...Sigo desde finales de 2011 el
surrealista caso de Pablo Katchadjian. No puedo evitar tener en mente el vídeo,
no menos surrealista, grabado por la policía en casa del fiscal Nisman. No
puedo evitar pensar en esas sandalias de la fiscal Viviana Fein pisando la sangre
(y el pelo, un pelo que terminó en sus suelas, no en una de esas bolsitas
asépticas clasificadas con números y letras, en una suela de sandalia donde ese
pelo no será ya analizado en ningún laboratorio) junto al bidé. Pienso en ese
diálogo que parece escrito por el peor de los guionistas: el policía diciéndole
a la fiscal Fein que fueran al baño, no fuera a ser que todavía estuviera vivo
el suicida (cuando ya estaba certificada su muerte desde hacía unas tres horas)
y la señora Fein respondiéndole distraida, "cierto, cierto, estaba acá
leyendo un texto". No sé por qué mi cabeza asocia, ella sola, estas cosas
desconexas pero surrealistas. Pienso que un tipo puede comerse de uno a seis
años de cárcel por añadir 5600 palabras a un libro y pienso en la fiscal Fein,
pisando las pruebas de una posible escena de un crimen, con esas sandalias,
junto al bidé. Pienso en Katchadjian y en Kodama, y pienso en qué lugar de qué
acera de qué calle de Buenos Aires estará ahora ese pelo que la suela de la
fiscal Fein se llevó en la suela de sus sandalias; qué empleado doméstico
limpió la sangre del fiscal Nisman de la suela de las sandalias; y pienso en el
vídeo de la policía, cuando buscan entre la basura orgánica que había producido
el fiscal Nisman y encuentran, hecho añicos, un texto corregido por el puño y
la letra de Nisman, mezclado con la basura. Quizá eso, la basura, es lo que
conecta ambos casos en mi extraña cabeza...
Miguel Ángel Maya
23 de junio de 2015
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