El teatro donde yo daba los conciertos también tenía
poca gente y lo había invadido el silencio: yo lo veía agrandarse en la
gran tapa negra del piano. Al silencio le gustaba escuchar la música;
oía hasta la última resonancia y después se quedaba pensando en lo que
había escuchado. Sus opiniones tardaban. Pero cuando el silencio ya era
de confianza, intervenía en la música: pasaba entre los sonidos como un
gato con su gran cola negra y los dejaba llenos de intenciones.
Felisberto Hernández, La casa inundada
Miguel Ángel Maya
9 de agosto de 2013
P.D. La foto es de Saul Leiter y está tomada de aquí
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