Lo so, lo so che questo non è cipria, è sorriso…
e sì, che non è luce, è solo un attimo di gloria
e riguarda me, che sono qui davanti a te sotto la pioggia
mentre tutto intorno è solamente pioggia e Francia…
Paolo Conte
e sì, che non è luce, è solo un attimo di gloria
e riguarda me, che sono qui davanti a te sotto la pioggia
mentre tutto intorno è solamente pioggia e Francia…
Paolo Conte
...Soñé que estaba en una fiesta en medio de ninguna parte: que había una portuguesa con el pelo rizado que robaba cigarrillos en las mesas y se movía entrecerrando los ojos, borracha, y sonreía como Gilda, y cantaba Put the blame on mame, y una chica tailandesa bailaba descalza ajena a una manada de hombres babeando, y otra con un vestido azul cantaba funky y entraba a trompicones en los sueños de todos los que nos relamíamos. Soñé que me perdía en un campo de olivos, con luna llena, que caminaba por veredas, como Oliverio en El lado oscuro del corazón la noche que habla con una vaca, y soñé que L. me buscaba, y se levantaba el vestido al bailar y me guiñaba los ojos, y se quitaba las horquillas...
...Cuando despierto París sigue ahí. En realidad no estoy en París sino en Parigi. Ahora que lo pienso, París ha sido en mi vida más Parigi que París o que Paris (léase "Paguí"). Léolo veía a Bianca cantando mientras tendía la ropa. Yo desde la ventana veo hombres magrittianos con gabardina y sombrero, y gatos, y veo un Tiburón de película de Truffaut. Me acuerdo de mí tumbado en un colchón viendo París en películas en blanco y negro, mientras por la ventana se colaban los sonidos contrapuntísticos de Nápoles. Son curiosas estas formas cálidas de éxtasis (llamémosle éxtasis). Uno está leyendo un libro en un café, y está en esa cartografía, y levanta la vista un momento, y descubre que el café se está quedando frío, que en la mesa de al lado una mujer se quita una gorra roja, o que afuera una chica anuda su bicicleta a una farola. Descubre la realidad. Luego vuelve al libro y lee Quale enorme differenza: non si può dire "andavo in una città lontana" oppure "era un premuroso signore che mi teneva compagnia", oppure "non credo fosse amore, piuttosto una specie di tenerezza". Non si possono dire cose così, amore mio, o almeno non potevi dirle a me, perché quella era una tua illusione, la tua povera patetica illusione: quella città aveva un nome preciso e non era poi così lontana, e lui sono un uomo di una certa età con cui andavi a letto. Era un tuo amante che credevi fatto d'aria, ma che era di carne. Vuelvo a leer la última frase y necesito levantar los ojos del libro, y ver la bicicleta anudada a la farola, y la chica pidieno un café, y me dan ganas de llorar, y tal vez lo hago, y me repito: "creías que estaba hecho de aire pero era de carne", y remuevo el café cada vez más frío, cada vez más tarde. Si sta facendo sempre più tardi...
...La primera vez que leí ¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts? Me parece que ese jueves de diciembre tenía pensado cruzar a la orilla derecha y beber vino en el cafecito de la rue des Lombards donde madame Léonie me mira la palma de la mano y me anuncia viajes y sorpresas. Nunca te llevé a que madame Léonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizás que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro levanté la vista, me incorporé y se meció la hamaca sin querer. Atardecía en el río Amazonas, una enorme mariposa marrón golpeaba contra las bombillas del barco que seguía el curso del río, en la orilla de enfrente la silueta verdosa oscura de la selva contrastaba con el cielo anaranjado. El motor del barco no permitía escuchar la selva. Me asomaba a la barandilla del barco y veía abajo el Amazonas color café con crema. Después volvía a abrir el libro y volvía a París y me preguntaba si ese rodeo tenía un sentido, ya que para llegar a la rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont Saint Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí esa noche, como tantas otras vecse, yo habría sabido que el rodeo tenía un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. Era cuestión, después de subirme el cuello de la canadiense, de seguir por los muelles hasta entrar en esa zona de grandes tiendas que se acabana en el Chatelet, pasar bajo la sombra violeta de la Tour Saint Jacques y subir por mi calle pensando en que no te había encontrado y en madame Léonie. Y la hamaca se mecía, y la selva se volvía cada vez más oscura, y yo en París siguiendo el curso del río Amazonas cada vez más turbio, nocturno, alevoso, con esa mariposa gigante golpeando las bombillas y una niña dicieno "Olha isso"...
...Apenas abrí el libro me acordé de ti. Recuerdo una tarde, en Nápoles, una de esas tardes primaverales de sol radiante y olor a salitre y granita di limone. Yo volvía del lungomare. En la mochila llevaba los libros con los que estaba preparando la tesi di laurea. Ahora escribo desde un café junto a la tienda de cómics que podría regentar uno de los personajes de Cabaret en las tripas del difunto, en Belleville. Escribo mis crónicas de Indias mientras espero y pienso cosas. Creo que el que canta es Boris Vian. Huele a polvo. Recuerdo que por aquel entonces miraba al horizonte y sentía que bastaba desearlo para convertirme en Marco Polo. Soñaba con Le città invisibili, de Cesare Pavese. El Mediterráneo me daba una alegría como de canción de Beirut o de Noir désir. Nunca me mentí más que entonces en cuanto al latido. Qué te voy a contar. El caso es que hace unas horas abrí la página 120 de un libro de Daniel Pennac que encontré por casualidad en una librería de Belleville, y leí esto:
- Quel photographe?
- Une femme. Celle qui as pris cete photo.
J'exhibe la photo que Clara a prise de nous deux le soir de mes prouesses. On y lit clairement sur le visage de Julia la fureur stupéfaite provoquée par la question de Thérèse quant au calibre de ses seins.
..."calibre de ses seins" está subrayado con un lápiz celeste. Lo subrayado se convierte en un dibujo al margen: un ojo del que sale una lágrima que termina en la parte inferior, rodeando el número de la página. Decía que me he acordado de esa tarde en que yo regresaba del lungomare, y en la Feltrinelli de Piazza dei Martiri anunciaban la presentación de un libro de Pennac, con la presencia del autor, dentro de no más de tres cuartos de hora. Recuerdo que corrí para buscarte y decírtelo. No recuerdo por qué no te encontré, sólo me acuerdo de mí corriendo Via Chiaia arriba, Piazza Trieste e Trento, Via Toledo, Spaccanapoli, Piazza del Gessù, Piazza San Domenico, Via Tribunali, Via Duomo, sonriendo y jadeando y pensando "verás cuando se entere que está aquí Pennac". Pennac venía de Parigi, no de Paris (léase "Paguí"). Levanto la vista, una pareja pasea abrazada junto a la vidriera. Miro el reloj del café. Me duele la cabeza. Le doy a "Publicar entrada". Guardo los libros, recojo las migajas de recuerdo, pero Paolo Conte no me deja ni siquiera tirar al cenicero ni una sola de esas miguitas de pan de Pulgarcito que... En fin...
Miguel Ángel Maya
Parigi, 11 septiembre, 2011
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