viernes, 23 de julio de 2010

Su fuego en la tibieza

Aunque cierres los ojos, hueles y oyes:
esto es el mar, no lo dudes,
hasta el viento que te da en la cara es el mar.
No es mi mar, estás a punto de decir, pero saludas
a un pescador que te responde sin quitar los ojos de sus líneas.
Tú también te quedas ahí mirando mirando,
pendiente dl tirón que acaso curve la caña.
En este mar no hay bagres ni bogas, piensas,
pero un temblor de la caña te hace acercarte aún más.
Ahora sopla del sur, ¿de qué sur?, pero te inclinas
a encender tu cigarrillo en la brasa que te extienden.

Alberto Szpunberg, Su fuego en la tibieza.






...Una de las cosas que más me gusta, cuando estoy en el sur, es el territorio mítico en que se convierte la casa de mis padres, la que fue mi casa: sigue siendo igual que cuando era chico y venía de Madrid a casa de mis abuelos, y me topaba con los sedimentos que el tiempo y la vida había ido dejando en sus rincones, con la diferencia de que mucho de esos sedimentos del tiempo que encuentro aquí, en forma de libros, discos, papeles, periódicos guardados, cuadernos escritos, garabatos o dibujos, soy yo quien los dejé aquí, son míos y pertenecen a mi biografía...



...Ahora mismo estaba dándole la espalda a la estantería donde se mezclan libros que fueron míos y libros de mis padres, aparcados en doble fila junto a objetos que uno no sabe cómo llegaron ahí: una escultura que mi padre hizo con un libro diminuto de El diablo cojuelo, una lupa con brazos, un tensiómetro, y libros que sólo cuando estoy aquí recuerdo que fueron míos y que en su momento fueron importantes y me dejaron huella. Tal vez por eso no me los he llevado, y quiero que sigan aquí, tal vez, los libros que ahora tengo en Madrid formen parte de ese sedimento de otro territorio mítico...

...El sur, este sur tiene sus propios códigos y en estas estanterías están desde los primeros libros que me hicieron vibrar, los que tenían mis padres incluso antes de que yo naciera, como los que usé para escribir mi tesis de licenciatura en Nápoles: no sé, el Tratado de Armonía de Schoenberg en italiano, o Alice nel paese delle meraviglie, o...

...Ayer, no sé por qué, me volví hacia una de las estanterías donde no solía haber nada mío, y sobre dos tomos de los Episodios nacionales de Galdós y El corazón helado de Almudena Grandes, de mis padres, encontré un libro, mal aparcado, blanco, con las puntas raídas: Su fuego en la tibieza, de Alberto Szpunberg...
...Recuerdo que me lo regaló Martín en Barcelona, poco después de habernos conocidos en Londres (quizás la primera o segunda vez que nos veíamos después de Londres) y no recuerdo bien por qué, sé que tenía razones para regalármelo, que el libro era suyo, que lo sacó de una estantería desordenada y me lo entregó, que yo fui leyéndolo en en la cafetería del tren Estrella, el expreso nocturno de largo recorrido que ya no existe, y que durante un tiempo fue para mí una especie de manantial literario la parte "Despedidas"...
...Recuerdo especialmente este poema:

Mientras tanto, al dorso de este papel, mi hija trazó unas líneas rojas azules amarillas rojas
¿cuándo, con quiénes podré dar vuelta este poema para que viva?

...La verdad es que nunca supe bien quién era Szpunberg, por qué Martín tenía este libro y por qué en la primera página estaba escrito con pluma estilográfica: Ambrosio (Guiu) y Mari. Telf 448 21 96. Tampoco sé por qué me lo encontré justo ayer...



...Abrí el libro al azar y leí en la página 85 las palabras con la que he abierto la entrada, pero tampoco sé bien por qué tenía tanto que ver con mis ganas de mar...

Miguel Ángel Maya
Sevilla, 23 julio, 2010

3 comentarios:

NáN dijo...

Has de saber que desde que me llevaron a la nueva oficina la pantalla de mi ordenador es lo primero que ve quien entra en ella, lo que hace que tenga desatendidos los blogs.

Y dicho esto que explica muchas cosas, la aventura es no saber las cosas, desconocer la genealogía de los impulsos, salir a encontrar los deseos que estaban, irreconocidos, dentro. Quizá por eso tu entrada.

Miguel Ángel Maya dijo...

...Ay, esas pantallas de ordenador que dan a la puerta por la que puede colarse un supervisor son malvadas, eso sí, los blogs no deberías desatenderlos jajaja...
...Totalmente de acuerdo con lo que dices sobre la aventura...
...Un abrazo, hermano Nano...

Bea dijo...

Hola Migue, aquí estoy leyendote justo antes de irme a mi sur. Ya tenía ganas de tener una noche con tiempo para leerte. un beso.