Llevo todo el día viendo en
las redes sociales la espada o la pared, atrincheradas y sordas: bien añejos
vivas a España y a los huevos peludos y a las pollas largas de los españoles
que empezaron con Hernán Cortés follándose a la Malinche como solo un español
puede hacerlo y terminó con Andrés Iniesta metiendo aquel gol en el minuto 116
a los holandeses; o bien supuestas frases de siempre sabios “indígenas”.
Indígenas los llaman en todos esos carteles prefabricados, con rostros de Jerónimo,
de Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa o incluso Eduardo Galeano, montevideano
blanco muy blanco pero para la causa podría ser indio quechua, mapuche, náhuatl,
seminola o cheerokee. Da igual que vaya vestido como Evo Morales, como Rigoberta
Menchú o como los indios de los western; da igual Jerónimo o Galeano sobre todo
cuando lo fácil es retwittear o compartir o megustear con solo mover levemente
el índice. Qué más da, a ese señor con bigotito y bandera de España en el
perfil que habla de los cojones peludos y negros de la españolidad lo ponemos
en su sitio con deplorables frases sabias (siempre sabias, como eran todos los
jefes indios de la América precolombina y preevangelizada) donde por boca de
supuestos sabios indígenas se destaca la pureza humana, la bondad reinante, la
sabiduría, las creencias en el dios de la lluvia y el dios del trueno, la
felicidad natural de los hombres hasta que llegaron los españoles con sus
crucifijos y sus biblias, terminando con el idílico paraíso de aquellas sociedades sabias y justas que vivían en total armonía con la naturaleza y respetaban a la madre
tierra y demás sandeces. Resulta que no hay mayor etnocentrismo y menosprecio
al otro, mayor racismo, mayor mendacidad, mayor miseria, que oponer al fascismo
católico que reivindica las glorias del imperio español y la conquista y
evangelización de América con esta serie de frases sin respaldo bibliográfico,
que parecen salidas de la peor oficina de camisetas de Paulo Coelho.
Desgraciadamente, nunca han existido los paraísos idílicos, ni la naturaleza
humana ha sido nunca bondadosa ni respetuosa con el medio ambiente, ni los
católicos españoles se encontraron con seres sabios que rezaban al dios de la
lluvia y se respetaban los unos a los otros y convivían pacíficamente los unos
con los otros sin relaciones ni abuso de poder, en igualdad de condiciones,
sociales, políticas, económicos o de género, sino a otros seres humanos con
defectos y virtudes, sociedades con conflictos, con escasísima justicia y con
muchísimas injusticias, como todas las sociedades humanas; que adoraban a dioses
despiadados, contaban con castigos terribles a los culpables, con sufrimientos
indecibles de los más débiles y menos desfavorecidos y con una clase poderosa,
rica, dominante, que ejercía el poder, explotaba, se aprovechaba en propio
beneficio de los más débiles y castigaba despiadadamente a los que pretendían
cambiar las cosas. Así ha sido en todas las sociedades humanas: unos pocos
están arriba y ejercen el poder para mejorar sus propias condiciones de vida y una multitud está
debajo y sufre sus desmanes. Eso fue lo que se encontraron los españoles católicos
y evangelizadores por mucho que Galeano haya escrito panfletos
demagógicos como “Descubrimiento”. Decir esto no hace
que la conquista y evangelización de América deje de ser una putada. No es
posicionarse a favor de una brutalidad innombrable y un sometimiento repugnante
de otros seres humanos en nombres de los valores del imperio católico que los
llevó a cabo. Decir esto no es justificar la barbarie terrible que fue. No hay
que elegir entre la espada y la pared caricaturizando de forma irrisoria las
posiciones ni convirtiéndolas en trincheras. Yo no elijo ni la espada ni la
pared, y si el nivel dialéctico del debate de un día como hoy es ese, yo me bajo del mundo. Afirmo que la conquista fue un auténtico crimen sin matices ni
atenuantes. Pero es faltar a la verdad insinuar siquiera de forma tan ramplona
y tan sonrojante que antes de aquel crimen había humanos en paz y armonía
cuando no había más que lo que ha habido siempre en toda sociedad humana: los que ponen las reglas del
juego para sacar un beneficio y los que las sufren. Los que tienen el poder y los que no. Ese es el primer
paso para aceptar de una puta vez quiénes somos colectivamente y qué lenguaje
usamos para posicionarnos en el mundo como género humano. Ese es el primer paso
para entender las dinámicas históricas que cada cierto tiempo llevan al género
humano a inventarse Auschwitz. Describir el mundo adecuadamente y no teñirlo
con palabras de mierda es el primer paso para cambiarlo. Si eso es lo que
queremos.
Miguel Ángel Maya
12 de octubre de 2014
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