Soy rubia. Rubísima. Soy tan rubia que me dicen: "Mona, no es sino que aletee ese pelo sobre mi cara y verá que me libra de esta sombra que me acosa". No era sombra sino muerte lo que le cruzaba la cara y me dio miedo perder mi brillo.
Alguien que pasara ahora y me viera el pelo no lo apreciaría bien. Hay que tener en cuenta que la noche, aunque no más empieza, viene con una niebla rara. Y además que le hablo de tiempos antes y que... bueno, la andadera y el maltrato le quitan el brillo hasta a mi pelo.
Pero me decían: "Pelada, voy a ser conciso: ¡es fantástico tu pelo!". Y uno raro, calvo, prematuro: "Lilian Gish tenía tu mismo pelo", y yo: "Quién será ésta", me preguntaba, "¿Una cantante famosa?". Recién me he venido a desayunar que era estrella del cine mudo. Todo este tiempo me la he venido imaginando con miles de collares, cantando, rubia total, a una audiencia enloquecida. Nadie sabe lo que son los huecos de la cultura.
Andrés Caicedo (29 de septiembre de 1951 - 4 de marzo de 1977)
Que viva la música
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