Una
mierdita muy triste – Rafael Chaparro Madiedo
Siempre miras hacia al cielo y de
reojo al infierno pero al cielo y están ahí suspendidos estáticos inmóviles límpidos
son los globitos rojos y negros que llevan suspendidos a los muertos por largas
cuerdas que se envuelven a sus cuerpos yertos y livianos y negruzcos como
muchos bracitos que tratan de darle su último abrazo su último aliento triste su
último abrazo cálido y músico para que no se mueran de frío mientras los
vientos helados de las alturas les congelan las manos y los ojos vidriosos y
los pelos de estropajo azul y la mirada extraviada y perdida y los traseritos y
la mirada cayendo al vacío triste triste triste los muertos siempre van
vestidos de negro y se van de aquí perdidos en esas telas negras en los tejidos
negros y en el olor negro turbio del después y en su mano llevan un ramito
triste triste triste de claveles blancos que a veces se les cae de las manos y
entonces las florecitas una a una se deslizan por la ola amarilla del día y mierda
cuando caen lo que estalla en el pavimento húmedo es un esqueleto de clavel es
un esqueletico de pétalo que se murió de soledad y de silencio cerca de las
nubes amenazantes un pétalo que se murió de soledad en una florecita que no
supo comprender el idioma secreto de las aves que vuelan lentas y que traen de
las alas cansadas los presagios y las nubes y en definitiva a la muerte triste
triste triste los globos rojos y negros están por todas partes encima de los
parques y de los edificios y sobre las avenidas y sobre los estadios cerca de
las montañas triste triste triste en las mañanas más exactamente cerca de las
seis de la mañana cuando la ciudad entera se halla sumida en sus malos sueños y
se despereza maliluminada y somnolienta cuando apenas los árboles de los
parques y de las avenidas están comenzando a fabricar su perfume triste triste
triste que después se diseminará por toda la ciudad los globitos de los muertos
disminuyen su altura y entonces casi que los puedo tocar con las manos mis
manos vivas y temblorosas que se mueren de frío a esa hora del primer café y del
primer relámpago con mis dedos los toco y llegan casi hasta la copa de los
árboles hasta los cables de la luz azul hasta los techos de las casas y de los edificios
y se quedan suspendidos enredados en el absurdo tejido invisible y tedioso de
la mañana y apenas son movidos por el airecito triste triste triste que lame la
piel confusa de la ciudad a las seis de la mañana y apaga las velas agonizantes
de la noche y los vasos olvidados en los zaguanes en esa acuarela de hielo
deshelado y de restos lagrimosos de licor y entonces alcanzas a verles las caras
a los muertos y lo que ves en sus miradas es agua muerta lo que ves es que
tienen las manos llenas de hierba de tierra vieja y si aspiras ese aroma verás
que huelen a antiguo y a torbellino y a bala o a cara de sorpresa inesperada pero
no te puedes acercar mucho porque los gusanos siempre están allí carcomiendo
sus jaulitas de carne carcomiendo sus cuerpos tristes tristes tristes más tarde
a eso de las once de la mañana los globos rojos y negros toman de nuevo su
altura normal y entonces si estás en un parque y miras hacia arriba ves el
cielo sembrado de globos rojos y negros con muertos colgados que en sus manitas
tienen flores muertas y empiezan a lanzar su enjambre de recuerdos y de
momentos y los fragmentos de pasado y los resquicios de abrazos y de palabras
pendientes y todo lo irremediable y lo roto te lanzan en enjambre como voraces
insectos tiernos y te entra un down el malparido un down triste triste triste
un down de saber que cerca del origen de la lluvia esos muertos te dicen adiós
con las manos te dicen mándame una lluvia de whisky para soportar esta soledad
tan triste triste triste todos los lunes que es el día más triste triste triste
de esta ciudad en las primeras horas de la mañana cuando la luz débil del sol
se empieza a instalar en todos los laberintos de las calles como perros
perezosos o gatos desafiantes y son soltados y elevados nuevos globos rojos y negros
con personas que han muerto la víspera y entonces si miras hacia el lado del
cementerio ves un grupo de globitos subiendo poco a poco mientras rompen la
neblina espesa del amanecer triste triste triste ves a los globos instalándose
en las alturas y oyes la música de llanto el alarido y el crujido de los que se
resisten y niegan con sus cabezas de vivos y lloran todavía con las muecas
perplejas que deja la muerte y cerca de las nubes los ves con sus ramitos
nuevos y alcanzas a ver que los claveles vibran con el viento de la mañana y
con el renqueante desperezarse de los semáforos y el movimiento suave del
engranaje del mundo y alcanzas a percibir que todavía en los labios de aquellos
muertos hay dibujada una sonrisita triste triste triste que nunca más se
reflejará en las nubes en la lluvia ni tampoco en el vuelo de las aves que
todas las mañanas rayan el cielo y deforman los recuerdos y espantan los globos
rojos y negros que hacen acrobacias al paso de la inercia entusiasta de las sonrisas
que poco a poco se van difuminando que poco a poco se van desvaneciendo frente
a las triquiñuelas del futuro el vuelo de esas aves cansadas que llenan las
ramas de los árboles con su mierdecita triste triste triste y entonces vuelves
a mirar hacia el cielo cierras los ojos y te tocas el corazón y compruebas que
en verdad lo que late allí adentro como un perro herido es una mierdecita muy
triste triste triste.
Miguel Ángel Maya (feat. Rafael Chaparro Madiedo)
Textos engordados y otras especies