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viernes, 31 de julio de 2009

Desierto

...Saboreo un gin-tonic suave de media tarde, demasiado verano, Lluis Llach dice: Serenament quan ve l'onada, acaba, i potser en el deixar-se vèncer, comença. La platja enamorada no sap l'espera llarga i obre els braços no fos cas, l'onada avui volgués quedà's. Aixì només, em deixo que tu em deixis, només aixì, et deixo que ara em deixis. Jo tinc per tu un niu en el meu arbre i un núvol blanc, penjat d'alguna branca (Serenamente cuando viene la ola, acaba, y quizás en el dejarse vencer comienza. La playa enamorada no sabe de la espera larga y abre los brazos por si acaso la ola quisiera quedarse hoy. Así, sin más, me dejo que me dejes, sin más, así, te dejo que ahora me dejes. Yo tengo para ti un nido en mi árbol y una nube blanca colgando de alguna rama)...
...Y en vez del mar me he acordado del desierto, del silencio del desierto, de esa inmensidad inabarcable, de mis pies descalzos inmersos en la arena cálida y cada vez más fresca a medida que la noche se iba apoderando de aquel espacio, como si lo tiñera de oscuridad, lo impregnara de sombras mientras lo acariciaba, del fuego, del olor de la leña, del sabor de la sopa picante con la que los dos beduínos rompieron su ayuno (era ramadam), de la luna casi llena que sólo apareció bien entrada la noche, cuando la tierra ya estaba fría, y en el cielo se habían esparcido todas las estrellas que desde la periferia de la Vía Láctea me fue posible divisar por primera vez en mi vida, y me pareció uno de los más maravillosos espectáculos a los que he asistido...
...Aquellas estrellas titilantes me recordaron demasiado a las luciérnagas que en medio de un contrapunto estruendoso de sonidos brillaban y se apagaban en el Amazonas, años atrás, y es emocionante formar parte de una explosión de vida tan maravillosa, por esas sorpresas tan salvajes merece la pena estar vivo...
...No sé por qué, esa suave brisa que sólo a veces llegaba lenta y cálida de no sé qué preciso punto del silencio, contenía la más contenida y la más suaves de las músicas, el más emocionante de los misterios, la más espeluznante de las historias, los naufragios más feroces, las lágrimas más secas...
P.D. Las fotografías las tomé en el Desierto Blanco (oeste de Egipto), en septiembre de 2008.

Miguel Ángel Maya
Madrid, 31 julio 2009