...Yo siempre he pensado que este blog no se leía, como siempre tiendo a pensar que los libros no se leen, que mis libros no se leen, y que roza lo milagroso que alguien decida, de entre la ingente marea libresca, leer un libro que yo haya escrito... Por eso me sorprende que alguien, a quien no conozco, me escriba comentando algo que he escrito aquí, o encontrarme con un comentario de Bárbara, desde Baires, diciendo que a su regreso de estar al sur del sur en el sur de Chile, encontró mi libro en su casa de Parque Chas, y que la perra le había mordido las hojas... (¿qué hacía mi libro en la casa de Bárbara, en Flores, donde mi excéntrico maestro César Aira contaba que, a veces, cuando va al bar a escribir su paginita, si afuera pasa alguien disfrazado de ratón él inmediatamente pone entre las páginas de la novela a alguien disfrazado de ratón)...
...Creo que ya he escrito en alguna parte de esta bitácora acerca de la autobiografía: lo autobiográfico no es la crónica verbal de lo que uno ha vivido, sino el acento con que uno cuenta las cosas, los gestos que tiene cuando habla, lo que le inquieta cuando mira el mundo, ese sedimento que la vida ha ido dejando bajo la piel, aunque no se diga, aunque no se verbalice...
...Cuando escribo aquí, liberado en cierto modo porque este blog, creo, no se lee mucho, siempre me debato en el límite entre lo que lo que escribo para que alguien (cualquiera, anónimo o amigo), lo lea, sea autobiográfico y vaya más allá y pertenezca al ámbito privado, personal e intransferible, y yo decida escribirlo, lo cual pasaría, por ese simple hecho, a ser pornografía más o menos suave, más o menos apta para menores, más o menos literaria o literal...
...¿Sería tal vez interesante recurrir a la metáfora, al desvelo? A veces, en la cama, en ese descanso sudoroso de piernas entrelazadas y caricias posteriores y labios a medio morder todavía y calidez tierna y olor a cuerpos y a sexo, he abierto mi diario y he escrito exactamente cómo me sentía en ese momento, lo que había sucedido, con el cuerpo del delito todavía ahí caliente, muy caliente... ¿Podría hacerlo aquí? ¿Literalmente? ¿Literariamente? ¿Podría describir la forma en que sucede, las posturas, el modo, las pieles, los olores sin hacer pornografía, sin ser la cámara diseccionadora que se inmiscuye más o menos obscena en la entrepierna de dos actores? ¿Estoy actuando, es ficción todo esto, tiene truco lo que escribo aquí, como en las novelas, donde me cambio de personaje, donde soy ella y soy él, donde soy el malo y soy el bueno, donde no soy yo para ser todos y adquirir todas las formas? Si fuera así, que no sé hasta qué punto es (o no es) así, ¿sería impostura o elegancia?...
...Es extraño, pero esa tensión, ese querer decir públicamente aquello que me pasa, lo más importante, el iceberg hemingwayano de esta bitácora, los polvos, los pelos, las lenguas, mis perversiones, o, como dice mi amado Maqroll el gaviero: Cuando relato mis trashumancias, mis caídas, mis delirios y mis secretas orgías, lo hago únicamente para detener, ya casi en el aire, dos o tres gritos bestiales, desgarrados gruñidos de caverna con los que podría más eficazmente decir lo que en verdad siento y lo que soy. La tensión, digo, de (querer) contar en un work in progress cómo voy terminando de construir mi novela, las artimañas, las técnicas, cuando convoco a los personajes y les hablo y me pongo en la habitación a hablar como ellos, a decir lo que ellos dirían, a ser todos ellos, y esa necesidad de ocultarlo a la vez, por culpa del pudor, de buscar lo que dice Roberto Arlt al respecto, por poner un ejemplo, y escribir lo que piensa Roberto Arlt sobre la novela, sobre cómo construir un personaje, sobre cómo armar el entramado, como un re-mix de lo que pienso, aunque no sea exactamente lo que pienso, aunque Roberto Arlt no hable de sentarse en una silla, en medio de la habitación, y de convertirse en una mujer misteriosa que se sube a un tren con destino a Marsella la noche posterior al primer bombardeo nazi de París. Esa tensión pudorosa y morbosa entre la autobiografía y la pornografía, creo, es lo que hace que me guste estar ahí, al lado del camino, guardándome ases en la manga, escondiendo los gatos que faltan, lanzando botellas con mensajes y dejar entrever, sólo un poco, creo, espero, o no, de mi piel, de mi sudor, de lo que soy, no vaya a haber alguien que se de cuenta de cómo follo atando cabos con estas cuantas palabras de bitácora... (que hay gente muy rara).
Miguel Ángel Maya.
Madrid, 12 febrero, 2009.
jueves, 12 de febrero de 2009
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1 comentario:
"Estas memorias o recuerdos son intermitentes y a ratos olvidadizos porque así precisamente es la vida. La intermitencia del sueño nos permite sostener los días de trabajo. Muchos de mis recuerdos se han desdibujado al evocarlos, han devenido en polvo como un cristal irremediablemente herido. Las memorias del memorialista no son las memorias del poeta. Aquél vivió tal vez menos, pero fotografió mucho más y nos recrea con la pulcritud de los detalles. Este nos entrega una galería de fantasmas sacudidos por el fuego y la sombra de su época. Tal vez no viví en mí mismo; tal vez viví la vida de los otros. De cuanto he dejado escrito en estas páginas se desprenderán siempre —como en las arboledas de otoño y como en el tiempo de las viñas—las hojas amarillas que van a morir y las uvas que revivirán en el vino sagrado. Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta." pablonerudaenconfiesoquehevivido
(pero vamos, que alguien va a atar cabos seguro, y sacará su conclusión de cómo follas y para qué va a ser la de verdad, qué mas da en el fondo)
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