Amor y queso
Tiempo atrás vivía en una casa
diminuta en el número 5 de Rue de l’Agent Bailly de París. El recuerdo de esa
casa diminuta es uno de mis oasis de felicidad de mis últimos años. Por la
mañana salía a comprar croissants a la boulangerie de la esquina de Rue Manuel
y Rue des Martyrs y pasaba delante del mueble de los libros. Una mañana encontré
un viejo ejemplar de Sonata de primavera,
de Valle-Inclán, edición de Austral. Tenía una dedicatoria de amor en la página 2.
«La vida es eso», le dije al ratón de biblioteca que hace las veces de mi ángel
de la guarda. Él sonrió y siguió comiéndose su queso.
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