viernes, 9 de septiembre de 2011

VIEUX AMANTS Y OTRAS HISTORIAS



Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

César Vallejo




…Como Vallejo, también yo tengo París en el recuerdo…
…En cierto modo he venido a París a morirme, a quedar al menos varado, a sacudirme, a dispararte, a disparatarte. El sol de sur era demasiado para mi piel. Guiñaba demasiado los ojos. La voz de Melody Gardot, en París, es líquida. En el sur era triste. Basta cambiar la escenografía, los adoquines de las calles, los lavabos, las señales, las sábanas; basta cambiar de lengua, de olores, basta caminar por otro escenario, en otro fin de fiesta, para sentir mudar la piel, para desperezarse por fin, para mirar la Tierra desde la luna, y darse cuenta de que es preciosa y azul, pero tampoco es para tanto…





…Viajo a tu lado en el avión. Lo desconozco todo de ti, salvo que ahora, en estas dos horas y pico habremos tenido en los pulmones aire común. Ambos habremos respirado aire que previamente ha estado en los pulmones del otro. Hueles a un perfume suave, que no termino de reconocer, y un poco a sudor. La ciudad maqueta tras la ventanilla. El paisaje Gustave Klimt desde lo alto. Un manuscrito con correcciones en rojo en mi regazo, bocabajo, contraportada negra. Tu rodilla jeans a mi izquierda, tu calzado deportivo dando vaivenes. Live vest under your seat. Eres ajena por completo al hecho de que escuchar en el ipod la banda sonora de Verano del 42 mientras lees un libro hará que, unas horas después de aterrizar, esté escribiendo sobre ti en el blog, mientras miro el marco rojo de la ventana y las ventanas parisinas y grises de enfrente, y huelo los recovecos de otra casa y tomo un té. Te miro de reojo, te estudio. Me acuerdo de Tatami, de Alberto Olmos, repaso mentalmente las últimas escenas del guión (falta tanto todavía...). Mi protagonista (no la de la novela, sino la mía, la de la película) podría parecerse a ti. Escribo detalles en un folio. Apuesto a que en ningún momento se te ocurre pensar que estoy escribiendo sobre ti. “Se aparta de la frente un mechón de pelo, rizado, pelirrojo, y se lo sujeta detrás de la oreja” escribo mientras te apartas de la frente un mechón de pelo y te lo pasas por detrás de la oreja. No es muy rizado. Ondulado tal vez. Castaño oscuro. Te esbozo, te aventuro una voz. El canturreo de la melodía de Michel Legrand no me deja adivinarla. Una cosa es eso, otra cosa es encontrar el tema de conversación que me haga descubrirte. Tienes la mesita abierta y en ella hay un estuche. Bocabajo, como mi manuscrito en mi regazo. Yo tengo la mesita cerrada. Lees algo, sonríes. Abres la cremallera del estuche. Sacas un lápiz. Dentro hay un sacapuntas y un paquetito de pañuelos de papel. Dejas el estuche bocarriba. En el estuche hay un dibujo gastado de Inodoro Pereyra junto a Mendieta, ambos vestidos con los colores de Rosario Central. Me acuerdo de diálogos de Inodoro Pereyra: “Ché, ¿cómo le va?” “Y… Mal pero acostumbrado”. Sonrío.





…Subrayas esto del libro, página 120: “J’étais une vraie cinglée du cinéma argentin…
Por fin te detuviste en las fotos de Los muchachos de antes no usaban gomina, que te apasionaba. Compraste el boleto en la taquilla y entraste a ese cine pequeño, estrecho, con butacas de madera altas e incómodas, donde el ruido de los ventiladores era más fuerte que el de la banda sonora y encontraste un lugar en las primeras filas. Ya había empezado la película” y después de la película sigue la frase, pero tú no la subrayas. Casi al final de la página subrayas, también con la frase ya empezada: “los galanes envejecidos. Veinticinco abriles que no volverán. Pensaste que el tango era una de las pocas formas contemporáneas de la tragedia y te levantaste.” Sonríes. Dejas el libro, bocabajo, sobre la mesita, que cierras un poco, el estuche y el libro se deslizan. Te quitas los auriculares, te levantas, el ipod queda colgando. Lo dejas en el asiento. Te desencajas. Te ubicas, vas hacia la parte delantera del avión. Huelo el aire que has removido. Alargo el cuello para tratar de averiguar el título del libro, pero la mesita está medio cerrada. Sólo consigo leerlo en el momento del aterrizaje. Me sorprende. “Es rosarina”, es lo último que pienso cuando la veo abrazarse a un chico y la oigo hablar francés con esa musicalidad que...
…Y salgo y respiro París, pero esa es otra historia (todavía)…
…Se va a enfriar el té. Melody Gardot empieza otra canción. A veces te busco…

Miguel Ángel Maya
París, 9 septiembre, 2011
*

2 comentarios:

kika... dijo...

yo quiero ir a tu lado en los aviones...

besos,
K

Miguel Ángel Maya dijo...

...Eso está hecho...
:-p
...Besos...