miércoles, 21 de septiembre de 2011

LES OISEAUX VONT MOURIR AU PÉROU




Il sortit sur la terrasse et reprit posession de sa solitude: le dunes, l’Océan, des milliers d’oiseaux morts dans la sable, un canot, la rouille d’un filet, avec parfois quelques signes nouveaux: la carcasse d’une baleine échouée, des traces de pas, un chapelet de barques de pêche au lointain, là, où les îles de guano luttaient de blancheur avec le ciel. Le café se dressait à cent mètres de là: on ne l’entendait pas.

Romain Gary, Les oiseaux vont mourir au Pérou






…Vengo a la Gare de Lyon sólo para ver el lugar desde el que se marchan Rick y Sam hacia Marsella, la noche antes de que los alemanes vestían de gris y tú vestías de azul entraran en París. El tren, la lluvia, la carta de Ilsa, la tinta negra mojada por la lluvia, rímel segregado por palabras tristes. I cannot go with you or ever see you again. El tropel de porqués, el asedio, el tren, la huida…

…En uno de los andenes de la Gare de Lyon hay una familia árabe. Un hombre va vestido con una camisa blanca y pantalón negro, es moreno. Tiene un pelo muy negro engominado y un reloj de bolsillo cuya cadena se balancea. A su lado hay una maleta trolley. Enfrente hay una niña que juguetea con un papel de periódico (lo pisa y lo despisa); un hombre con bigote, viejo, camisa de cuadros, que dice cosas y se acompaña de sus manos tajantes; una mujer mayor y gorda con la voz aguda interviene de vez en cuando en la conversación del hombre tajante. Lleva un vestido azulado estampado largo, un mantón blanco que de vez en cuando se pasa por los ojos y que le cubre la cabeza. Pasa un rato hasta que comprendo que tiene la voz aguda porque llora. Llora cada vez que el hombre de camisa blanca se marcha. Mira al cielo. Llora. Hay un momento en que se queda completamente sola en el andén. En la soledad llora y se derrumba. A su lado yacen unos pájaros que han salido de su pecho árabe. Algunos aletean todavía. Agonizan. La mayoría van muriendo hasta que el chico de la camisa blanca vuelve con una botella de agua o con un periódico deportivo bajo el brazo…
…En París he visto mucha gente llorando: llorando por la calle, llorando en un bar, frente a una cerveza, llorando en el metro o en el autobús. Personas acompañadas o personas solas. Si pienso en París imagino a alguien llorando y el agua corriendo a orillas de las aceras y el cielo gris a punto de llover…
…Yo también lloro en París. Rick no lloró en aquel tren. José Hierro no lloraba en sus poemas. Yo sí lloro, como Oliverio Girondo, como Alejandra Pizarnik, como Olivier Messiaen, como Arvo Pärt...
…Soy una montaña rusa, olisqueo el Sena, como un perro, quizás por eso lloro, y me froto sinuoso por sus puentes, como un gato o un clochard. Los clochards tampoco lloran, ni siquiera los clochards de Cortázar: arrastran maletas y piden monedas con voz de mastines cansados a las puertas de las boulangeries…




…Anoche esperé a V. en la parada del metro Anvers. Por la tarde había leído esa misma palabra en un libro de Roberto Bolaño, en la sección de libros españoles e hispanoamericanos de una librería de Montmartre. Amberes. Anvers. Roman. Roberto Bolaño, un des plus importants écrivains en langue spagnole des dernières annés. Né et mort. Pas mort. Vivant. Il aurait 58 ans aujourd’hui. Llovía en Amberes. V. había quedado con E. y yo las esperaba. No conocía a E. En Amberes había un bar, cruzando la calle. Me resguardé en el bar en cuya vidriera se esmerilaba la salida art-déco del metro y en cuyo interior había cuerpos calientes y conversaciones y tintineos cálidos…





…V. sale de la boca del metro. Me llama. Apuro mi cerveza y salgo. Corro junto a V. bajo la lluvia y llegamos al bar donde está E. E. y yo nos reímos al vernos. El azar nos hace reírnos mucho bajo la lluvia. Mai mi sarei immaginata che saresti tu. Nemmeno io. Hay un abrazo. No sé cómo poner las manos, dónde ponerlas. Lluvia y Francia. E. y yo estudiamos juntos en Nápoles: la clase de semiótica del profesor Martone. Después de Nápoles se fue a París, y vivió en Asia, y ahora hace un doctorado sobre los pueblos nómadas del Tibet, y lee Les oiseaux vont mourir au Pérou, de Romain Gary. Gary fue marido y tormenta de Jean Seberg. Jean Seberg en blanco y negro me enseñó París, con su pelo corto a lo garçon. Comimos un kebab. No Jean Seberg, sino nosotros tres. E. no sabe que una vez escribí en mi diario Elisa, vida mía, por ella. Era literatura, era mentira, sí, pero lo escribí por ella. Me la imagino con los nómadas del Tibet. Busco Le cinéma de l’occupation et de la resistánce, de André Bazin. Pregunto por él en una librería de Montparnasse. La librera se empeña en que quiero Qu'est-ce que le cinéma? Su voz se vuelve irritante y presuntuosa. Odio discutir con libreros cuando sé el libro que busco. Encuentro el libro de Gary por casualidad. La librera se convierte en un papagayo que habla, estira el cuello, mira por encima de sus gafas, bajo la que sobresalen unas ojeras estúpidas. Da igual, Madame Trépat, le digo al gallináceo. Hago un gesto como de mago, como si con él pudiera hacer desaparecer a todos los libreros del mundo que se empeñan en corregirme cuando sé lo que busco. Yo también soy un estúpido. Desaparece aleteando Madame Trépat, salope de merde. Los pájaros son ahora míos, y van a morir a Perú. No los pago. Los pájaros de Gary no tienen alarma, no suenan al pasar por la puerta. Nadie sospecha cuando me alejo. Con lo que no me han costado puedo comerme dos crêpes. Justo el día del cumpleaños de Leonard Cohen. Llevo los pájaros en el pecho, como Luna Miguel, y palpitan y agonizan cuando van a morir a Perú...
…Qué montaña rusa ésta…

Miguel Ángel Maya
París, 21 de septiembre 2011

P.D. La foto de la montaña rusa es de Ángela Pablo.
*

2 comentarios:

R. dijo...

Visité París este fin de semana.
Me encantan todo este tipo de casualidades que te ocurren, porque yo las vivo a menudo. Espero que nunca dejen de sorprendernos.
París se me presentó más frío que nunca. A la vuelta tomé el tren y llegué a Valenciennes con el frío en los huesos. París gris, como mi primera vez allí. No tuve tiempo de nada. Volveré en un mes.

Miguel Ángel Maya dijo...

;-)
...Poder decir "volveré a París en un mes" es, si lo miras bien, precioso...