algún motivo legal o de similar incongruencia me devore un personaje...

(me ha encantado)

besos,
K

Miguel Ángel Maya dijo...

...La verdad es que tú podrías haberte escapado de cualquier novela o película...
...(quién sabe)...
:-)

evamaring dijo...

Delicioso.Oh..........para esconderse y pasar toda la semana viviendo en este post. Un abrazo.
if

kika... dijo...

Me encantas.

El otro día un (capullo) me dijo que yo era como un personaje de una serie de la tele. Y yo le dije que no: que yo soy de película o de libro...

(La próxima te llamo para que me refrendes)

:D

J.R.Infante dijo...

Fantástico Migue Angel, una joya de post. A eso le llamo yo sacar punta de una situación esperpéntica. Yo,que también he pasado por ese registro, también me ha llamado la atención el nivel de indiferencia con el que me han tratado por allí.
Un saludo

Miguel Ángel Maya dijo...

...La próxima vez que alguien te diga sandeces llámame que lo pongo de hoja de perejil, Kika...
...No, no eres personaje de serie (española, sit-com, y eso, que es a lo que se supone que se refería ese tipo, quizás de serie guapa de HBO sí podrías) sino de novela: concretamente eres un personaje huido de alguna novela (siempre he sabido que era así) y arrastras un pasado muy oscuro (que para lo bueno y para lo malo, no has dejado en la ficción, y te lo has traído para acá)...
;-)
...Besos...

Miguel Ángel Maya dijo...

...Bueno, ese registro lo inventó Kafka seguro, Arruillo...
:-)
Un abrazo

Divina nena dijo...

Cuando lees una entrada como esta, solo puedes decir, me encanta. Divertida, delirante, mágica. Me encanta.

Miguel Ángel Maya dijo...

...Oh, gracias, nena divina...
:-p